A mí se acercó la señora entre sollozos de terror y lágrimas. En sus ojos se reflejaba la locura producida por un trauma muy fuerte. La mujer estaba demacrada: las ojeras marcadas, pálida casi como la nieve y una expresión del más puro horror grabada a fuego en su rostro. Cualquiera sentiría incomodidad solo con ver a la señora. Ahora la mujer no era más que una vaga sombra de lo que había sido no hace mucho. Una mujer de una increíble fuerza de voluntad que en varias ocasiones se rebeló en contra de de los hombres que alguna vez la hicieron sufrir. Mas lo que la mujer ha vivido no es más que una levedad comparada con mi trabajo. Lo que ha conseguido arrastrar a la mujer a la locura lo he visto yo mil veces, y solo con mirarla a los ojos he sido capaz de deducir que, por desgracia, la mujer ha sido visitada por una de las muchas criaturas de la noche, que reptan torpes en la oscuridad y que se alimentan de la fuerza y cordura de los humanos, sumiéndolos en la más profunda y eterna desesperación. Muchas gente duda sobre la veracidad de la existencia de estos seres de ambigüa apariencia. Son criaturas viscosas y sin ojos, recubiertas de protuberancias y bultos llenos de pelitos negros. Se mueven gracias a sus escuálidos brazos acabados en enormes manos con las que se aferran con toda su fuerza al suelo. De entre todas las características que tienen, sus enormes fauces son las más notorias. Su boca es tan grande, que más de dos críos de cuatro años cabrían en ella sin esfuerzo.
La mujer estaba acurrucada y abrazada a sus propias rodillas. Me incliné hacia ella y le dije: -' yo he visto lo mismo que tú'. Su mirada se posó en mí y me penetró. Una única lágrima se asomó y resbaló entre sus mejillas lentamente. Me levanté y caminé siguiendo un viscoso rastro que la criatura había dejado. De entre el equipaje que traje, saqué una pistola con munición especial hecha del veneno de una flor tóxica de Oriente Medio. El rastro cada vez estaba más fresco y se dirigía hacia un pequeño bosque de los alrededores. Entre los árboles asomó la repugnante cara del ser infernal que había hecho enloquecer a la pobre mujer.
Saqué la pistola de su funda y sin un atisbo de duda me dirigí al monstruo con voz firme: -' hoy será el día de tu muerte, repugnante ser. Y no es una advertencia'. La criatura me miró rápidamente y para cuando pensó en actuar, mi bala especial ya había atravesado por completo su amorfa cabeza, haciendo que la luz de la luna se colase a través del agujero.
Desde que esos seres mataron a la única persona que amaba, he jurado que los buscaría y mataría dolorosamente hasta el día que la vejez me impidiera sostener mi arma.
Fin
ESTÁS LEYENDO
Microrrelatos De Terror Y Fantasía
FantasyDiferentes historias cortas de terror y fantasía.