En medio de la incertidumbre sobre su padre, Kimiko se aferra a la posibilidad de que Inuyasha sea su progenitor, dado el pasado romántico compartido entre él y Kikyo. Esta duda impulsa a Kimiko a emprender una búsqueda para desentrañar la verdad de...
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En un bosque antiguo, donde la luz se filtraba entre los densos follajes y las sombras danzaban al ritmo del viento, Kiyoshi, un demonio solitario, deambulaba entre los árboles. En su camino, tropezó con una canasta adornada con flores, cuidadosamente colocada bajo un majestuoso cerezo en flor. Intrigado, se acercó y descubrió a una pequeña niña dormida en su interior. Con delicadeza, la levantó entre sus brazos y contempló su inocente rostro. Decidió cuidar de ella como si fuera su propia descendencia, jurando protegerla con su vida. Con el paso del tiempo, la niña, llamada Kimiko, creció bajo la tutela de Kiyoshi. Aprendió los secretos del bosque, los susurros del viento y los misterios de la noche. Con el tiempo, se convirtió en una hábil asistente para el demonio, ayudándolo en sus tareas diarias y aprendiendo de sus conocimientos ancestrales. A pesar de su estatus como demonio, Kiyoshi mostraba una bondad inusual hacia Kimiko. Ella, en señal de respeto y gratitud, lo llamaba “Amo”, reconociendo su papel protector y sabiduría. Juntos, exploraban los rincones más oscuros del bosque, desafiando a las criaturas que se atrevían a amenazar su hogar. Pero, más allá de las batallas y los peligros, su vínculo era inquebrantable, forjado por el tiempo y las experiencias compartidas. Así, entre los susurros de las hojas y el perfume de las flores, la historia de Kiyoshi y Kimiko perduraba como un preciado cuento de amistad y lealtad en aquel bosque mágico.
—Hiroshi, ven...—llamó Kiyoshi, y Kimiko acudió de inmediato.
—Mi amo— hizo una reverencia al acercarse a él.
—Aquí estás, pequeña... Ven, quiero comentarte algo— dijo Kiyoshi mientras caminaban juntos. “¿Sabes qué día es hoy?”
—Hmm... no... no lo sé...— Himiko respondió con una voz amable.
—Hace mucho tiempo, te encontré en aquel árbol de cerezos. No sé tu fecha exacta de nacimiento, pero este día lo conmemoré como el día en que te encontré y decidí cuidarte con mi vida. Hoy es tu cumpleaños.
—Vaya... lo había olvidado. —baja la mirada avergonzada
—Estaba pensando en hacerte una fiesta, ¿Qué te parece?
—Hmm, no tiene por qué molestarse por mí... solo soy una simple asistente..
—dijo con un tono de voz tímido.
—No es molestia para mí. Además, te lo mereces— dijo mientras la tomaba de las manos.
—Bueno, en ese caso, gracias Amo— le regaló una pequeña sonrisa, algo que Kiyoshi no había visto desde hacía mucho tiempo.
Kimiko se distinguía por su semblante tranquilo y tímido, su rostro irradiaba melancolía y desolación. Una de las razones de su pesar era el “abandono” de su madre, a quien nunca pudo conocer. Pero había otra razón más profunda que agitaba su corazón: se había enamorado perdidamente de su amo Kiyoshi, aunque él amaba a otra. Llegó la noche de la fiesta, y Kimiko se vistió con su mejor atuendo. Mientras los invitados que Kiyoshi había convocado disfrutaban de la celebración, ella parecía distante. A pesar del bullicio y la alegría que llenaban el ambiente, su mirada seguía cargada de tristeza. Kiyoshi notó su actitud, estaba acostumbrado a su energía tranquila y a veces sombría, pero esta vez la preocupación le invadió.