prólogo

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Mi madre me enseñó la regla de oro de las citas incluso antes de que cumpliera una más de diez años.

A la edad madura de siete años, me llevaba en su habitación después de tener una pesadilla. Una película de romance estaba sonando en la televisión de caja en la parte superior de la cómoda, y yo había visto una buena parte de la película antes de que ella se diera cuenta de mi concentración a esta. En ese momento, era demasiado tarde para ayudarme a ignorar la  tan no amigable experiencia que estaba teniendo en mi primer año de primaria, así que ella se acurrucó a mi lado, y vimos el final feliz juntos.

Pero mi cerebro de primer grado simplemente no podía calcular. ¿Por qué esta semana había ido tan fatal? Era la primera vez que me costaba hacer amigos nuevos, especialmente a la temprana edad de siete años. De repente, siento un sabor salado que me saca de mis pensamientos. Estoy llorando. El nudo que siento en mi estómago es insoportable y es la primera vez que siento cómo es la tristeza.

Lo único que recuerdo de esa noche es cómo mamá me promete que mientras ella esté aquí no me volveré a sentir así. Pero por supuesto eso nunca pasa.

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