«THE PACKAGE»

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Un fondo oscuro, una oscuridad manipulada por la tensión de la soledad, porque eso no tenía fondo. No lo tenía ¿No lo tenía verdad? ¿Verdad?

Recostado como vago, como un trabajador en un sábado de descanso, así estaba él, el joven sucio y aburrido. Miraba la tv, cambiaba de canales buscando algo en lo que entretenerse, pero el aburrimiento tomó posesión de su vagancia.

El sonido del timbre, un sonido que marcaría el comienzo del infierno, un calvario condensador en la comodidad de una casa muy bien ordenada. El no atendió, no quería que lo molestaran, estaba en paz, se sentía lo suficientemente a gusto con su soledad. Se escuchó de nuevo, insistiendo en una respuesta que no era proporcionada, giró su cabeza por detrás del sofá y trató de ver sin mucha gana quien lo molestaba.

Se levantó del sofá, exhalo profundamente, camino lentamente hacia la puerta, arrastrando los pies descalzos por el piso de abeto que tanto amaba su abuelo. Cerca de la puerta dudo si en realidad tenía que abrir, si en realidad es seguro hacerlo a esa hora, ya casi llegando a media noche, pero no era solo eso y no se dió cuenta de que había algo en medio de su ser que le gritaba que no la abriera.

Que se podía esperar de alguien como él, un hombre simple, alguien que ponía excusas para no bañarse, que hacía que sus abuelos cubrieran sus gastos. No era alguien responsable, no era inteligente, es decir, no podía seguir unos instintos de supervivencia que no conocía.

Abriendo la puerta lentamente, viendo cómo del otro lado no había nadie, solo se veía la gran ventisca que azotaba en esa noche. Sacando la cabeza por el marco de la puerta para mirar a los lados pudo ver algo, una caja, se veía maltratada, con golpes y humedad.

La llevó hacia su sala, mirándola con mucha curiosidad, una curiosidad sin castidad y muy notable. Pensó en mandarle un mensaje a sus abuelos para ver si ellos compraron algo por internet, pero se excuso diciendo que su viaje de fin de semana era muy cansador, que seguro a esta hora estarían durmiendo en algún hotel.

Una caja pequeña, un poco golpeada, con una etiqueta pegada a un costado, decía unas palabras extras y no pudo evitar sentir más curiosidad al leer que en esta etiqueta decía "No la habrás". Sin dudarlo la abrió, pero toda su ilusión y esperanzas de algo muy extravagante se fueron tan rápido. No contenía nada, estaba tan vacía como la agenda de deberes del chico.

La golpeó lejos, quedando en una esquina de la sala, ya que se lo tomo como una broma bien hecha de sus vecinos, que estaban igual de desocupados y no pudo evitar sentirse tonto por no haberle ocurrido la broma a el. Mientras caminaba hacia el sofá, escuchó algo raro, como algo mojado goteaba. Miró lentamente hacia la caja, estaba un poco mojada, como si algo por dentro estuviera derramándose.

Estaba paralizado, no entendía cómo es que había pasado eso, pero no pudo evitar agarrar su celular para tomar una foto. Un momento después de quitarle la vista de encima se volvió a escuchar el sonido de algo goteando, pero está vez era diferente el resultado, se pudo ver una cabeza, está llegaba a verse como lo miraba. Sus ojos verdes sobresalen de la parte abierta, dejando ver sólo la mitad de su cabeza.

El sudor goteando por su frente, su respiración menguante, un pequeño temblor en todo su cuerpo y una especie de peso en su corazón lo abrumaba. Sus ojos no entendían lo que veían, no podía moverse, más sabiendo que no podía saber lo que pasaría si lo hacía. Trató de apoyarse lentamente en el respaldar del sofá, pero el nerviosismo no dejaba que su cuerpo reaccione a su entorno, como si de un chiste de mal gusto se tratase le erro al respaldar. Se tropezó pero su instinto de supervivencia renacido no dejó que apartara la vista, aunque un parpadeo rápido hizo que todo empeorará.

