Campanada.

1 0 0
                                    

Diecisiete campanadas suenan, cada uno con un tono diferente; la primera campanada anuncia; "Alégrate, pues los tiempos corren y no te detuviste."
Hay más tiempo que vida, contesto... aunque quiera terminar mi vida en este tiempo.

La segunda campanada, un poco más alto repiquetea: "Ya no debes mirar atrás, pues un nuevo futuro vendrá."
El problema es que no viene; tengo que buscarlo, y tengo la testarudez de esperarlo, pues hay pasión para las cosas, pero éstas no están.

La tercera campanada suena en un viene y va que dice en susurros comprometedores: "Viene ya, aquel amigo con el que vas a disfrutar pero quien más te hará rezar"
Y veo a mi nuevo compañero de cuarto y mente, el omnipresente con ojos verdes, me sonríe porque está en todas partes menos a mi lado.

He ahí la cuarta; insistente que no para, repite y repite cada vez: ¿Qué vas a hacer? ¿Qué vas a hacer?
Diecisiete campanadas suenan será un nuevo inicio o la misma piedra no hay opción sino seguir todavía no sé decidir si la farmacia queda cerca o el cementerio muy lejos.

Quinta, quinta campanada; nunca dice nada, silenciosa y sin ganas, me tira una cuerda pero no es para agarrarla.

La sexta mueve mis tímpanos dieciséis veces con los ecos del año pasado: "Sh sh, dieciséis deseos no pudiste lograr ¿como en 17 desiertos podrás avanzar?"
No hay agua para hidratar la flor de la juventud, no hay tierra donde sembrar la semilla de la actitud, y el cielo azul nunca vio la nube negra que es la voz.

Siete campanadas escucho ya; siete como el número de los ladrones, les grito: "Devuelvanme mis sueños de hace 10 años"
Siete campanadas como los siete años de mala suerte por romper un espejo, les reclamó: "Nunca rompí un plato ¿porque tengo tantas heridas en mis manos?"
Siete campanadas como el número siete de la buena suerte, no digo nada, porque de lo malo puedo asegurar pero del bueno tengo dudas ¿como pedir ayuda?

Ocho campanadas, infinitas que causan tiritas en mi alma, pues recuerdo su peculiar forma y se desvanece mi calma, ocho campanadas y ocho planetas, ocho infancias y ocho pecados, ocho oportunidades y una sola mano. Pienso, pienso, pienso, pero nunca siento. Es un pecado que suenen ocho campanadas si el infinito no las acompaña.

Nueve din-don, don-din, nunca supe que decir o quizás sí, no soy oro para tener valor les digo a las nueve, ellas sonrien diciendo que me alivie, aún hay tiempo ¡que tormento!

Diez campanadas como lo que nunca fui, diez veces bonita o mejor. Oh, número fastidioso me mira vanidoso mostrando su esplendor, se queja en voz alta diciendo con fevor: "No hay relación entre usted y yo, mejor termine esto ¡Por Dios!" No me asociaron con el diez ni siquiera al revés, ni una sola vez.

Once, once, once, dos veces uno y no ser más; eso es lo nos iguala a nosotros ¿dos?, once campanadas se desgastaran en el sonido de mi miseria, nada más.

Doce campanadas, suenan delicadas por eso las quiero rayar, es algo que jamás podré lograr. Mírame, mirame Dios, para ti es fácil decir: "Vendrá algo mejor" Mientras tanto escucha mi dolor, no encontraras nada peor.

Trece veces la campana se rompió pues el número no quiso sonar; del mismo modo que ya no quiero soñar. Tal vez el trece y yo tengamos alguna conexión, pero éste sonríe burlón: "¿Acaso ya tienes razón? Soy malo pero con un argumento, tu no eres nada teniéndolo todo para serlo" me lanza en la cara su veneno de traición.

Catorce campanazos, catorce campanadas, catarsis.
Muy lejos queda la vida, la muerte me mira con complacencia quiero huir pero lo confundo con herir, no termino haciendo ninguno de los dos; mi catarsis soy yo.

Quince campanadas no quiero escuchar, mi vida nunca fue normal "¿Donde esta la princesita a la que debo acompañar?" Preguntan ellas con alegría, me ven y tambalean "Oh, quizás la vida no tenga idea, esta dormida por eso la pasó deprisa y no le dio el don que se requería", quince pastillas quizás en este cuerpo encontrarán, en la que la belleza no brilló cuando los quince repiques se escuchó.

Dieciséis número cruel, con pasos finos sonó la campana recordándome que ya no existe nada. Que el crecimiento debió detenerse y admirar la obra, más nunca avanzó y no queda otra, llorar dieciséis veces por el pasado porque en el futuro ya tenía diecisiete.

Diecisiete campanadas acaban de sonar, serán inmortal?, "¡No hay que retornar!" Me animan algunas, pero diecisiete equipajes llevo ya, pero ninguna quiero echar. La vida me dice: Dame diecisiete años más para triunfar. La ignoro, noescucho, enojada, como todos aquellos lo hicieron conmigo en un momento. Abandonarme a diecisiete pasos del futuro y ver lo que me perdí, no sentir arrepentimiento me hace ver que el verdadero sentimiento desapareció, que ya no hay razón...

Nunca Lo Verás. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora