Capítulo I: Tomoe

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Caminé lo más rápido que pude por los largos y estrechos pasillos de aquel escondite al que llamaba hogar. Orochimaru decía que así debía llamar a este asqueroso lugar y luego de un tiempo termine acostumbrándome.

Él me había mandado a llamar hacia más de diez minutos y todavía no llegaba, debía apurarme. Cuando Kabuto entró a mí habitación, se lo veía intranquilo, debía estar pasando algo grave y eso significaba una misión molesta para mí.

Apurado comencé a correr velozmente, no se necesitaba de mucho para hacerlo enojar y yo no estaba de humor para enfrentar una pelea.

-Saskuke- llamo Orochimaru cuando entre en el laboratorio. -Necesito que te encargues de algo urgente por mí.

- ¿Qué sucede? No tengo tiempo para tus juegos, ve al grano- siseé.

-Kabuto cometió un error y dejó escapar a Tomoe. Ya pasaron dos horas de eso. Debes encontrarla lo más rápido que puedas. No me importa si la traes viva o muerta, pero asegúrate de traer su cuerpo intacto. Lo necesito para crear un nuevo soldado definitivo.

- ¡Lord Orochimaru! Usted sabe que no es mi culpa que escapara, fue por...- Las serpientes le rodearon el cuello antes de que terminara su frase. Forcejeando intento seguir hablando, pero no lo logró porque no le llegaba aire a los pulmones.

- ¿Insinúas que es mi culpa, Kabuto? Una palabra más y nunca volverás a hablar en tu vida- amenazó el lord antes de volver a mirarme y ordenar: - ¿Buscaras a Tomoe mi Sasuke?

Tomoe era el nombre que el sannin le había dado a su más reciente experimento. Ya había destrozado a dieciséis personas con esta aberración. Por suerte, en su último intento había logrado lo que él buscaba. De no ser ese el caso, yo hubiera tenido que seguir secuestrando gente y eso me iba a retrasar con mi entrenamiento.

La niña que escapó es apenas una joven de trece años, la más pequeña que había elegido hasta ahora. No puedo creer que este causando tales estragos. Kabuto es un débil incompetente, al fin y al cabo.

Desde que Orochimaru comenzó a experimentar con ella, casi todos sus recuerdos fueron bloqueados al punto en el que solo recordaba su nombre y de donde venía. Al ver esto, mi maestro decidió que yo me encargaría de enseñarle lo básico. Aunque algo reacio, tuve que aceptar.

Ella era frágil y pequeña, pero luego de las intervenciones que le hizo Orochimaru ahora parecía un monstruo, aunque debo admitir, uno muy bonito. Su rostro parecía tallado en porcelana, sus bellos cabellos dorados parecían finos hilos de oro a la luz de las velas, y su diminuto cuerpo de niña la hacían ver como una muñeca. Aunque su apariencia no debía engañarte, ese perverso ser era en realidad una maquina diseñada para matar. Le habían implantado un extraño kekkei genkkai que hacía de sus huesos, armas letales realmente destructivas. Todavía no logro comprender el propósito de su creación, algo tan nefasto traído a la vida no era más que una aberración.

No debería mortificarme mucho, después de todo, yo fui él que le enseño todo. Le dedique mucho más tiempo del que me hubiera gustado y eso la hizo muy inteligente, pero aun asi yo podría atraparla.

Al percatarme que aún seguía parado en la entrada, decidí acercarme un tanto más. Caminé por al lado de Kabuto y decidí pasar de largo. Me daba asco como seguía retorciéndose en el suelo, pero como era el siervo más fiel del Sannin, no podía asesinarlo. Voltee la mirada para arriba y al frenar conteste: - Claro, iré, pero no te aseguro poder encontrar a esa idiota. Le enseñe demasiado bien, además, la hiciste muy buena escapando. ¿Cómo fue que la llamaste? ¿Soldado definitivo? - Esperaba que me revelaran algo más de información de la que ya sabía, aunque probablemente iban a hacer caso omiso a mis preguntas, como de costumbre.

En la oscuridad no puedo verteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora