La vuelta de los dioses

Capítulo 1 (Layla)

Layla se despertó nada más oir el gong que indicaba que debía levantarse para empezar el entrenamiento. Se giró para despertar a Nerea, que empezaba a frotarse los ojos. Cogió su ropa, una toalla y se encaminó al arroyo que cruzaba la casa de Michael. Desde que ella tenía memoria se había bañado en una caseta que Michael había construido especialmente para ellas. Era una de las primeras lecciones que habían aprendido de él, ser autosuficiente en todos los aspectos.

Mientras se aseaba, se fijó en el moratón que tenía en el muslo, le recordaba un momento agridulce, al igual que otros muchos que había tenido a lo largo de los años. El dolor no era agradable, pero la victoria en el combate sí.

La victoria del día anterior había sido una difícil, ella entrenaba con su hermana Nerea, y solía ganar. En realidad de destreza ambas tenían un nivel similar, pero Nerea tenía un gran problema, era inconstante, como la mar, un día es pacífica y al siguiente hay tormenta. Sin embargo en cuanto la tormenta venía caía con toda su fuerza.

Sonriendo todavía, se dirigió al bosque que era donde entrenaban los lunes. Desde que eran pequeñas Michael siempre les había hecho un estricto calendario que establecía una zona de su gran finca como el lugar del entrenamiento. Normalmente cada zona tenía asignado un tipo de ejercicio, pero de vez en cuando para sorprenderlas y que no se acostumbrasen Michael cambiaba los ejercicios.

Al tener que ese día ir al bosque, lo más habitual era que practicaran agilidad, sigilo o estrategia. La estrategia era lo que más le gustaba de todas las cosas para las que entrenaban. Todas se le daban bien, Michael se había encargado de eso, pero sentía que había nacido para la estrategia. Si bien era cierto que nunca había llegado a ponerla apropiadamente en práctica con un ejército y un enemigo, practicaba en su tiempo libre pensando en diferentes situaciones y viendo la manera más inteligente de solucionarlas.

Michael ya las estaba esperando puntualmente. Después de todos los años que habían estado juntos las mañanas se habían transformado en un ritual, sabía que Michael haría sonar el gong tres veces para que ella y Nerea se levantaran, ella se aseguraba de que su hermana estuviera despierta y luego iría a bañarse antes de ponerse su ropa de entrenamiento: la banda de tela para sujetarse el pecho, unos cómodos pantalones ceñidos, un top corto y apretado y unas botas funcionales. Si bien el conjunto resultaba favorecedor, lo escogía por lo práctico que era. Los pantalones largos y ceñidos no restringían sus movimientos y la protegían de rozar constantemente el rocío con las piernas, el top corto la mantenía fresca en los caluros días de Piri, y las botas eran un calzado que valía para todo. Como Layla tenía el pelo muy largo siempre se recogía con una trenza en la espalda, y luego se la anudaba en la nuca en un moño para que no la molestara.

Después de bañarse y vestirse, se encaminaba a la zona de entrenamiento que tocaba ese día, donde Michael estaría siempre esperándola. Ese día como todos los anteriores le sonrió, pero no dijo nada. Luego Layla se ponía a calentar, esto no lo había hecho siempre, pero como Nerea siempre se tomaba su tiempo para bañarse, aprendió a aprovechar esos momentos previos al entrenamiento. Unos veinte minutos después (lo que Nerea tardaba en bañarse) ella aparecía con su propia ropa de entrenamiento unos pantalones muy cortos, en opinión de Layla, y unas tiras de telas que usaba para sujetarse el pecho, aunque más bien servían para taparlo. Ella se recogía el pelo en una simple coleta que se balanceaba tras ella.

La razón por la que tenían ropa de entrenamiento distinta era sencilla. Cuando cumplieron la edad necesaria para que Michael quisiera empezar a entrenarlas de verdad, ya habían aprendido una de las lecciones básicas. La primera: sed autosuficientes. Así que él les pidió que diseñaran sus propios "uniformes" y luego les dio la tela según le pidieron. Por supuesto a lo largo de los años habían tenido que hacer más a medida que iban creciendo y siempre tenían tres mudas, ya que al finalizar el día debían lavarlos una vez usados.