Capítulo VIII.

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El peso en el pecho de JiMin no podía ser mayor, se aferraba con fuerza a su hermana, sintiendo su mundo derrumbarse. Lo sabía, él sabía todo eso, pero dolía, de una manera que jamás pensó. La señora Lee alzó su mirada la instante.

—¡No pueden hacer eso! JiMin es un buen muchacho, nunca lastimó a la pequeña Suni, él es un niño bueno —aseguró desesperada. Su mirada bajo al notar como la mano del menor la tomaba del brazo, este negó, alzando su mirada cristalizada.

—Señora Lee, por favor, cuide muy bien de mi pequeña Suni. Por favor, ella debe estar bien, por favor —suplicó entre llantos, recibiendo una mirada dolida de la muer, quien lo abrazó al instante.

—Lo haremos, cuidaremos de la pequeña Suni, juntos —JiMin la miró con dolor, negando al instante.

—No puedo, no podré estar con ella. Prometo velar por felicidad y cuidarla desde donde esté. Por favor, que no me olvide —Pidió dolido. La mujer lo miró con dolor.

—Joven Park, tome sus pertenecías, será llevado a su nuevo hogar —La infante alzó su mirada llorosa.

—¿Te vas? —preguntó asustada. JiMin la miró con dolor, ¿Cómo mentir a esa mirada rebosante de inocencia y temor?

—No quiero... —confesó bajo, aferrándose a ella, quien lo abrazó también— quiero estar contigo, pero no puedo. Perdón, mi niña, sabes lo mucho que te quiero, por favor, come bien, duerme bien, hazle caso a la señora Lee, ¿Si? Yo te cuidaré como lo hace papá y mamá, ¿Si? —Un fuerte llanto escapó de los labios de la niña al instante, negando con fuerza.

—Quédate, ¡Prometo ser buena niña! Dormiré bien, comeré todas mis verduras ¡Tendré amigos! —JiMin sintió su corazón encogerse y las lágrimas saltar con más fuerza.

—Lo sé, confío en ti mi pequeña. Estoy muy orgulloso de ti, siempre lo estuve y siempre lo estaré —Con dolor en su mirada la intentó dejar en brazos de la señora Lee. La niña se apegó a él, negándose a soltarlo, pero finalmente, fue alejada.

—¡No me dejes! ¡Hermanito! ¡Por favor! ¡Prometiste quedarte siempre! —El aire quedó atascado en sus pulmones, miró s la niña, quien tenía su rostro empapado en lágrimas—. ¡Mentiroso! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Mentiste! ¡No estaras conmigo siempre! —gritó con fuerza, quebrando a su mayor.

Park dio vuelta, dejando atrás a todos, no tenía nada que llevarse, todo quedaba ahí, con esa mujer y esa infante. Su corazón se oprimió. Aún en la distancia oyó los gritos de la niña y sus ruegos para que se quedará.

—¡Te odio Min YoonGi! ¡Te odio! —gritó frustrado y con dolor una vez estuvo dentro del coche, la persona conductora ignoró sus gritos y sus llantos, mientras él maldecía una y otra vez el mismo nombre.

Rezó y pidió al cielo, a Dios, por su hermana antes de caer víctima del cansancio por noches enteras sin dormir y por esas fuertes emociones que lo atacaban.

Esposo de Min.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora