First.

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Sunghoon se encontraba en el baño de su casa, su mirada fija en el reflejo que le devolvía el espejo

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Sunghoon se encontraba en el baño de su casa, su mirada fija en el reflejo que le devolvía el espejo. Las lágrimas trazaban caminos silenciosos por sus mejillas, mientras su mano dibujaba garabatos en la humedad del espejo. Después de secar sus lágrimas con cuidado, una mezcla inexplicable de emociones lo invadió: una extraña combinación de felicidad y tristeza, un eco lejano de nostalgia.

Para encontrar algo de paz, se refugió en sus pensamientos, visualizando cómo quería que fuera su nuevo hogar en el Nuevo Mundo. Como diseñador de interiores, encontrar la belleza en los espacios era su refugio, una forma de crear un mundo acogedor solo para él.

Sin embargo, a pesar de la emoción que debería sentir al partir hacia el Nuevo Mundo, Sunghoon se sentía abrumado por los nervios que lo consumían. A pesar de ser uno de los primeros en partir, la idea de dejar todo atrás lo llenaba de incertidumbre y temor.

A punto de llamar a Jay o Jake en busca de consuelo, Sunghoon sintió cómo la duda lo invadía. ¿Estaba seguro de querer dejarlo todo atrás? La respuesta, aunque afirmativa, apenas lograba calmar los latidos frenéticos de su corazón.

Decir que la Tierra superaba al Nuevo Mundo sería una subestimación. Aunque este último fuera ligeramente más pequeño, no se quedaba atrás en belleza, rebosante de paisajes pintorescos. Entre ellos, destacaba Bloom, con sus exuberantes bosques y vegetación. A su lado, Vesta, bajo el gobierno de los Park, irradiaba su propia belleza, aunque no podía compararse con la majestuosidad de Bloom.

Caminar por Bloom era como sumergirse en un mar de serenidad. La pureza del aire acariciaba los pulmones, disipando cualquier rastro de negatividad. La mente se despejaba y la tranquilidad invadía el alma. Todo en ese mundo irradiaba una belleza indescriptible. Y como no podía ser de otra manera en un lugar tan sublime, había un príncipe y una princesa de una belleza sin igual.

El planeta albergaba varias plantas, cada una con su propio encanto. Adair, bajo el gobierno de los Min. Bloom, regida por los Kim. Vesta, perteneciente a los Lee, como ya se había mencionado. Pandora, dominada por los Jung. Y Orelia, bajo el mando de los Yang. Y muchas más, aunque para algunos no fueran tan impresionantes.

Sunghoon observó la camioneta por unos momentos antes de subir y tomar asiento. Se sentía abrumado por la decepción hacia sí mismo. A sus veintiún años, aún luchaba por tomar decisiones. Y lo peor de todo era que, una vez iniciado este viaje, no habría vuelta atrás.

Su mirada se perdía en la distancia, sin enfoque ni dirección. No experimentaba absolutamente ninguna emoción, ni paz ni tristeza. Se encontraba atrapado en el pensamiento de que realmente no quería partir, pero sabía que no tenía opción. Anhelaba continuar su vida en la Tierra.

La camioneta se detuvo, y lo que vio dejó a Sunghoon casi petrificado de asombro.

Una nave espacial.

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