Doyoung terminó de reunir leña y se sentó de piernas cruzadas sobre el suelo, intentando encender una fogata para poder calentarse un poco. Las luces de su casa rodante estaban encendidas, pero dentro solo se encontraban sus padres teniendo su propia diversión antes del amanecer, donde volverían a ser dos extraños con una carga en común.
Llamenlo terco, pero prefería congelarse que convivir con ellos.
—¿Vives aquí?
El adolescente se levantó de inmediato al escuchar la voz de su profesor. Su corazón comenzó a latir con fuerza al darse cuenta de que se encontraba del otro lado de la cerca, con un casco en manos y una bolsa de regalo en la otra.
—La falta de sueño me está haciendo alucinar —concluyó.
—Yo diría que más bien te hace tener pesadillas —Minho sonrió.
—Minho, hay una línea que no debe ser cruzada y esa línea dice en letras MUY grandes que no puedes venir a mi casa.
No quería que las personas lo vieran rondando por ahí y creyeran que su profesor estaba involucrado en asuntos extraños con él, así que se acercó con intenciones de asustarlo para que se retirara. En el fondo era buena persona como para querer proteger la reputación de su enemigo.
—Yo no llamaría a esa cosa un lugar donde vivir —el profesor señaló con su dedo en dirección a la casa rodante con luces encendidas.
—Bienvenido a la mansión Kim, señor Choi, pase por aquí, a la derecha encontrará pasto y a la izquierda... adivine, vamos. ¡Exacto! pasto —se burló Doyoung con obvio sarcasmo para después volver a su expresión de enfado. —Por favor, en la esquina venden drogas, no te hagas el fino.
—Kim, aún soy tu profesor, ¿recuerdas? puedo hacer que te quedes en tutorías los años que restan —le amenazó.
—Me servirá de algo, aprenderé para el examen de la universidad.
—A este paso no creo que llegues.
Minho sabía que sus comentarios nunca eran del todo correctos. La similitud que tenía Kim con la persona a la que alguna vez llamó hermano era bastante alta, el ser de esa manera le nacía del corazón.
Pero también le hirió gravemente esa mirada del pelinegro, porque la conocía a la perfección.
Era la misma que su hermano menor le daba cuando discutían y terminaban diciéndose cosas hirientes sin querer.
—Yo tampoco, pero me alegra bastante ver que mi tutor tiene mucha fe en mí —Doyoung dió un pequeño golpecito en la cerca de madera. —Tanta como la que le tiene a Taeil, que hasta sus calificaciones mágicamente suben y suben.
—No me acuses de algo así, le estás quitando mérito a tu amigo. Taeil se ha esforzado demasiado por cambiar sus malas notas, toma los consejos que le doy y hace sus tareas, deberías de aprender de el.
—¿Alguna vez ha visto mi hoja de promedios, señor? —dijo, alzando su mirada en dirección al profesor. —Tengo excelentes notas en mis trabajos individuales de matemáticas.
—Kim, no soy un adolescente, no voy a caer en tus mentiras, la última vez me hiciste creer que eras huérfano. Realmente te esfuerzas para llamar mi atención, niño.
Doyoung desvío la mirada, avergonzado de sus propias palabras y acciones de hace unos meses atrás. No se sentía orgulloso de mentir de esa manera con tal de no llevar a su madre a la escuela, pero le había parecido que era la única forma de que nadie se diera cuenta de como iban las cosas al llegar a casa.
Porque no podía tolerar las miradas de lástima.
—Me disculpo por eso —habló en voz baja. —Pero no estoy mintiendo con eso, mis calificaciones en matemáticas son buenas, pero los exámenes me hacen mal, nunca puedo responder bien.
A este punto y después de tantas mentiras, Minho no sabía si creer o no en las palabras de ese adolescente. Tal vez debería de darle una última oportunidad y revisar las notas una vez que estuviera en la comodidad de su hogar.
—De acuerdo, voy a comprobar tus notas. Pero si son falsas, te vas a meter en serios problemas, ¿entendido? —advirtió Minho, viendo que Doyoung asentía varias veces. —Por cierto, ¿qué haces aquí fuera a estas horas? está helando.
El comportamiento del adolescente cambió repentinamente, ya no se veía a la defensiva, solo un poco incómodo por la pregunta. Parecía haber tocado un tema sensible.
Ojalá que no, Minho no era psicólogo y no quería lidiar con más problemas de adolescentes, ya había superado esa etapa.
—Las cosas son mejores aquí afuera, puedo ver las estrellas y la nieve en el patio... —respondió Doyoung con la mirada fija en el suelo. —Digamos que no es buen momento para estar ahí dentro.
Recordaba haber escuchado algunos rumores sobre la conflictiva relación de Doyoung con sus padres, pero nunca se había atrevido a indagar más en el asunto.
No por miedo.
Bueno, sí.
Odiaba encariñarse con los adolescentes rebeldes, nunca le daban las gracias por todo lo que hacía por ellos.
—¿No es buen momento?
—Al parecer esa gente me vió llorando por la ausencia de mi hermano y ahora quieren hacerme otro para que no esté triste.
La sonrisa sarcástica de Doyoung había vuelto, al igual que ese tono juguetón que utilizaba cuando bromeaba a media clase con sus amigos.
Pero...
Había tanto dolor en sus ojos cansados.
—¿Qué pasa aquí, Kim? —preguntó Minho. —Nadie sale de su casa al patio en plena temporada de frío, mucho menos con una simple playera y la cara de muerto que me llevas. O me dices que está pasando o yo asumiré que consumes algo extraño.
—Yo nunca —advirtió, ofendido. —Ni se le ocurra, señor Choi, yo nunca probaría ni una sola de esas asquerosidades.
—Parece que lo hicieras...
—¡No lo hago! —gritó, asustando al adulto. —En la vida me pondría a consumir las mismas cosas que me quitaron una infancia agradable con esas dos personas que dicen ser mis padres.
Ahí estaba.
Justo lo que necesitaba escuchar para confirmar sus sospechas.
—Tranquilo —Minho sonrió un poco para calmarlo. —No le diré a nadie, si eso es lo que te preocupa. Pero escúchame, Kim, no siempre vas a poder cargar con todo lo que sucede en casa. Si algo te hace sentir incómodo o, no lo sé, tienes miedo, debes decírmelo.
—Sabes que servicio social no hará nada por mí.
—Pero yo podría.
El hombre extendió la bolsa de regalo en dirección al pelinegro y este la tomó, observando su interior un par de segundos para después volver su mirada al adulto.
—Gracias —susurró Doyoung, tratando de no lucir interesado. —Nos vemos después de vacaciones, Choi.
—Nos vemos, Kim. No faltes a las tutorías o lo máximo que tendrás será un seis.
Minho se retiró en silencio.
Doyoung tomó asiento y abrió la bolsa, colocándose la sudadera con cuidado de no ensuciarla, suspirando con alivio al tener algo con que cubrirse del frío sin necesidad de entrar a ese lugar.
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Vagos
FanfictionLos chicos que asisten a las tutorías del profesor Minho no son más que unos simples vagos.