4. Regalos y fantasmas.

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Era una mañana gris y fría en la ciudad. Las nubes oscuras amenazaban con dejar caer una lluvia torrencial en cualquier momento. Minho observaba a través de la ventana con expresión pensativa. Hoy sería un día diferente, por ser el último antes de las vacaciones navideñas.

Decidió darles a sus alumnos un descanso merecido, concediéndoles una hora libre. Después de todo, hoy recibirían los regalos del tradicional intercambio navideño. Minho esbozó una sonrisa ladina, anticipando el caos y la diversión que ese evento solía desatar entre los chicos.

Llámese también »una guerra«.

El aula estaba animada con las risas y los comentarios entusiastas de los chicos al abrir sus regalos.

—Una playera de los Lakers —John se emocionó en su propio lugar. —Tae, ¿dónde conseguiste algo así?

—Tengo contactos.

—Doyoung, mira —dijo John, quedándose en silencio cuando se dio cuenta de que el pelinegro no estaba. —¡Tae! ¿por qué no llegó Doyoung?

—No me dijo —Taeyong arrugó su nariz mientras jugaba con el gorrito que le habían regalado. —Pero empiezo a sospechar que se quedó dormido, tampoco asistió a las clases normales.

Eso sí que era raro, ese chico nunca faltaba, incluso si se estaba durmiendo a media clase. Minho suponía que era por el deseo de convivir con sus amigos.

De repente, un golpe en seco sobre la ventana sobresaltó a todos, arrancando gritos ahogados de algunos. Al otro lado, Doyoung los observaba con su típica expresión de fastidio, rodando los ojos ante sus reacciones exageradas. Jungwoo se apresuró a abrir, permitiendo que el recién llegado irrumpiera en el salón.

—Hola, perdedores —Doyoung observó a su profesor. —E intento fracasado de actor. Jaehyun, te traje tu regalo, tómalo ahora o púdrete en el infierno.

—Tan amoroso como siempre —Jaehyun se acercó para tomar la caja de regalo. —Deberían de dar un paso atrás, el año pasado me regaló una bolsa con cucarachas.

Se iba a seguir burlando hasta que abrió por completo el regalo y observó lo que había dentro. Jaehyun no era una persona que se la vivía hablando sobre sus problemas y como se sentía en muchas ocasiones, su madre ya tenía demasiados gastos encima como para pedirle algo que sería costoso y no tendría beneficio alguno para todos los miembros de la familia.

Sin pensarlo dos veces, Jaehyun salió por la ventana y envolvió a Doyoung en un abrazo apretado, ignorando las protestas y maldiciones del pelinegro. En ese momento, todas las barreras cayeron, y la gratitud sincera brilló en los ojos del chico.

Navidad y sus milagros. Eso creía Minho. Aunque aún no era navidad.

—¡Ya, ya! —Doyoung intentó moverse. —No es nada, quítate que me pegas lo estúpido.

—¿Cómo supiste? —susurró Jaehyun. —No somos cercanos, sabes lo mismo al respecto que el profesor Choi.

—Me gusta observar, supongo —dijo, tratando de restarle importancia al asunto. —Como sea, igual te sigo queriendo matar. Esto no cambia nada, no actúes raro, no soy tu amigo.

—Gracias —habló con una sonrisa, antes de regresar al salón de clases.

Minho observaba la escena con curiosidad. ¿Qué clase de vínculo existía entre estos dos chicos aparentemente opuestos? ¿cómo carajos había logrado Doyoung, con su reputación de rebelde descuidado, realizar un gesto tan considerado y costoso? a juzgar por la cara de lo demás.

Antes de que pudiera indagar más, Doyoung ya se había esfumado sin despedirse, dejando a Minho con más preguntas que respuestas. No es que le preocupara el bienestar de ese mocoso, pero ya había gastado dinero en su bendito regalo, debía de dárselo de alguna u otra forma.

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