3. Un deseo infrenable

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Violeta observaba con asombro mientras Chiara bailaba en la pista, su transformación era evidente. La chica que apenas unas horas antes la había emocionado hasta las lágrimas ahora se movía con sensualidad y una rebeldía que encendían algo dentro de Violeta.

Chiara parecía ajena al efecto que causaba en la pelirroja, pero esta última no podía apartar los ojos de ella. Cada movimiento de Chiara enviaba una corriente electica a través de la chica, despertando instintos en su interior. La tensión sexual en el aire era palpable y Violeta se encontraba cada vez más atrapada en el hechizo de la morena.

A medida que la noche avanzaba, la temperatura de la mayor iba en aumento. La proximidad de la otra chica, su presencia magnética, despertaba un deseo ardiente en ella. Por un momento, olvido quien era y se dejó llevar por la atracción que sentía y se acercó a ella en la pista de baile.

Comenzaron a bailar juntas en la pista, muy pegadas, casi rozándose. Sus cuerpos se movían al ritmo de la música, siguiendo un juego de seducción mutua. Violeta mantenía una mirada intensa en los ojos de Chiara, mientras esta última respondía con una sonrisa traviesa.

Los movimientos de la pelinegra eran provocativos y la otra chica no podía resistirse a seguir con su juego. Con cada paso, cada giro, la tensión entre ellas aumentaba. Se acercaban y se alejaban, creando una danza de atracción y deseo.

La pelirroja se dejaba llevar por el calor del momento, sus manos se deslizaban despacio por la espalda de su acompañante, rozándola con sus uñas, acercándola a ella. Chiara respondía al contacto dejándose guiar y provocándola con movimientos sugerentes, dio media vuelta y se pegó a ella, rozándola con su culo. Podía notar su piel erizándose al paso del aliento de la pelirroja contra su cuello. Las manos de Violeta, envueltas alrededor de la cintura de la más pequeña, ejercían la presión suficiente para que no pudiese separarse. La química entre ellas era palpable, creando una energía intensa a su alrededor. En ese momento no existía nada más que ellas.

Violeta estaba a punto de explotar. A cada movimiento de Chiara su temperatura se elevaba más y el cosquilleo que sentía en la zona baja de su cuerpo era inevitable. Todos sus pensamientos estaban nublados por el profundo deseo que sentía por aquella chica y su olor desarmaba cualquier idea coherente que pudiese llegar a formular en ese momento. Sin pensarlo le mordió suavemente el lóbulo de la oreja, gesto que fue acompañado por un gemido entrecortado casi inaudible.

- Acompáñame al baño – le susurró mientras la tomaba de la mano para llevarla consigo.

Chiara no dudo ni un segundo en seguirla. En ese momento aquella mujer era dueña hasta del último de sus pensamientos, lo estaba inundando todo y seguía atrapada en el momento donde sintió el roce de sus dientes, la manera en la que todo su cuerpo fue sacudido por una descarga eléctrica que nunca antes había sentido, necesitaba más de eso.

Caminaron rápido, esquivando a todas las personas que se le cruzaban en aquel bar abarrotado hasta llegar al baño, que para su suerte estaba vacío, Violeta le puso el pestillo a la puerta y rápidamente arrincono a la pelinegra contra la misma. La miró profundamente durante unos segundos que a Chiara se le hicieron eternos y justo cuando abrió la boca para soltar un suspiro entrecortado sintió la boca de la pequeña chocar contra la suya, en un beso que solo se podría describir como salvaje.

De lo más profundo de la garganta de la mujer mayor salió un gemido gutural, que encendió todas las alarmas de la pelinegra e hizo que sus latidos comenzaran a alterarse.

Violeta quería llevar el ritmo del beso, pero su acompañante no le daba tregua, demandaba cada vez más acceso a su boca, y el contacto de sus lenguas hacia que la mayor jadeara en mitad del beso.

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