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Hasta entonces, mi vida en Whirkintown había sido normal, pero aquel día, salí de casa y me dirigí a la plaza del pueblo, pues tenía que pasar por allí para ir al mercado. Me encontré a un montón de gente, entre ellos la señora James, estaban comentando algo que había ocurrido esa misma mañana. Pregunté a la señora James qué había pasado, pero no me respondió. En su lugar, se apartó con cara seria, y dejó al descubierto un cuerpo que se encontraba tirado en el suelo: era Mark Johnson, el lechero.

-Está muerto. –dijo. Me quedé atónita: no podía ser, el lechero, muerto. Pero, ¿cómo?, ¿Por qué? Durante todos los años que había vivido yo en el pueblo, siempre había sido muy amable con todo el mundo, y no había tenido problemas de ningún tipo, así que, ¿quién lo había podido matar? Estaba claro que había sido intencionado, pues tenía un gran corte en el cuello, del que ya no manaba sangre: no era reciente.

Tras una larga charla de consolación con Margaret, la mujer de Mark, continué hacia el mercado. Ese día compré verduras y carne para hacer un estofado. Fui a casa, y preparé la comida. Devoré el estofado rápidamente, pues la noticia de la muerte de Mark me había hecho vomitar, y como tenía el estómago vacío, estaba famélica.

Por la tarde, salí a dar una vuelta, y no sé si fue adrede o no, pasé por la plaza, y encontré el cuerpo de Mark, sin barreras policiales ni protección de ningún tipo. Examiné el cuerpo, puesto que aquella mañana no había tenido tiempo de hacerlo, entre la charla con Margaret y las prisas por ir al mercado. En mi examen, encontré un trozo de papel que sobresalía del bolsillo trasero del pantalón del lechero. Al no haber protegido el cuerpo, supuse que la policía no se estaba tomando muy enserio este caso, de modo que recogí el papel, asegurándome antes de que nadie miraba, por supuesto. El papel tenía un aspecto desgastado y tenía una forma irregular, como si hubiera sido arrancado de un libro. Guardé la nota en el bolso y volví a casa.

Una vez a salvo de miradas ajenas, saqué la nota del bolso, la desdoblé y la leí: "No quería dejaros." Me quedé mirando por la ventana la nieve que caía fuera: empezaba a formarse un gran manto blanco en el suelo, un típico paisaje invernal. Fuera, los niños ya jugaban tirándose bolas de nieve, totalmente ajenos a los hechos que se producían en el pueblo en ese momento. Releía la nota, y la examiné: Era una página arrancada de Orgullo y Prejuicio, mi novela favorita; con un código apuntado en ella. Me extrañó ese pequeño detalle, el señor Johnson podría haber cogido cualquier papel que tuviera por ahí, como siempre hacía para poner los nombres de los pedidos todas las mañanas; sin embargo, cogió una página de un libro, y no un libro cualquiera, sino el único ejemplar que había de él en la biblioteca. Yo sabía que solo había un ejemplar porque lo había cogido prestado de la biblioteca en varias ocasiones. Era tarde, de modo que me fui a la cama. Estuve pensando en la repentina muerte del lechero, y la única pista que tenía, la extraña nota: "No quería dejaros." ¿Significaba eso que Mark sabía dónde se estaba metiendo?

A la mañana siguiente, me dirigí a la biblioteca temprano, pues aunque este pueblo siempre había sido de cotillas, la gente solía ser bastante perezosa a la hora de levantarse, y más los domingos. Llegué a la biblioteca, y para mi sorpresa allí esta David Miller, el panadero. Lo saludé educadamente y seguí mi camino. Si él estaba allí, eso significaba que su mujer estaba en la panadería. Nunca había visto al señor Miller en la biblioteca, pues siempre andaba ocupado con su negocio, por eso me sorprendió que se encontrara allí.

-Hola, Dianne –dije, saludando a la bibliotecaria- Vengo a consultar un libro.

-Como de costumbre –respondió ella.

