╰┈➤cap. ocho

183 25 1
                                    

ataque


LA NOCHE CAYÓ.

El fuego ardía iluminando los rostros de las personas sentadas alrededor de la fogata. Era una noche distinta a otras, coincidían con el ambiente relajado que había. Jane sostenía un plato con pescado, y rió de algo que le decía Amy, una tontería como siempre.

Parecía una noche pacífica.

—Es la mejor comida que he comido en días —masticó Jane. —Tienes que enseñarme a pescar cuanto antes.

Amy asintió, sonriente. —Podemos empezar mañana.

—Tengo que preguntarte, amigo —la voz de Morales hizo que Jane lo mirara. Este sonreía mirando a Dale. —Me está volviendo loco.

—¿Qué? —preguntó Dale, sonriente también.

—El reloj. —respondió Morales.

Dale observó su reloj en su muñeca. —¿Qué tiene mi reloj?

—Te veo todos los días, a la misma hora, dándole cuerda a esa hora —respondió Morales. Andrea lo señaló, dándole la razón, ella también lo había notado. Como varios allí. —Como un cura dando misa.

—Yo también me lo he preguntado —habló Jacqui.

—No entiendo el punto —dijo Dale simplemente.

—A menos que haya visto mal, el mundo parece haberse acabado —dice Jacqui. —O al menos frenado por un buen tiempo.

—Pero ahí estás tú, todos los días, dándole cuerda a ese tonto reloj —continuó Morales.

Jane masticó otro pedazo de pescado antes de hablar. 

—¿Qué es tan importante? —preguntó Jane, mirando con curiosidad el reloj.

—El tiempo... es importante registrarlo, ¿o no? Al menos en los días. ¿No te parece, Andrea? —le contestó Dale y al ver que esta negaba, continuó. —Me gusta... lo que le dijo un padre a su hijo cuando le dio un reloj que se había pasado por generaciones. Le dijo: "Te doy el mausoleo de todas las esperanzas y los deseos, que no se adaptará a tus necesidades individuales mejor de lo que se adaptó a las mías ni a las de mi padre antes que yo. Te lo doy no para que recuerdes el tiempo, sino para que puedas olvidar por un momento, de vez en cuando, y no malgastar todo tu aliento intentando conquistarlo"

Y así finalizó Dale, mientras todos le ponían atención a sus palabras. Hubo un silencio, hasta que Amy lo rompió.

—Eres muy raro —soltó Amy haciendo que Jane a su lado, largará una pequeña risa y contagiará a los demás.

—No es mío. Es de Faulkner William —se rió Dale. —Tal vez fue mi mal parafraseo.

—¿Quién es ese? —susurró Amy entre risas hacia Jane. Ella solo negó, divertida.

—Nadie importante —bromeó. —Solo ganó un Premio Nobel.

Amy sonrió mientras se ponía de pie. Le indicó a Jane que iría al baño. Al pararse, se ganó una mirada de su hermana, Andrea.

—¿A dónde vas? —preguntó Andrea.

—Tengo que orinar —dijo Amy un poco más bajo e incómoda. —Cielos, uno intenta ser discreto.

Eso hizo reír a todos, Jane se acomodó en su lugar y dejó el plato de lado. Había terminado y se sentía satisfecha. A pesar de que la noche estaba hermosa, el sueño parecía llegar a su cuerpo y quería irse a dormir.

GRIMES [the walking dead]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora