El Barco De Las Estrellas

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Salí de mi vieja cabaña  y miré directamente al mar. La inmensidad del agua era infinita y en cierto punto, el mar se entremezclaba con el cielo en el firmamento. Las nubes, ligeramente por encima del agua, descansaban tranquilas aguardando a los barcos, que cuando llegan al encuentro del cielo y mar, empiezan a elevarse por entre las nubes hasta llegar a un punto en el que besan al sol y las nubes se quedan muy por debajo. Yo una vez fui en esos barcos y vi como el agua se escurría en forma de gotitas por los extremos del barco mientras volaba. Sentí la presión de elevarme y mi cabeza parecía a punto de reventar pero ver las nubes y sentirme insignificante en comparación a la totalidad del cielo no tenía precio. A veces pasaban pájaros a mí lado y el viento me acariciaba con suavidad la cara. Me llegué a elevar tanto que los pájaros y las nubes se quedaban muy por debajo mío.  Los colores del amanecer eran simplemente hermosos, entre colores ámbar y rosa claro que creaban una armonía perfecta. Llegué a rozar las estrellas, solitarias bolitas de luz efímeras que brillan por la noche y dan luz en la oscuridad. Los colores de amanecer fueron transformandose en un azul intenso y morado oscuro en el que reinaría la oscuridad de no ser por el sol, la luna y las estrellas. A medida que me acercaba al sol, mi rostro se iluminaba más y más hasta llegar al punto de alumbrarme por completo. La calidez del sol me cautivó y abrazo cuál madre preocupada. Fue entonces cuando el barco dio un giro por completo y me empecé a aproximar a los planetas, cada cual más imponente que el anterior. Todo era tan mágico que la emoción del momento no me permitía cerrar los ojos. Llegó el momento de bajar, mi barco se inclinó lentamente y empecé a descender a una velocidad considerable. Me abraze con fuerza al mástil y acabé otra vez en el mar, donde los peces nadaban a mí alrededor y las gaviotas alateaban sobre mi cabeza. Me metí en la vieja cabaña y soñé con todo lo que había pasado. Desde aquel día no dejé de mirar al horizonte, donde se que los barcos te llevan lentamente para darte un paseo por las nubes. Quién sabe, te podría pasar a ti.
Fin

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