Ahora sé desde cuándo estuvo ahí y qué es lo que buscaba. El hombre simplemente permaneció parado en frente de mi casa. Yo, en cambio, lo podía ver desde el apolillado asiento de la mesa. Era un hombre como de cincuenta años, blanco, de mediana estatura. Estaba vestido con un traje negro y un sombrero del mismo color que lograba ocultarle la mitad de los ojos. No demostraba gesto alguno, sin embargo la rigidez de su cuerpo y de su mandíbula, le otorgaban un aspecto sentencioso y grave. Estoy seguro que cualquiera que lo hubiese mirado, hubiera visto en él una expresión de fatalidad. Pero no fue así. Aquella tarde de principios de noviembre, nadie cruzó por la ensombrecida Santa Fe. Lo único visible en medio de la calle, fue aquel hombre que miraba incesante hacia el interior de mi casa.
Al principio, para ser honesto, no le di importancia. Yo pensé que el hombre era un extranjero que se había desorientado, pero al llegar la noche y descubrir que el hombre seguía allí, me asombré muchísimo. Me dirigí de prisa a cerrar las cortinas de las ventanas y a encender las luces. Yo sabía que con ese gesto le estaba avisando de mi presencia, pero el hombre no pareció entender. Por un pequeño agujero entre las cortinas, pude observar cómo el hombre no se alejaba. El agujero no era muy grande, pero me permitía observar desde los pies hasta los hombros: Los zapatos negros, el pantalón oscuro, la camisa cerrada, el abrigo igualmente del mismo color. Y el hombre permanecía parado, inmóvil, a mitad de la calle, volteado hacia el interior de mi casa. Por eso, armándome de valor, decidí salir a buscarlo. Rápidamente me amarré los zapatos y salí por la puerta hasta avanzar unos pasos. Disculpe -le dije al extraño hombre- ¿Se le ofrece algo? En aquel punto todo cambió: un convulso movimiento comenzó a producirse en el cielo. Todas las cosas sensibles empezaron a desvanecerse, a perder su color, las nubes, los árboles, las casas, el viento, el polvo, el suelo; y yo que estaba parado frente al hombre, no podía dejar de observarlo, de fijarme en sus terribles ojos y sentir cómo mi cuerpo, poco a poco, comenzaba a desprenderse, a desollarme hasta perder el conocimiento.
Ahora dolorosamente entiendo lo que sucedió después. Aquella tarde de principios de noviembre, la puerta de la casa y las ventanas estuvieron cerradas. Y el extraño hombre de traje negro continuó mirando, sentado e impasible, desde el apolillado asiento de la mesa.

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Intempestivo
HorrorIntempestivo es una selección de nueve relatos breves pertenecientes al género fantástico, en donde se explora lo Otro, la alteridad, desde distintas perspectivas, siempre en atmósferas de misterio y de horror. También, la selección de relatos juega...