Capítulo 6: 1984

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Harry Potter no es mío, le pertenece a J. K. Rowling.

La vida de Draco cuando aparecieron esas flores en su cabeza, cambió y a la vez no.

Había días buenos.

"Lucius debes controlar tu magia, no ella a ti. La varita es tu aliada, comunícate con ella. ¿Cómo es que puedes dominar la Oclumancia y no un concepto tan básico como este? Aunque, claro, ese debe ser un don otorgado por el Señor Oscuro..."

Draco había aprendido a ignorar los discursos de alabanza de su abuelo hacia Voldemort, sabiendo que tampoco serviría decirle que al ser la varita de su padre con la que estaba practicando, era difícil controlarla porque la varita no podía entenderlo de forma adecuada. Además, y siendo honesto consigo mismo, sospechaba que la falta de control se debía más a él que al instrumento.

"Wingardium leviosa", repitió viendo a la pluma salir disparada hacia el techo antes de incendiarse. Escuchó a Abraxas suspirar frustrado por su fracaso, el rubio se animó al decirse que por lo menos esta vez no había explotado el objeto al impactar el hechizo.

El anciano le hizo repetir una y otra vez hechizos que Draco recuerda haber aprendido en primer año de Hogwarts, obteniendo resultados diferentes que no marcaban progreso real.

Había demasiada magia dentro de él, tanta que su núcleo mágico no debería poder albergarla. Cayó al suelo con el cuerpo entumecido de cansancio, apenas escuchando los regaños de Abraxas sobre su falta de resistencia y la necesidad de un entrenamiento más intensivo. Draco desearía poder ir con su padrino para pedirle su opinión puesto que el rubio sabía que no era normal lo agotado que se sentía su cuerpo. Incluso si al final su padrino no había sido el hombre que creía...

El niño apoyó sus pequeños brazos temblorosos y empujó su cuerpo hacia arriba, sacudió su cabeza en un intento de alejar físicamente ese tren de pensamientos. La magia de Manor zumbó con calidez en el suelo debajo de sus manos y él aplastó el inútil deseo en el fondo de su pecho, esa pequeña e infantil parte de sí mismo que desearía poder comunicarse con su hogar como antes.

Draco se recordó que debería estar agradecido de poder sentir a Manor, quizás no como antes, no obstante era mucho mejor que nada.

"Lucius, ¿qué estás esperando? Aún tienes ejercicios por completar antes del almuerzo."

Con ayuda de Tiny, se puso de pie.

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Había días malos.

"¡¿Te atreves a poner a esa inmunda criatura sobre mí?!"

El infante no tenía fuerzas para cubrirse del golpe del bastón que dio de lleno en su mejilla, no después de haber lanzado las maldiciones imperius y cruciatus tantas veces sobre la caja de ratones que los elfos habían traído a casa. Abraxas había regresado especialmente disgustado a la mansión en la tarde, anunciando que su educación en las artes oscuras estaba siendo descuidada. El hombre gritó a los elfos exigiendo que trajeran a todos los animales pequeños que encontraran.

Draco sabía que los imperdonables no eran algo que se enseñara a los herederos en su infancia (o en toda la vida, para ser más justo) tanto por seguridad como por la cantidad de magia y concentración que exigían. La ejecución incluso del Imperius podía llegar a fracturar el núcleo mágico de un niño.

Desafortunada o afortunadamente, el rubio era una excepción y Abraxas era consciente de ello.

En el fondo, el pequeño rubio sabía qué era lo que estaba tratando de hacer el hombre frente a él, en lo que estaba tratando de convertirlo. Era consciente de que la mente de su abuelo no era estable y debería hacer algo para prevenir su propio bienestar en caso de que al anciano se le pasara la mano.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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