Empecé a sentir como me faltaba la respiración. Cada vez más y más. Intentaba coger aire, pero se me hacía imposible. Me estaba mareando y no podía controlar nada de lo que hacía. Acto seguido, todo mi cuerpo empezó a temblar, y como reflejo, caí al suelo. Mis piernas no aguantaban mi peso, y mi mente no aguantaba la situación. Era incapaz de escuchar lo que estuviera pasando a mi alrededor. Sentía dolor en mis ojos llenos de lágrimas y ardor en mi nariz roja. En cuestión de un minuto, empecé a controlar la situación. Abrí los ojos para encontrarme con sus ojos verdes clavados sobre mí. Se agachó a mi lado, acariciandome y tratando de que me calmara, aún sabiendo que lo había causado él.
- Vamos, respira. Piensa en otras cosas. - Se quedó pensando mientras miraba a nuestro alrededor. - Dime algo que te guste ver. Yo no respondí. - Si quieres empiezo yo: me encanta ver mi habitación recién ordenada. Te toca.
- Me gusta ver... los campos llenos de flores. - conseguí decir entre respiraciones cortadas.
- ¡Muy bien! Ahora dime un sonido que te guste. - Dijo limpiándome la cara con la manga de su jersey.
- El de... - volvía a sentir la falta de aire.
- El mío es el de la pelota de basquet siendo encestada en la cesta. ¿El tuyo?
- El de el galope de un caballo. - Conseguí decir, medio minuto depués de la pregunta.
- Muy bien! - Me abrazó aliviado. Yo le abracé más fuerte. A pesar de todo, me había ayudado cuando podría haberme dejado ahí tirada. No sabía que hacer. Ya lo había soltado todo. Ya no sentía nada.
Nos quedamos unos minutos en el suelo sentados mientras nos abrazábamos. Cuando al fin él se levantó, me extendió su mano y comenzamos a caminar juntos en dirección a mi casa. Ese bosque estaba a unos 10 minutos caminando, así que esos serían mis últimos minutos a su lado. Quería que fueran únicos. Quería poder inmortalizarlos.
Eso no era niguna coma en nuestra relación. Eso era un punto final. Todo lo que habíamos creado durante ese último año, se estaba a punto de ir. Él ya no sentía nada por mi, y yo debía dejar que se marchara. Habíamos creado un vínculo especial, pero era obvio que tarde o temprao, las cosas terminarían. Tal vez si hubiera pasado antes, no habría sufrido tanto. O tal vez no habría descubierto lo que era un primer beso. Pero como no podía voler atrás en el tiempo, decidí disfrutar de todos los momentos y experiencias juntos. No quería recordarlo como un error, sinó como una etapa preciosa de mi vida.
Fue entonces, entre mis pensamientos, cuando me giré para verle la cara. Tenía un perfil perfecto y la mandíbula marcada. Sintió mi mirada clavada en él y se giró con una sonrisa. Era imposible odiarlo. Tenía los ojos rojizos. Supongo que no todos los hombres son iguales. A él sí que le importó nuestra ruptura.
- ¿Todo bien?
- No. - Sentí como se me llenaban los ojos de sentimientos. Chasqueó la lengua con cara de pena y me acogió entre sus brazos. Estábamos en medio de la calle, pero no le importó.
Su olor me impregnaba la ropa, y tenerlo así de cerca, me hacía sentir a salvo. Al rato, volvimos a caminar. Mi mente había viajado a otro lugar. No sabía donde estaba, hasta que llegamos al portal de mi casa. Me dió un deja vú en ver la situación. Me recordaba a la vez que me dejó en mi casa después de nuestro primer beso. Pero esta vez todo había cambiado. Casi un año después de eso, estábamos despidiendonos.
- Gracias por acompañarme a casa.
- No es nada, en serio. - Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta mientras él me observaba. Me giré a verle antes de entrar.
- Supongo que esto es un "adiós.".
- Más bien espero que sea un "hasta pronto." - Con esto, agitó su mano levemente a modo de despedida y me lanzó un guiño.
Entré a casa, lloré, y me duché escuchando Olivia Rodrigo.
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Un amor contagioso
RomanceArely acaba de salir de una relación y su vida parece no tener sentido. La cosa empeora aún más cuando una mañana, su tía llama por teléfono para informar sobre el estado de su prima. Ha entrado en coma. En el hospital, la vida de Arely dará un giro...