El cuerpo que renacía de la caja, ahora mostraba más de su incógnita. El cuerpo era el de una mujer, la delgadez de su cuerpo mojado y viscoso hizo enmudecer el ambiente. Petrificado por la situación solo pudo pensar en llamar a la política, pero con un ligero movimiento como el de un parpadeo ya hacía que se moviese aún más. Tal vez no era grave, solo salía de la caja. Trataba de engañarse a sí mismo para relajarse, pero las preguntas de sus mismos miedos hicieron que empezará a temblar en un frenesí de emociones oscuras, llegando a un pozo oscuro donde no había salida. En algún momento tenía que parpadear, su cuerpo se lo pediría, esa mujer saldría de esa caja llegado el momento, era inevitable que el destino avanzará y el tiempo siguiera con su jugada aterradora.

De rodillas en el suelo, solo podía pensar en su inevitable destino. ¿Qué pasará cuando saliera? ¿Que me hará? Saber que no podía hacer nada era su condena espiritual para anclarse al oscuro foso donde se sumergía.

Trato de hablarle, pero su silencio acompañado de la mirada penetrante que le daba esa mujer hizo que una estaca emocional termine de destruir el poco espíritu que le quedaba.
Algo le pedía su cuerpo, sus ojos se empezaron a secar, sus párpados querían seguir su mecanismo de defensa y parpadear. No quería ver más de la mujer, solo se podía ver su cuerpo del pecho para arriba, pero luego de ceder inevitablemente por sus instintos parpadeo. No sabe porqué pero ahora salió más de lo normal, solo la mitad de sus piernas estaban dentro de la caja mojada.
Ella era diferente, no era una persona, a pesar de su desnudes su cuerpo no presentaba cosas que todos tenemos. No tenía ombligo, sus pechos no presentaban pezones, aunque sí un pecho amplio, su entrepierna era inerte y sin ninguna señal de tener un sistema reproductor.

Era como un maniquí, pero como si viera a una persona, su mezcla rara era intensa. Ver algo común pero diferente da mucho miedo, no reconocer lo habitual, pero saber que es algo parecidamente normal. Era como ver un backroom encarnado por una persona.

Llantos abundan en su ser, gotas de amargura y sufrimiento despejaban su camino hacia el destino incierto. La vista borrosa hacía perder la noción del lugar. El no quería llorar, ya que tenía miedo de parpadear, pero como si de un niño pequeño se tratase el solo podía sufrir con llantos de dolor en su alma atemorizada. Sabía que no vendría nadie, sus abuelos llegarán mañana por la noche y no tenía ningún amigo con el que pudiera contar. Estaba solo, arrepentido de sus decisiones, de no poder vivir una vida normal, de no haber sabido lo que es querer a un amigo o tener una novia.

Sin que se diera cuenta, en medio de su sufrimiento dejó de ver, dejó de sentir y una paz hizo que todo su pesar y dolor pararan. Pero era algo raro, era como si su madre lo acurrucarse en sus brazos, el calor de alguien seguro era algo que no conocía y su mentalidad volvió en sí mismo. Ese control mental raro, que lo hizo sentirse bien, por primera vez en su vida, lo despertó de ese mismo trance. Viendo que la mujer ya no estaba en la caja, estaba detrás de él, lo abrazaba desde su espalda, inmovilizando sus brazos y luego un susurro en el oído hizo que fuera su mente.

-Ahora tienes un propósito.

Se levantó del suelo, tomó la caja y salió de la casa. Ya no era él, su cuerpo no le pertenecía, sus pupilas desaparecieron. Camino toda la noche y el día siguiente, hasta que ya era domingo por la noche, llegó a una casa, tocó la puerta hasta que escucho que alguien estaba llegando a abrirla. La dejó en la puerta y se fue lo más rápido posible, una mujer abrió la puerta, miró para todos lados y se llevó para adentro la caja.

LIBRO DE SHOT'S: «EL ABISMO» (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora