Había tenido un día aburrido, así que le envié un mensaje preguntándole si tenía planes para la tarde. Me respondió que no, que tal vez podríamos encontrarnos para caminar un rato y hacer tiempo. Le dije que no tenía inconveniente y acepté. Me vino a recoger a mi trabajo, y después de muchos años, nos reencontramos. Estaba igual que siempre, sin cambios aparentes. Caminamos durante un buen rato hasta llegar a una playa. Me dijo que tenía hambre, así que entramos en una de esas tiendas de los grifos a comprar algo rápido: una galleta de vainilla y un par de bebidas embotelladas. Yo elegí un pisco, y él optó por un vodka.Llegamos a un lugar llamado el Parque de la Luna. Me dijo que ese parque tenía un significado especial para él porque le recordaba a su ex. Yo le respondí que era una gran coincidencia, porque justo en ese momento estaba profundizando en el estudio de las fases lunares y lo que significaban para mí y mi signo. El hecho de que me llevara a un lugar así lo hacía aún más especial para mí. Aunque él insistió en que era su lugar con ella, le dije que no me importaba, que para mí era algo personal. Siempre he pensado que cada persona tiene sus propios recuerdos y que uno puede tomar un recuerdo de otro para llenarlo de su propia esencia, no para cambiarlo, sino para hacerlo mejor.
Nos pusimos a jugar trivia en una aplicación de celular y conversamos de todo, desde cosas triviales como nuestros colores favoritos, hasta temas más íntimos, como la posición sexual que más nos había impresionado y con quién. Se hizo tarde y tenía que regresar a casa. Empezamos a subir las escaleras que nos guiaban hacia la avenida, donde debía tomar un taxi. En un momento, él tomó mi mano y comentó que la tenía fría, y que necesitaba calentarla. Al entrelazar sus dedos con los míos, sentí una conexión ingenua. Me ilusioné de la manera más tonta, y traté de no mirarlo directamente a los ojos.
Seguimos caminando hasta llegar a un tramo del sendero de escaleras que estaba oscuro y solitario. Se detuvo y sugirió que nos quedáramos un momento para admirar la noche y la playa. Nos paramos en un espacio que parecía un faro, y me tomó de la cintura y me besó. No les voy a negar que me gustó el beso; lo sentí tan nuestro, tan especial, hasta que me dijo: "Todo lo que pase de aquí en adelante, se queda aquí". Le respondí que no estaba dispuesta a conformarme con solo eso, a lo que él contestó: "No quiero nada serio con nadie, no me interesa. Esto es lo que soy y esto es lo que te ofrezco". Le dije que no lo volviera a hacer, porque lo que yo esperaba de alguien era construir una relación bonita, y ese tipo de encuentros no estaban incluidos en mis historias de amor.
Nos apartamos y seguimos subiendo las escaleras, aún faltaban unos cien escalones. Hicimos una segunda parada, esta vez más intensa. Me tomó de la cintura, bajó sus manos a mis piernas y me apretó contra su pecho. Sentí su corazón latir con fuerza mientras nos besábamos una y otra vez. Luego me preguntó si quería ir a otro lugar, pero le dije que no, que no quería arrepentirme de lo que estaba haciendo. Le pedí que parara porque no iba a poder seguir así. Me respondió que lo sentía y que lo mejor era irnos y no repetirlo. Cambié de tema, nerviosa, y comencé a hablar demasiado, como siempre. Le hablé de películas de terror, de otros temas, hasta que de repente me pidió que no contara a nadie lo que había sucedido en esas escaleras. Le respondí que a nadie le interesaba mi vida privada y que no tenía la intención de contarlo, pero él insistió en que ni siquiera a mis mejores amigas debía decirles. Le contesté enfadada: "Si no querías que nadie se enterara, no lo hubieras hecho". Me sentí utilizada.
Tomé un taxi y dejé de hablarle. En el camino me estuvo escribiendo, pero no le respondí. Estaba muy enfadada, me sentía confundida. No sabía lo que él realmente sentía por mí. Me preguntaba si él era así, si siempre actuaba de esa manera. Traté de justificarlo, pensando que tal vez se sentía solo y triste, y por eso buscó refugio en mí. Pero, ¿qué pasaba conmigo? ¿Por qué permití que alguien jugara con mis emociones, sabiendo que yo estaba enamorada? Entonces, me llegó un mensaje suyo diciéndome que lo sentía, que se sentía mal porque era una pésima persona, y que por favor lo disculpara. Añadió que esa sería la última vez que se comunicaría conmigo, que no quería lastimarme ni crearme expectativas de lo que no iba a pasar. Dijo que se alejaría completamente y haría su vida sin comprometer ni dañar a nadie más. Le respondí simplemente: "Ok".
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Cuando te conocí
RomanceEn la vida, a veces nos encontramos con personas que parecen destinadas a cruzarse en nuestro camino, dejando huellas imborrables en nuestra historia. Así fue como Alice, una joven apasionada por la escritura, se vio envuelta en un torbellino de emo...