Capítulo 1 (Sin corregir)

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Me di cuenta de que no era muy normal cuando la pintura azul de la flor empezó a salirse del papel; fluyó hacia arriba como gotas de lluvia que regresan a las nubes y a buena distancia de la hoja, se formó la flor que había dibujado.

Se quedó ahí, flotando mientras el reloj se detenía, ¿Qué clase de habilidad era esta? Ni mi madre ni mi hermana la tenían, o siquiera el abuelo.

¿Habría venido incluida con las prótesis para mis manos?

Moví los mecánicos y pálidos dedos, quiero decir, mis mecánicos y pálidos dedos, intentando asimilar que ahora eran míos, aunque apenas sintiera algo más allá del movimiento y el aún reciente dolor que mis verdaderas manos habían dejado como recuerdo.

—¡Mika! —escuché, sin distinguir si era la voz de mi madre o de mi hermana. Entraba desde la puerta del invernadero, bastante lejos de donde estaba yo.

Rápidamente golpeteé al aire con la intención de deshacer la flor, pero al tocarle me di cuenta de que era completamente real, quiero decir, no real de que por naturaleza estuviese ahí, sino real de... de que era una flor, no un dibujo flotante. O quizá también era un dibujo flotante.

—¡Mika! —volví a escuchar, esta vez supe que era mi hermana, una enojada hermana. Me levanté del cajón en el que estaba dibujando y tomé la flotante flor-dibujo-artefacto-obra mágica, y la puse sobre la madera.

—Ya voy, Sazalyth. —respondí. Caminé medio torpe entre los tallos que acababa de cortar, intentando no pisar ninguno.

—Chen está esperándote. —anunció una vez la tuve enfrente. Salí tras ella jugando con el camino de piedra. Bajamos hasta la casa y él estaba sentado entre las macetas de mi madre.

—He descubierto algo raro. —hablé, antes de que siquiera pudiese decirme cualquier cosa.

—Hola. —saludó, siguiéndome de vuelta al invernadero. Ya dentro, tomé una hoja de la libreta y dibujé la misma flor que estaba sobre el cajón, sin embargo, esta vez no pasó nada distinto.

—Atch. —me quejé.

—Es un dibujo muy bueno, me alegra que te estés acostumbrando a las prótesis. —, puso su mano sobre mi hombro.

—¡No, Chen! Esta flor —, la tomé—, no existía y yo la dibujé, luego flotó y se hizo de verdad. —expliqué, esperando que mi mejor amigo no me tachara de loca.

—De acuerdo —dijo, inexpresivo—, ¿Sabes cuál era la magia de tu padre?

—No —admití—, por ahora no digas nada —dije resignada, al ver que no pude replicar mi primer acto—, ¿Qué querías?

—Yo también me alegro de verte —renegó—. Te buscan en el pueblo, ¿Crees poder volver a trabajar? —, sus orejas se movieron mientras esperaba mi respuesta, hacia eso cuando sentía que había preguntado o dicho algo indebido.

—Por supuesto, para algo hice estas manos.

Bajamos al pueblo usando las rampas en lugar de las escaleras, con una tabla para deslizarnos.

Una vez estando entre los puestos del mercado, nos dirigimos a mi antiguo local, donde había una señora medio robusta con uno de mis trabajos en mano, quiero decir, sostenía un brazo mecánico con el suyo natural.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, dándole el paso.

—Buenos días. —saludó Chen, regañándome con la mirada.

—Se me perdió un tornillo. —respondió. Vi la prótesis blanca, con sus respectivos tornillos hechos con los tallos de la planta Parion, pero tenía una parte con otros materiales ajenos a los que yo usaba.

—¿Con quién llevó esto? —pregunté.

—Luego de tu accidente, busqué otro mecánico —se avergonzó—¸ no quería molestarte luego de...

—Señora, no se me arruinó la vida, no se preocupe —mostré mis manos mientras movía los dedos—, ahora me consta que hago un buen trabajo —, sonreí.

—En este pueblo no se permiten los soldados, de no ser por mi descuido... —, miré con más detalle su ropa, era una guardia.

—Quitaré lo que puso el otro mecánico, mi trabajo no es compatible con el de un mecánico normal —expliqué—, los tornillos de Parion se pudren con el metal, quizá más que perder uno, se desintegró. Y podría cambiar todo por metal y acero, pero eso arruinaría las terminaciones nerviosas que aún responden en su cuerpo.

Aparte es poco estético. Pensé.

La mujer se sentó frente a mi área de trabajo, al parecer iba a quedarse a hacerme compañía mientras trabajaba en su brazo. Mandé a Chen de vuelta al invernadero para que recogiera los tallos de Parion que dejé regados porque ya no tenia en el local.

Tomé una navaja para darle forma a los "músculos" superiores del brazo; los hacía por separado y luego los unía con otra planta llamada Gatis. Era hermoso a mi parecer, el contraste blanco de la madera Pades, los hilos de Gatis y los tornillos de Parion.

—No fue un soldado de Artelia —expliqué raspando la madera—. Era una criatura que jamás había visto, de piel carbonizada y cuarteaduras de fuego —, cocí la Pades con cuidado de no dañar lo que ya estaba hecho—. Su espada ni siquiera provenía de ningún reino vecino. Jamás había visto ropa como esa ni entendí su idioma. Espero que simplemente jamás se tope a una criatura así.

Me quedé callada cuando Chen apareció y de ahí en más, sólo me limité a fabricar los tornillos y ponerlos en su lugar. Una vez terminé la prótesis, me dediqué a ponérsela, lo cual fue más difícil de lo que habría esperado.

—¿Segura que puedes? —preguntó Chen.

—Creo que le va a doler más que cuando tenía manos. —advertí. La señora asintió, preparada mentalmente para que conectara los nervios con su nuevo brazo. Se descubrió el hombro y puso una corteza de madera en su boca; aunque eso ya me pareció exagerado, no podía saber que tanto iba a doler cuando era la primera vez que hacía esto desde aquello.

Tomé los hilos de Gatis y los enterré con todo el cuidado que pude, en la piel de la mujer. Los hilos se conectaron naturalmente con sus nervios entrando como si tuvieran vida propia al cuerpo de la señora.

—Fue menos doloroso de lo que pensé. —admitió.

Claro, tampoco soy una bruta. Me quejé internamente.

Cuando salió del local, ya estaba metiéndose el sol. Chen y yo caminamos de vuelta a mi casa, donde seguramente me esperaba un buen regaño por haber salido sin comer, peor aún, por haber secuestrado a Chen sin invitarlo a comer.

—¿Qué le contabas a la guardia? —preguntó antes de que abriera la puerta.

—De la criatura que me cortó las manos de un tajo y desapareció. 

Los celestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora