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Norman nos dejo en la entrada del colegio pidiéndome que por favor cuide a los chicos.

Yo asenti y cuando estaba por cruzar la calle Rigel me jalo de la cintura haciendo que quedemos cara a cara.

— Tenes que estar más atenta, caperucita.

Y se marcho así sin más.

— Okey, necesito el contexto del chisme plis— Nica dijo riéndose.

— Shh, solo caminemos.

La lleve a la entrada del colegio y billie me recibió con un abrazo.

— ¡Te extrañe, pequeña! Estos dos meses fueron duros sin vos.

— Yo también las extrañé. ¿Le das el recorrido a Nica? Tengo que ir con el director.

Billie asintió. Yo camine hasta la oficina del director y sentí miradas. Al girar lo vi a Lionel.

No lo salude, forro.

— Nea, espérame, por favor, tenemos que hablar.

— No tenemos nada de que hablar.

— Si, Nea, déjame explicarte en porque no te fui a visitar estos meses qué pasó lo de Alan.

— Yo te digo porque; porque sos un tarado y un mal amigo. A mi, no me hables nunca más en tu vida, Lionel.

Lo empuje un poco para atrás y su amigo lo empezó a burlar. No se que le dijo de mi, pero a Lionel no le gusto mucho.

Fui a hablar con el director.

Pasaron unos segundos de que intente convencerlo para arrancar este mes, me dijo que si. Yo lo agradecí y cuando me estaba por ir contenta escuché un estruendo y gritos de pelea.

Al acercarme era Rigel y Phelps.

Bueno, se que phelps era idiota pero no tanto como para molestar a alguien en su primer día.

El profesor los separó, cruce miradas con Rigel pero ninguno se dijo nada.

Quería saber porque.

Pero Rigel no me hablaba. La única solución era preguntarle al idiota.

Lo espere a la salida de la dirección.

— Vos, nene, contame qué pasó con Rigel.

— No, ni ahí, por tu culpa me parten la cara y ahora queres respuestas.

¿Mi culpa?

— ¿Que?

— Dije que me parecías linda y tu perro saltó a morderme. Ahora te agradecería que me dejases ir a clases.

Lo deje pasar y me fui a mis clases.

....

Llegada la noche fui a buscar más galletitas oreo.

En la oscuridad lo vi a él. Pero no me importo mucho su...

Esperen si, tengo que hablar con él.

Deje las galletitas enojada y lo encare.

— ¿Por que?

Rigel me miro con cara de culo y enojo.

— No te importa.

— De igual forma me contó Phelps.

— ¿Hablaste con ese tarado? ¿Que te dijo?

— No te importa. Pum, tus palabras contra las tuyas.

— Atenea— sonó amenazante. Nunca me dijo atenea.

— ¿Rigel?

— Ya mismo me vas a decir.

— Es que no entiendo porque lo golpeaste solo por decir que yo era linda.

— Dios sos fan inocente, caperucita.

— ¿Que?— dije confundida.

— El dijo que no tardaba más de una semana en abrirte las piernas.

— ¿Que?

— Dijo que no tardaba más de una semana en follarte, sabes que es eso, ¿no?

— ¿Que? Si, pero, ¿por que me mintió?

—Porque sos fácil de engañar. Ahora vez porque me tenes que hacer caso.

Me quede pensativa.

— Así no se hace.

—¿Que?— dijo el.

— El hielo va con un trapo, sino te hace mal a la piel. ¿Puedo? — señalé su mano, sin esperar respuesta la toque igual, poniendo un trapo en el hielo.

Cuando iba a acercar mi mano el corrio la cara.

— Tranquilo, está bien— lo calme, volví a pasar el hielo con el trapo y esta vez me dejo.

Sentí su mirada mientras limpiaba su herida.

Mordí mis labios para más concentración. (Método 100% recomendado)

— Rigel...

El me miro sin responder, pero haciéndome saber que esperaba la respuesta.

— Gracias. Tal vez te juzgue mal.

— No, no me juzgaste mal. Es mejor que te vayas a dormir y te alejes de mi de una vez por todas.

Yo lo miré y se me cristalizaron los ojos. Pero no llore, lo miré, asenti y subí con rabia a mi habitación.

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⏰ Última actualización: May 05 ⏰

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𝗔𝘁𝗲𝗻𝗲𝗮 - 𝗥𝗶𝗴𝗲𝗹 𝗪𝗶𝗹𝗱𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora