Era un viernes por la tarde cuando decidí soltarlo de una vez por todas. Borré su número de mi celular, lo eliminé de WhatsApp y de todas las redes sociales, con la esperanza de olvidarlo. Sin embargo, esa misma tarde, a las 4:46, recibí un mensaje que decía "¿Estás en la oficina?". No tenía memorizado el número, pero sabía que era él. Era la única persona con la que me comunicaba por ese medio. La otra persona con la que hablaba de vez en cuando era el padre de mi hijo, pero él estaba agendado en mi teléfono y no solíamos hablar de ese tipo de cosas.
Debí haberle dicho que no, que ya me había ido, que no estaba en la oficina, pero le dije que sí. Le pregunté si estaba bien, y me respondió que no, que estaba teniendo un ataque de ansiedad y que necesitaba hablar con alguien. Me dijo que yo era la persona con la que quería abrir su corazón.
Tonta yo, por creer que todo era cierto. En realidad, lo único que quería era desahogar su apetito sexual y su tristeza por extrañar a su ex. Aprendí esto después, cuando ya era tarde. Acepté su invitación para salir, y nos encontramos. Vino a recogerme al trabajo y fuimos a caminar. Me dijo que necesitaba un lugar donde se sintiera seguro. Le sugerí un bar, pero él propuso ir a un hotel, asegurándome que no pasaría nada, que no tenía esas intenciones. Yo tampoco las tenía, así que acepté.
Ya en el hotel, nos sentamos en la cama y comenzamos a conversar mientras tomábamos unos tragos. Abrió su corazón, o al menos eso creí. Me habló de sus miedos, de la inseguridad que sentía por no tener el potencial para ser suficiente para alguien, de problemas económicos, gastos innecesarios y otras situaciones que no puedo mencionar. Me habló de la razón por la que terminó con su ex, y se quebró. Le creí, les juro que le creí cada palabra.
Luego, cambiamos de tema. Le aconsejé que volviera con ella, que las razones por las que habían terminado no eran suficientes como para acabar con algo que apenas estaba creciendo. Pero él se negó, diciendo que ya había llegado a su fin, que no había manera de reiniciar esa relación. Para él, sus amistades eran más importantes que ella. Le dije que estaba bien y que ya era hora de irme.
Me sentía un poco mareada, así que comencé a recoger mis cosas. En ese momento, sonó una canción, una salsa coqueta y sensual. Me dijo que no sabía bailar salsa, pero yo sí. Lo tomé del hombro, él me agarró de la cintura, y nos pusimos a bailar. Me sentí cómoda, me gustó. Cuando le dije que ya era suficiente, que tenía que irme, me pidió que nos quedáramos a terminar el último trago. Se sentó en la cama, y yo me paré a su lado para servirme. Entonces, me tomó de la cintura y me besó. No me resistí. Nos besamos, nos tocamos, y terminamos haciendo el amor.
Yo sí puedo decir que hice el amor, porque lo sentí tan real, tan nuestro. Era la segunda persona con la que había estado en mi vida, y me prometí a mí misma que sería la última, que con él estaría por siempre. Qué equivocada estaba. Ese momento se convirtió en la puerta que me abrió para convertirme en la mujer que soy hoy.
YOU ARE READING
Cuando te conocí
RomanceEn la vida, a veces nos encontramos con personas que parecen destinadas a cruzarse en nuestro camino, dejando huellas imborrables en nuestra historia. Así fue como Alice, una joven apasionada por la escritura, se vio envuelta en un torbellino de emo...