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« Cada cosa que amas, es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente. »

Fran Kafka (paráfrasis)

Katsuki Bakugo, que se quedó sin padre a los nueve años, no esperaba encontrar su respuesta a la vida a los diesci tantos años, tenía una vida plena y contaba con muchos atributos pero, allí se encontraba, de nuevo. Sentía todo tan gélido como la primera vez qué ocurrió. Sus manos apretaban con fuerza la camisa de ese indefenso chico, sentía el cuerpo de este temblar bajo sus atemorizaciones, no era la primera vez que esto ocurria en sí, él mismo recuerda que era como estar envuelto en un ciclo, el peliverde se acercaba, les dirigía una palabra, él se enfurecia, le gritaba, lo golpeaba y se iba, aveces incluso nisiquiera murmuraba algo, que podía decir, Katsuki no se sentía orgulloso de esto.

¡PUM!

Fue el sonido de su cuerpo luego de caer de su cómoda cama, frotó su brazo derecho tratando de apaciguar el dolor del golpe y cobro conciencia, estaba sudado y agitado «como un cerdo» pensó, tensando la mandíbula, había tenido otra vez ese sueño sobre el pasado, la culpa lo invadió de inmediato
–Izuku–dijo, pero aquello salío casi en un murmullo, suave y delicado
Él joven de apariencia descabellada dirigio sus ojos hacia un reloj que estaba sobre un escritorio, abrió sus ojos con hilarante sorpresa al comprobar que se había quedado profundamente dormido.

Bakugo tallo sus ojos con pereza, cruzó hacia el fregadero y llenó la pila de agua caliente. Se quitó la parte superior de el pijama y se lavó. A pesar del frío, había sudado como cerdo y a eso olía, a cerdo.
Sacó del refigerador restos de comida del día anterior y los metió dentro de un pote azul con dibujos muy infantiles, lo metió dentro de su bolso y salío de su hogar rumba a la secundaria.

Debe admitir que su trayectoria a la secundaria solía alargarla más de lo debido, le era imposible no distraerse con algún negocio ilegal -costumbre que su madre odiaba-, mientras seguía su no muy agradable rutina diaria se topó con un sujeto nuevo en aquel barrio, era un hombre, de no más de uno setenta, con un disfraz oscuro, no se distinguía su rostro y en el piso tenía, tendidos, varios juegos de mesa.

«Diablos, amo los juegos de mesa–pensaba katsuki–. Pero ya voy muy tarde será para otro día».
Tenía toda la intención de seguir su trayecto pero el desconocido de apariencia extraña lo llamó, farfullando.

–¡Jovén!, acérquese hoy tenemos buenos precios con un ochenta por ciento de descuento

A katsuki le pareció extraño, la voz de aquel individuo sonaba extraña, tétrica, pero lo tentaron los precios. Curioso, se acercó a echar un vistazo a los juegos, puso su vista en uno bastante particular, con el nombre de haz tus deseos reales, no era más que un tablero con dados y casillas, el vendedor al notar a donde se había desviado su atención, volvió a farfullar.
–Tiene muy buen ojo, jovén, es mi mejor juego, cumplirá con sus expectativas, créame.
–Cuánto por el, viejo.
–Oh, nada jovén, el primero es gratis, después de todo, volverás –dijo el desconocido–. Tome, tome.

Una bolsa negra con el juego en su interior fue empujada a su pecho, Katsuki la tomó, estaba dispuesto a preguntar la razón o el porqué pero ya iba demasiado tardé y tenía prisa, se despidió agachando la cabeza en forma de agradecimiento y se fue corriendo.
Al llegar al instituto, lo reprendió el director, la consejera y el maestro, dándole un ultimatum de que si volvía a llegar tarde, lo expulsarían. Acató las palabras de sus mayores a regañadientes y se dirigio a su clase.

Se mantuvo sereno durante todas sus clases, algunos jóvenes de su edad le hablaban para pedirle favores o comida, a él solo le importaba observar atentanmente a izuku, él peliverde estaba solo. Como siempre, callado y con su mirada atenta en un comic que tenía en las manos.
Hace ya unos meses que katsuki había tomado conciencia de sus emociones, dejó de molestar al joven peliverde y pidió a sus compañeros de una forma amable que también dejaran de hacerlo.

