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Estaba preparándome para ir al orfanato.

Me deshice la trenza que usaba para dormir y me peine el pelo con los dedos.

Me despedí de los Milligan y fui hacia el orfanato en transporte público porque me encantan.

Este mes me quede con ellos (los Milligan) porque mis padres decidieron acompañar a Asia, mi hermana, lejos de la ciudad.

La muerte de Alan le afectó mucho. A todos en general. Alan era un gran amigo mío.

Cuando a los Milligan les empezó a tomar curiosidad adoptar a alguien yo empecé a investigar. Sentía que de los debía.

He aquí el porque de mi visita a este orfanato.

Empecé a encariñarme con los niños, empecé a leerles cuentos y sobre todo a regalarles todo lo que pudiera, ropa, etc.

Siempre iba los miércoles cada día, sorpresivamente la señora que mandaba ahí me dejaba ir todos los días, pero con la petición de que le avise antes de ir.

Yo entendí perfectamente y cada que iba le avisaba con anticipación.

También empecé a ayudar a los Milligan en todo lo que podía. Ellos se ofrecieron a cuidarme mientras mis papás se iban a cuidar a asia, o bueno, la salud mental de asia.

Al llegar al orfanato me recibió la señora con cara de culo. Aunque me sonrió seguía teniendo cara de culo.

Pase y fui directamente con los nenes.

Al verme ellos se alegraron y corrieron hacia mi.

— ¡ATENEEAAA! — gritó Rea. Una niña rubia muy alegre.

En eso siento su abrazo y luego el de los otros niños.

— Ou, bueno, tranquilos. Se me va a caer la caja.

Dije al ver que la caja la cual contenía un desayuno con chocolate muy rico.

— ¿que traes ahí? — Dijo Dylan.

— Eso, ¿que traes ahí? — preguntó Lara.

— Si, cuéntanos— empezaron todos.

— Bueno, traje un par de cuadernos, libros para que lean.

Todos se notaban aburridos con la respuesta.

— Ah, y también chocolates, pero por sus caras noto que no los quieren así que debería comérmelos yo sola.

A los niños se les iluminó la cara.

— ¿Que? No, ¡si queremos!

— Eso.

— Mmm, bueno, me convencieron, pero antes lávense las manos.

Los niños corrieron para lavarse las manos. Yo saque algunos libros de estudio o cuentos para leer mientras que los niños se lavaban las manos.

Cuando todos volvieron les compartí a cada uno un chocolate. Todos se sentaron en ronda y pidieron que les leyera cuentos.

Empecé a leerles una versión más infantil de "orgullo y prejuicio" mientras que los niños se quejaban del amor, las niñas escuchaban atentamente.

Mientras les leía note la presencia de otra persona en el cuarto.

Levante la mirada y lo vi.

Un chico con piel pálida, vestido de negro observándonos.

El chico al ver que lo miré desvió su mirada y se largo de ahí.

— ¿Quien era? — le pregunté a los niños. Pues nunca lo había visto.

Tal vez es porque pasó más tiempo con los niños. Pero es imposible, recordaría su cara si en algún momento lo habré visto.

— El es Rigel, el privilegiado.

— ¿privilegiado?

— Si, el preferido de miss margaret.

— ¿Por que dices eso, Rea?

— Bueno, por que...— Rea empezó a titubear y al ver la mirada de sus amigos calló.

— ¿Por que?

— Ah, por nada en especial — Dijo Dylan.

— ¿Sabes tocar algún instrumento, Atenea?

— Eh, si — dije al ver el cambio de tema— guitarra.

— ¿podes tocarnos, por fisssssss?— Dijo Lía, una de las más pequeñas ahí.

— Ah, bueno, no la traje, pero lo traeré la semana que viene.

— Oh...

Los miré arrepentida al ver su carita de decepción.

— También sé tocar piano.

Los chicos se miraron entre sí.

Sonrieron con picardía.

— Si encontramos la forma de que toques el piano, ¿nos tocas?

Los miré con extrañeza.

— Rigel también sabe tocar el piano y aquí hay uno.

— Pero Rigel no se puede enterar que estuvimos ahí — Salto a decir Rea.

— ¿Por que?

— Solo... es mejor que no se entere.

Yo asenti.

— ¿Entonces?

— Bueno, él se supone que tiene que estar desayunando. Nosotros podríamos ir donde su piano.

— No se, es muy arriesgado...— Al ver la cara de decepción de todos cambie de idea— ¿saben que? Vamos igual.

Los niños rieron y me llevaron hacia la sala del piano.

Dios, ¿en que me estoy metiendo...?

Yo los seguí. Al ver que su plan dentro de todo era seguro.

Me senté en la silla delante del piano.

Estaba muy oxidada. Pero intente que saliera lo mejor.

Empecé a tocar una canción del soundtrack de orgullo y prejuicio, "mrs Darcy"

En eso, Rea soltó un gritito de asombro. Yo la miré.

Rigel había llegado. Deje de tocar automáticamente.

— Ah, no te detengas por mi— Soltó el.

— Perdón, ya nos íbamos.

Dije parándome.

— No hay problema— dijo él para luego irse.

Su amabilidad me sorprendía. Los niños no precisamente hablaban sobre su amabilidad.

— Wao, es la primera vez que veo a Rigel tan tranquilo— dijo Lara.

— Eso, en fin, tócate otra Atenea.

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𝗔𝘁𝗲𝗻𝗲𝗮 - 𝗥𝗶𝗴𝗲𝗹 𝗪𝗶𝗹𝗱𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora