Tocó suavemente la puerta de aquella humilde casa, era bastante linda, el color blanco y rosado eran los principales. No era la primera vez que iba a visitar a su amigo, casi siempre frecuentaba en su casa, eran muy unidos. Una bella y joven dama lo recibió, era su hermana.
- Hola Tom, pasa, esta en su pieza, no salío en todo el día. Debe estar durmiendo, despertalo -
Tomás le sonrió a la chica.
- Bueno. Ese chico siempre durmiendo, parece un perezoso -
Quizás solo dormía porque la gran cantidad de emociones que lo abrazaban eran estresantes, al punto de consumirlo por completo.
Tomás pasó, saludo a la familia y fue al cuarto del chico.
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Tocó aquella vacía y aburrida puerta un par de veces, el frío silencio fue su única respuesta. Supuso que dormía así que decidió abrir la puerta.
Al ver aquella escena sus ojos se nublaron por un segundo, una balancha de sentimientos llenaron su cabeza y pecho, sintió como su estomago se revolvía.
Su amigo de toda la vida, estaba colgado de una soga, la cuál lo mantenía en el aire, sus brazos tenían rajaduras algo rojizas, parecían recientes y profundas, habría cartas a su lado, destindas a cada familiar y amigo.
No pudo hacer más que entrar, descolgarlo y tratar que recupere la consciencia entre lagrímas. Fue imposible, su amigo no quería, no podía... Ya se había ido. Lo que pudo hacer fue abrazar el helado cuerpo de su amigo entre saladas lagrímas...
No lo entendía... ¿por qué? Si sabía que no podía más ¿no pudo contarselo a él?