«Quiero hablar con él» , pensó haciendo una mueca de frustración, toco sus dedos entre si durante unos minutos reflexionando sobre la mejor forma de llamar la atención del jovén pecoso.
Llegó a la no muy confiable conclusión de que para llamar la atención del joven, necesitaba quitarle ese comic que tanto lo retraia del mundo

Recorrió el estrecho pasillo de baldosas blancas hasta el lugar del pecoso, y cómo si de algo propio se tratase le arrebató el comic de la manos y siguio su camino hasta la salida del salón, pudo escuchar un »¡Kacchan!« , pero eso solo lo motivo más y comenzó a correr hasta llegar a un salón vacío de el instituto, dentro solo habían un par de balones y colchas acomodadas por aquí y allá, tomó asiento en el frío suelo y soltó el aire que retenia en sus pulmones.
Finalmente dirigio su mirada para ver el comic, soltó una risa al ver el nombre diez consejos de Einstein para el éxito.

–Qué nerd.– murmuro sonriendo de lado. la puerta a su espalda fue abierta, dejando ver a un exaltado Izuku, dirigió su mirada a la suya y katsuki pudo notar como se ponia tenso.
–Ka..cchan, eso es mío–dijo él con voz tartamudeante.
–¿JA?, crees que no lo sé, tonto nerd.–dijo, levantandose y empujando el comic al pecho del pecoso.
Izuku lo tomó con cuidado, nervioso y confuso a la vez, inclinó su cabeza para demostrarlo.

Katsuki desvío su mirada y dio mediavuelta para contemplar hacía el hermoso paisaje invernal que se presentaba tras de el cristal empañado, titubeó un momento antés de hablar, no sabía si lo que hacia era correcto, no sabia porque lo hacia, pero si sabia que el arrepentimiento siempre carcomía su interior, como un parásito, lleno de hambre.

–Solo quería saber como estabas, deku.
–Yo..um, estoy bien kacchan, ya sabes agradezco qué hayas decidido cambiar y no intimidarme, es un gesto considerado de tu parte.–dijo Izuku, su voz era baja, timida, quebradiza.

Katsuki nego con la cabeza y dando media vuelta decidió confrontarlo, por primera vez, mirándolo a los ojos, estaba intentando con todas sus fuerzas ser valiente, derrotar sus más grandes miedos. Pero el no era eso, no era fuerte, no era valiente, no era emocional, tenía sus razones por supuesto, así que simplemente habló
–Sabes Izuku, yo..no quiero que seas una estrella fugaz, quiero que seas mi deseo.-
Y como si nada hubiera sucedido en aquel oscuro y frío cuarto de cuatro paredes, se fue, dejando a un Izuku aun más confundido.
Solo esas cuatro paredes lo sabían.

El resto de su tarde transcurrió con normalidad, algunos llamados por aquí, degusto los deliciosos restos de una comida fría del día pasado, y al toque que indicaba que era el fin de su horario escolar, se fue. Como viento en popa, al llegar a su hogar se desprendió de la incomoda ropa escolar, se colocó su pijama y puso a hervir un poco de agua caliente en un hervidor de color grisaseo.

Solo se podía oir el muy fuerte sonido de su música rock a todo volumen, de repente le vino el recuerdo del juego que habia comprado esa mañana al «viejo arrugado». Se dirigio a su habitación para sacarlo de la bolsa negra, lo observó detenidamente y leyó el folleto de instrucciones para saber como jugar, cumple tus sueños, crea tu mundo y blah, blah...él juego era simple, sólo tenía que lanzar los dados y dependiendo de en qué casilla del tablero cayeran, era un castigo o un premio, la idea era llegar a la casilla dorada para poder pedir su »más grande deseo«, Katsuki falló en mínimo diez casillas antés de que los estupidos dados según el, decidieran darle el numero tres y finalmente llegar a la casilla dorada.
Estuvo reflexionando por unos segundos, antés de pedir su deseo, y una vez hecho «Esto es pura mierda», pensó, poniendo una expresión retraida en su rostro, tomó el tablero en ambas manos y lo arrojó a algún lugar de la habitación, furioso y agotado decidió acostarse en la cama y dormir, necesitaba recargar energías para él día siguiente.

Mientras trataba de conciliar el sueño Katsuki pensó, «Esos juegos no sirven para nada, no son más que estafas de compraventa, jodido vendedor ambulante» y finalmente cayó en los brazos de morfeo.





Los deseos no se cumplen, ¿O sí?





–¿Dónde estoy?. –Fue lo primero que dijo Katsuki al despertar de su siesta.

The Gaməs [DKBK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora