Capítulo 13

90 14 2
                                    

Estaba de pie, con el borde de la cortina entre mis dedos, mirando a través de la ventana de aquella cabaña que se había convertido en mi salvación. Contemplando como los rayos de sol se colaban entre las copas de los árboles hasta llegar a pegar en mi rostro, el cual alcé para cerra los ojos y dejar que su tibieza me calentara el rostro. Solté la cortina al tiempo en que dejaba escapar un suspiro y me ajusté el abrigo que Khan me había puesto la noche anterior; me abracé a mí misma, mientras me sobaba los brazos para tratar de aplacar el frío que ya estaba empezando a hacer, no sabía si se debía al cambio de estación que se aproximaba o si se trataba del simple miedo que sentía por haber logrado escapar de Mehmet.

O si era la soledad.

Desde que los hermanos de Mehmet llegaron a su casa, no hubo un momento en donde pasara por mi mente la idea de que alguien como Khan fuera quien se atreviera a sacarme de esa casa, aunque sí había soñado que Tarık lo hacía. Khan no era el más amistoso conmigo, desde su llegada no me eran muchas las interacciones que teníamos, solo unas cuantas oraciones, miradas y actos que me parecían extraños. No éramos para nada cercarnos, y sumado a eso, no creí que él me ayudaría en nada cuando era uno de los hermanos Aksel más apegado a Reyhan y eso implicaba que ella seguramente no le hablaba maravillas de mí. Ellos eran como uña y carne; en cambio, yo, solo era una desconocida para él.

Pero la vida terminó sorprendiéndome, una vez más, como aquella vez que Mehmet Aksel llegó a mi casa e intercambió aquel maletín con mi padre.

Me aparté de la ventana para caminar y tomar asiento en el sofá que adornaba la pequeña sala que colindaba con la cocina. Mis ojos se desviaron hacia la puerta de entrada al escuchar cómo los engranajes de la cerradura emitían el sonido de cuando está siendo abierta, segundos después, tras el chirrido de la puerta al ser empujada, Khan apareció con una sonrisa en el rostro y una bolsa de plástico blanca entre sus dedos.

Rápidamente, volví a ponerme de pie con las manos por delante y avergonzada, sin saber con exactitud por qué razón. Cerró la puerta detrás de él y luego guardó la solitaria llave en el bolsillo de su chaqueta de mezclilla.

—Buenos días —me saludó—, ¿cómo amaneciste?

—Muy bien, gracias —respondí con algo de vergüenza en la voz.

—Te traje algunas cosas para que puedas desayunar —alzó la bolsa delante de él—, más tarde iré a conseguirte el almuerzo y la cena.

—No tienes por qué molestarte...

—Claro que sí, no puedo dejarte morir de hambre aquí, ¿o sí? —me interrumpió.

—Es que no he tenido espacio para pensar en la comida —expresé dándole la espalda y agachando la mirada hacia mis manos—, lo que me preocupa es tu hermano —dije volteando a verlo—. ¿Qué ha dicho Mehmet?

Vi los hombros de Khan elevarse y caer tras exhalar el aire que había tomado. Se tomó el tiempo de dejar la bolsa con la comida sobre la pequeña mesa con cuatro sillas que había cerca de la cocina, dejándome expectante ante la temerosa respuesta que temía podía darme. Luego se estrujó el rostro y dirigió nuevamente sus ojos hacia el mío que, aunque no pudiera verlo, sabía que tenía una expresión de terror.

—Está devastado —respondió—. Agarró a los guardias a golpes cuando llegó esa noche a la casa y no te encontró.

Me llevé las manos hacia la boca y luego bajé una hacia mi pecho.

—Va a encontrarme... —susurré temerosa.

—No —negó casi de inmediato, mientras se acercaba a mí y me tomaba por los hombros.

Corazón Mutilado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora