Capítulo 1

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Escribir se ha convertido en mi momento especial, me permite liberar los 'hubiera' y crear historias que, si dependieran de ti, se convertirían en maravillosas experiencias.

Era tarde y andaba despeinada, sin maquillaje y con ropa casual. Casual, una palabra que me resulta difícil pronunciar, porque duele saber que una palabra puede arruinar tanto.

En medio del caos mental por encontrar un taxi, un mensaje me hizo darme cuenta de que estabas observándome desde un autobús. Ojalá nunca me hubieras escrito, porque ya había dado por sentado la idea de encontrar a alguien con quien conectar. Conexión, otra palabra equivocada, porque no se puede tener conexión solo de una parte, se necesitan ambas, la positiva y la negativa. Así es como funciona la conexión, lo que falta a uno lo tiene el otro y viceversa.

Continuando con el relato, recibí un mensaje que decía "¿Trabajas por Cartagena?". Era de un chico, y para darles contexto sobre él, les contaré una breve pero intensa relación de 3 días.

Día uno, lo vi entrar a la clase de inglés. Era la segunda vez que tomaba ese curso porque no me gustaba asistir, pero eso no podía aplicarse contigo. Al verte entrar, sentí algo abrumador, creo que esa es la palabra que describe mi emoción, especialmente cuando supe que te llamabas Rafael. Ese nombre me recordaba a mi primer amor de colegio, ¿casualidad? No lo creo.

Suelo esperar a que un chico me escriba, pero en este caso, fui yo quien tomó la iniciativa. Fui yo quien te escribió, quien coqueteó contigo, y nada. Nada. Día dos, hicimos grupo en una clase y me dijiste que irías a casa de una tía. Decidí acompañarte, sabía a lo que iba, pero entre tú y yo no pasó nada ese día, solo conversamos mucho, cantamos y nos acercamos un poco. Día tres, fue la segunda vez que fuimos a ese departamento y fue el día que todo cambió porque nos besamos y sentí tus caricias. No llegamos muy lejos porque sentí que no debía ser así. No quería que fuera así. Estabas enamorado de otra chica y yo solo era la chica que había insistido tanto para tener ese momento, pero aunque lo estaba teniendo, no era como lo quería contigo. Debía ser distinto. Al terminar ese día, los siguientes se fueron desvaneciendo, no había interés por mi parte y era obvio que no lo habría de tu parte. Así que decidí alejarme.

Sabiendo esa historia, deben entender que eras mi debilidad. Eras el imposible que tiene toda chica en su juventud. ¿Cómo me sentí? Avergonzada. Ese chico me estaba viendo después de mucho tiempo, despeinada, sin maquillaje y con un traje semi casual. Estaba aterrada, más aún porque sabía que llegaría tarde. Después de ese día, te volví a escribir.

Lo sé, no debería. La "ley de las chicas" dice que es el hombre quien debería iniciar una conversación, pero en mi cabeza creé una historia de segundas oportunidades y destino. Absurdo, lo sé, pero esa es la tercera palabra que le da sentido a este relato porque esta historia terminará pronto.

Empezamos a textearnos mucho, más yo que tú. Entré en confianza, cruzando el límite de los textos "solo amigos" a los "casuales". Al principio estaba entusiasmada. No estaba igual de interesada que años atrás, de hecho, tenía meses de haber terminado la relación más larga de mi vida, pero en 3 semanas me olvidé de todo eso. Me expuse a volver a tener el corazón roto. Porque sí, me enamoré. Dicen que donde hubo fuego, cenizas quedan. Pues sí, había pedacitos de mi historia que necesitaban que soplara fuerte para que se encendieran de nuevo. Y sin darme cuenta, ya era tarde. Lo más difícil de todo esto es que siempre fuiste claro conmigo, así que considero que no fue tu responsabilidad. Recuerdo que en nuestras conversaciones me dijiste "no te confundas, no involucremos emociones en todo esto".

Suena cruel, pero estabas siendo sincero. Habías terminado una relación difícil al igual que yo. Pero ahí estaba yo, terca y caprichosa, pensando que podría ser distinto. Hasta que empezó a dolerme y ya no era divertido, emocionante ni espontáneo. Se volvió triste, esperanzador y sin sentido. Empecé a sobreanalizar en las madrugadas, me estaba lastimando sola, y nadie era responsable más que yo. Así que un miércoles por la noche, decidí terminar con todo esto que había creado. Lo terminé sola porque tú nunca te enteraste, simplemente dejé de hablarte y, como consecuencia, tú tampoco me escribiste más. ¿Triste, verdad? Pero era lo que iba a pasar, era más que obvio.

Ahora, escuchando "Confieso" de Humbé, con una lágrima en mi rostro y escribiendo esta historia, siento que fue una experiencia que necesitaba para darme cuenta de que soy responsable de todo lo que me pasa y solo yo puedo permitir que algo me lastime desde el primer momento en el que ya no me siento bien. Responsabilidad afectiva, lo llaman, pero también aplica para uno mismo. Si no es ahí, sal de ese lugar. Si es para ti, volverá, y sino... tampoco es tan malo.

Cuando te conocí Where stories live. Discover now