Seguí mi camino hasta encontrar el estante donde se encontraba Orgullo y Prejuicio, aunque tuve que ir dando un rodeo y no ir directa, para disimular. Aunque David no era muy entrometido, su mujer sí que lo era, y, a juzgar por cómo me miraba él, seguro que su mujer lo había enviado a ver qué se cocía por aquí, ya que él estaba de paso. Cuando llegué al estante, cogí el libro y lo abrí. Efectivamente, faltaba parte de la primera página, pero en ella no ponía nada más. Fue extraño.

Al no tener ninguna pista más, me fui a casa, decepcionada. Estar en la biblioteca me había dado ganas de leer, de modo que me preparé un té, acomodé los cojines en la ventana, y me puse a leer en compañía de mi infusión favorita, mientras observaba la nieve caer. Cuando me quise dar cuenta, ya era la hora de comer, así que me dispuse a hacer la comida. Ese día no había ido al mercado, y como tenía pocas provisiones, hice una sopa. No necesitaba mucho, puesto que vivía yo sola, pero me gustaba estar abastecida de comida, por si las moscas. Este tipo de tiempo no acompañaba, y no era ideal para estar yendo todos los días a comprar al mercado. En cuanto pudiera, iría al mercado y me aprovisionaría bien. Por la tarde, continué leyendo, aunque sin té, porque se me había acabado aquella mañana. Como resultado de la lectura, la tarde se me pasó volada, y cuando me quise dar cuenta, ya era de noche.

En algún punto en el transcurso de mi lectura, llegué a un estado en el que empecé a pensar más en los extraños sucesos del pueblo que en mi lectura. Una vez me percaté de esto, dejé la lectura a un lado, y me puse a pensar en ello, con la cabeza algo más fría, pues todo había pasado demasiado deprisa. Primero apareció el cadáver de Mark en la plaza, con un gran corte en el cuello. A continuación, su mujer me expresó su dolor. Después encontré la nota, que me llevó al libro, que no tenía nada; pero me encontré también con David, quien no había ido a la biblioteca nunca. En algún momento entre esos pensamientos, me dormí. Esa noche soñé que iba por el bosque, aquel bosque oscuro que había a las afueras del pueblo, y me perseguía el señor Johnson, diciendo: "Ayúdame, Amelia, solo tú puedes hacerlo. Mira el libro..." Me desperté abruptamente por el sueño. El libro... Seguro que había algo que se me escapaba.

Dormí de mala manera el resto de la noche, y por la mañana, desayuné rápidamente y me dirigí a la biblioteca de nuevo. Esta vez, no saludé a Dianne, pero ella estaba tan ensimismada en sus libros que ni siquiera se percató de ello. De camino al estante de Orgullo y Prejuicio, vi a David en una mesa: estaba leyendo Historia de Whirkintown. Empezó a parecerme aún más raro que David estuviera otra vez en la biblioteca. Al igual que Dianne, David no se dio cuenta de que yo estaba allí.

Una vez llegué al libro, lo volví a abrir: no había cambiado nada. Disimuladamente, saqué la nota del bolso, y la volví a mirar: en ella no había más que la críptica frase por un lado, y el título del libro con su respectivo código por el otro. Examiné la nota concienzudamente de nuevo, hasta darme cuenta de que el código me resultaba algo extraño. Cogí otro libro, y comparé ambos códigos: el de la nota tenía tres números de más. Sospeché que podría ser una página del libro, y, como no tenía nada que perder, lo comprobé. En efecto, allí estaba, en la página 798 (la última), una nota escrita por el propio Mark, que decía: "Amelia, -me sorprendí, ¿Por qué iba dirigida a mí la nota?- sé que solo tú leerás esto, así que ten cuidado, no te fíes de nadie, y no pierdas de vista a David Miller ni al boticario. Muchas vidas corren peligro."

Me quedé mirando el libro, hasta que decidí arrancar la página lo más silenciosamente que pude, y la guardé en el bolso con disimulo. Al girarme para marcharme, me topé de bruces con David:

-¡Ey!, Amelia, ¿cómo tú por aquí? –me saludó.

-Haciendo una pequeña consulta a un libro –respondí. –Ahora me tengo que ir. Adiós.

Volví a casa inquieta, quizá el panadero me había observado durante más tiempo que el que estuvimos conversando. Me pareció que estaba allí para descubrir algo, no porque le hubiera mandado su mujer allí.

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[PAUSADA] Cadena de nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora