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Patroclo miraba sus notificaciones con curiosidad, anhelaba recibir un nuevo mensaje del rubio para poder disculparse por lo intenso que había sido el día anterior. Estaba seguro que una disculpa corta como un <Hola, perdón por lo de ayer> junto a un sticker de gato formal, sería la manera más correcta de que no pensara que era un desesperado por atención. Pero el día llego y luego la hora de marchar a la escuela; si no podía disculparse con él por mensaje, lo haría en persona.

Briseida levantó su mano mientras le sonreía amable, Patroclo se sentía agradecido de que a tan solo unos cuantos días de iniciar el ciclo escolar, él lograra conseguir una amiga que probablemente sería la única en toda la preparatoria. No dudó ni un instante en caminar hasta el asiento al lado de Briseida, el cual ella misma le había estado apartando hasta su llegada.

—Buenos días. ¿Por qué te ves tan tenso? —Sabía que su reciente amigo era tímido, pero nunca le había visto así de incómodo de existir.

—Cometí un ligero error ayer y quisiera compensarlo, pero ahora que estoy aquí, no creo que pueda hacerlo.

—¿Por qué lo dices? ¿Qué clase de error fue?

—Me tomé demasiadas confianzas con alguien que no debía. Estoy muy apenado y estoy seguro de que no querrá saber de mí nunca más. —Patroclo volvió su mirada a Aquiles por un momento, él se encontraba al fondo y nuevamente, como si estuviera consciente de ser observado, regresó a verlo antes de sonreír—. Oh, maldición...

—¿Te refieres a Aquiles? Pues, si no puedes hacerlo tú, parece que él sí quiere.

Patroclo no sabía cómo reaccionar y antes de que pudiera huir del salón, el rubio ya estaba a su lado, sonriente y con planes de iniciar una conversación.

—Patroclo, Briseida, ¿qué tal? Quiero agradecerle a ambos por su ayuda con mi tarea de matemáticas.

—No tienes que agradecerme nada —Abrazó a su inmóvil amigo y apuntó con entusiasmo—. Patroclo es el verdadero héroe aquí, ¿cierto?

—Lo es. —Aquiles encogió su sonrisa por un momento, Patroclo parecía incómodo y totalmente serio—. Lamento si interrumpí, no quería molestarlos.

Briseida estaba segura de que Patroclo era un completo tonto para socializar, pero que su cuerpo se congelara de aquella forma no era normal.

—Para nada, Patroclo está feliz de ayudar y ahora mismo quería disculparse por algo, ¿no es así, Pat? —Lo obligó a mover su rígido cuerpo en un intento de que dejara de verse como un estúpido.

—Sí, yo... —Patroclo estaba seguro de que vomitaría de la ansiedad, jamás creyó que intentar entablar una conversación con Aquiles le resultara tan difícil. Ni siquiera Briseida le había costado, ¿por qué él sí?—. Quería disculparme, ayer fui muy insistente con un tema nada que ver.

Patroclo no supo modular su tono de voz, lo que él creyó que sonaría como alguien arrepentido, en realidad sonaba como alguien que odiaba a la persona con la que habla. Briseida dio un grito en su interior, su amigo no podía verse de otra forma que no fuera un robot.

Aquiles apagó su sonrisa, en su lugar, una expresión de incomodidad afloró en su rostro. Patroclo no entendía qué había hecho mal, pero tampoco se atrevió a abrir la boca para decir algo más.

—No... No importa. —Levantó la mirada y retrocedió unos paso—. Bueno, fue un gusto, chicos. Nos vemos luego. —Y se alejó, confundido entre si el Patroclo entusiasmado y alegre con el que había hablado el día anterior era realmente el Patroclo que, frente a frente, parecía odiarlo con todo su ser.

Briseida dejó de sonreír para mirar al moreno con una expresión de horror.

—¿Qué diablos te pasa, Patroclo? Más que disculpas, parecía que querías advertirle que deseas asesinarlo. Cambia esa cara, das miedo.

Puntos a desfavor [Patroquiles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora