Prólogo

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El día que la humanidad olvidó de golpe todo lo que fue, vivió y sintió empezó como un día normal, como cualquier otro, al menos para la mayoría de la gente. 

Todas las investigaciones, todos los cálculos y experimentos para evitar los daños que pudiera provocar la gran tormenta solar que se avecinaba no sirvieron de nada. Nadie fue capaz de saber cómo parar un evento cósmico de esa magnitud ni cómo evitar que inutilizara toda la tecnología creada por el hombre. Así que, sin más, unos meses antes, dejaron de buscar solución al problema y se limitaron a dejar que pasara. Todas esas investigaciones se hicieron en secreto y jamás salió a la luz pública que un fatal evento cósmico se avecinaba, por aquello de no adelantar el apocalipsis supongo. Si, alguna información se filtró, pero fue fácil catalogarla como una gran teoría de la conspiración en un mundo repleto de noticias falsas y gente que anuncia el fin del mundo día sí y día también. Así que cuando el Sol decidió expulsar una cantidad de energía jamás vista, directamente hacía la tierra, a la gente la cogió yendo a trabajar, comprando el pan o viendo un Tik Tok sobre cómo sobrevivir a una invasión zombi. 

Una tormenta solar, o tormenta geomagnética, es una perturbación de la magnetósfera terrestre causada por una eyección de masa coronaria solar interactuando con el campo magnético de la tierra.  Lo asociaban con algo que podría afectar a las comunicaciones, los satélites o a la multitud de aparatos electrónicos que usamos cada día en caso de que la expulsión de plasma caliente por parte del Sol sea notable. Pero de saber que todo eso solo era una pequeña parte del daño que podría hacer a nuestra sociedad quizás se hubiera invertido muchísimo más tiempo y dinero para evitarlo. Al menos, algo más que realizar algunos estudios en universidades, pruebas científicas con financiación insuficiente y una cumbre internacional en la que lo más importante era que hubiera un buen catering.

Desde que el Sol entró en un periodo de actividad jamás antes registrado, la comunidad científica se dividió entre los que imaginaban un mundo postapocalíptico sin móviles, ordenadores, lavavajillas o tostadoras y los que creían que algo así no podría pasar jamás, que todo quedaría en un gran susto. 

Pero lo peor fue que nadie, absolutamente nadie, tuvo en cuenta lo más importante. Sí ya es una gran putada volver a un mundo sin internet en el que no puedes presumir de cualquier chorrada porque el Sol ha decidió dejarte sin internet o en el que tienes que lavar tu ropa a mano por que la lavadora ha quedado frita, imagínate si además no recuerdas cómo usar nada de lo que tienes a tu alrededor ni comprendes por qué demonios está todo eso ahí.  

Y es que nadie llegó a imaginar que también estaba amenazado el chip más importante para el ser humano. Ese que emite millones de impulsos eléctricos cada fracción segundo, interconectado con miles de millones de pequeñas partículas llamadas neuronas, capaces de reproducir imagen, sonido, olor, angustia o alegría.  Ese que es capaz de imaginar lugares en los que no ha estado y gente a la que no ha conocido. 

Nadie tuvo en cuenta que nuestro cerebro es el mayor dispositivo electrónico jamás creado, y que una tormenta solar podría freírlo igual que a un Xiaomi Redmi 12. 

Tal como indicaban las predicciones la gran tormenta solar tuvo comienzo El 16 de Marzo de 2025 dejando más que cortas cualquiera de las previsiones y los estudios que se habían realizado. 

El fin del mundo, o el comienzo, según como se mire, empezó con espectáculo precioso. Se llegaron a ver auroras hasta en el Ecuador, incluso en zonas en las que era de día se veían claramente danzar las ondas verdes provocadas por los iones provenientes del Sol. Fue como el gran espectáculo de clausura de la sociedad humana hasta la fecha. Duró poco. En menos de un minuto todo aparato eléctrico dejó de funcionar: móviles, televisiones, todo tipo de electrodomésticos, coches, aviones, centrales eléctricas...Absolutamente todo. En un instante la humanidad retrocedió tecnológicamente 200 años.   

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