1. Capítulo

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Era el fin...

Por fin todo había terminado...

Era mi momento de hundirme al fin...

Había esperado mucho tiempo para que todo terminara así. Lo sabía, al menos tanta espera valió la pena, el sufrimiento dió paso a cosas mejores, la vida me trajo cosas tanto buenas como malas.

Pero no me quejo, estoy agradecida con lo que la vida me dió, pero este momento... Se que todo cambiará después de esto. Al menos quiero anticipar lo que pasará.

Sé que este es el fin de todo...





















_*7 años atrás*_

—¿Me puedes explicar , porque carajo tenemos que ver a ese señor?—.

—Elizabeht Smicht, me cuidas esa boca que no estás hablando con cualquiera, niña— Me advirtió con una mirada al retrovisor. Yo solo le saque la lengua y ella el dedo corazón.

—Y para que sepas ese Señor, que tú llamas, es tu papá, así que no faltes el respeto— Me resaltó el papá y volvió a mirarme por el retrovisor.

Ambas teníamos una mala cara, ella por el cansancio del viaje, y yo por el disgusto de a dónde terminaba ese viaje. Voltee mi mirada a la ventana del auto para evadir algún sermon, lo cual no tubo mucho éxito porque igual mi madre tomó mucho aire para hablar. Ya sé lo que me deparará.

—Eli amor, sabes que tu padre te quiere y ama, es solo...que él queria mas libertad para su trabajo y no involucrarnos, lo hizo para protejernos—.

—Il quiri mis libirtid— Lo se, demaciado inmaduro. Pero es que en verdad me molesta ese recuerdo. —Claro, por querer mas libertad y protegernos se merece un premio. ¡Ya sé! le haré una estatua , en todo el centro de Barquisimeto, se la haré del tamaño de las bolas que tubo para cuidar mejor a su familia que a su puto trabajo—.

—¡Elizabeth Carmen Smicht Goyo!— Agradezco a nuestro señor que no se puede quitar el zapato y lanzármelo a la boca. —Me haces el grandísimo favor y mejor te callas, no te voy a estar aguantando esas palabras tuyas muchachita—.

Suspiré y me encogí en al asiento mientras ella seguía hablando, me distraje mirando por la ventana los carros que pasaban o simplemente viendo las pocas personas que vivían del campo.

El viaje había durado seis horas y faltaba poco para llegar a la entrada de la ciudad, no habiamos comido mucho, tan solo unas pocas cosas que llevamos para el camino o que compremos en una parada.

Si me van a hacer sufrir al visitar a ese señor, espero que al menos tenga buena comida y wifi.

—¡Mamiii!—.

Mi madre freno de golpe y yo choqué contra el asiento de enfrente por la fuerza. Dos cornetas se escucharon pasando a un lado de nosotros mientras me sobaba la cabeza.

—¡Anthony! ¿Que te eh dicho de asustar a mami cuando conduce?—.

Mi hermano estaba tratando de quitarse el cinturón de su sillita de viaje para irse a la parte de enfrente.

—¡'Manita, ayuyame con esto!— El pobre daba pataditas para salir jaja.

—Thony, mamá dijo que no podía sacarte de ahí hasta que llegáramos ¿por qué no duermes otro rato bebé?—. Le pellizque uno de sus cachetitos sonrosados y él intento morderme.

—¡No soy un bebé! ¡Soy un niño grande!—.

—Bueno. Si eres un niño grande te agradezco que estés callado hasta que lleguemos, ¿Te parece bien cariño?— Mi querida Susana como siempre calmando al tiburón con piernas.

PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora