Cap 02

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Todos decían que la reputación de Harfuch era un desastre.

Y se decía también que haría lo que fuera para ganarse el respeto de la mayor cantidad de gente posible.

Es por eso que nadie pareció sorprenderse demasiado cuando Omar salió como alma que lleva el diablo porque se enteró de la noticia de que Miguel Torruco era el candidato oficial de Morena.

—¡Ganó! —Harfuch gritaba enfurecido mientras caminaba a paso veloz por los pasillos del patio central de la casa—. ¡Ese grandísimo hijo de...

—No sé cómo pasó —su coordinador de campaña, Carlitos Gómez, iba tras él intentando seguirle el paso—, todo indicaba que usted era el preferido de la gente. Las chicas se mojaban por usted y hasta arrancaban las lonas donde estaba su foto.

Omar solo se detuvo cuando la gente mitotera y sus horribles murmullos se quedaron muy atrás. Entonces se reclinó sobre una de las columnas del patio y apoyó su frente contra el frío concreto. El coordinador se quedó de pie y a unos prudentes dos metros de Harfuch.

—No puedo creer que Torruco me haya ganado —Harfuch murmuraba mientras intentaba normalizar su respiración que se había agitado segundos antes.

Carlitos se animó a acercarse cuando vio unas lágrimas que brotaban de los ojos enrojecidos de Harfuch. Se aclaró la garganta antes de hablar:

—No pasa nada, Omar, esto es solo...

—¡Como que no pasa nada! —Omar se volvió rápidamente y tomó a Carlitos del cuello de su camisa causando que se rompiera al instante—. El desgraciado de Miguel Torruco ganó debido a tu ineptitud.

Carlitos casi se orina de miedo cuando los ojos desorbitados de Harfuch lo penetraron. Sintió el cálido aliento de Omar y la fuerza de su agarre. Comprendió porque las mujeres se mojaban por él.

—Señor Harfuch, por el amor del cielo —Carlitos hablaba entrecortado—, casi no respiro, suélteme.

Harfuch lo levantó como a un saco de plumas y lo acorraló con su cuerpo contra una pared. Carlitos solo podía sostenerse de los enormes y fuertes brazos de Harfuch y se sintió bendecido.

Pero justo cuando el puñetazo estaba en camino una maceta colgada se interpuso y golpeó ligeramente la cara de Harfuch. Quien acto seguido soltó a Carlitos y destruyó la maceta de un solo golpe.

—Todo esto me pasa por ser tan estúpido como para haberte contratado —dijo Harfuch mientras apoyaba la espalda contra la pared y se cruzaba de brazos—, mi madre me advirtió de que era una mala idea, pero como siempre, fui tan imbécil.

—Pero... el plan era perfecto, bebé, digo... señor Harfuch —Carlitos se puso de pie con dificultad y se acomodó la camisa rota—, todo el mundo sabe que la belleza es más que suficiente para ganar. La inteligencia sólo sirve para aburrir.

—¿En serio? —Harfuch esbozo una sonrisa amarga—, pues ahora he perdido contra el insufrible sabelotodo de Torruco.

—Ese tal Torruco ya no importa. Ahora solo importas tu —Carlitos se acercó poco a poco, siempre con cautela, pero con la mirada fija en la cara perfecta de su jefe.

Omar recordó el día en que comenzó aquella pesadilla. Había pensado y reflexionado sobre cómo abordaría el gran reto de ganar las internas del partido. Que a diferencia de Torruco, Harfuch nunca destacó demasiado por ser el mejor dando discursos ni nada de esas cosas.

Escribió sus propuestas en una larga lista y se las presentó a un profesional de las ciencias políticas que había contratado por recomendación de un amigo, pero aquella decisión sería lo que lo habría de cambiar todo.

Porque Carlitos Gómez le convenció de usar la técnica de su belleza y dejar de lado las diplomacias. Le aseguró que la gente votaría por él para poder tener y presumir a un presidente guapo y sexy. Harfuch le había creído y no podía sentirse más arrepentido de eso.

—¿Pero será posible que no te des cuenta de lo que pasa? —Omar tomó a su coordinador de los hombros y le miró fijamente mientras una media sonrisa se apoderaba de sus labios resecos—. ¡Quedé! ¡Quedé como una cara bonita, pero sin cerebro! ¡Una burla que me va acompañar toda mi vida!

—Pero ahora nos tenemos el uno al otro —Carlitos se atrevió a usar sus manos para rodear las mejillas de su jefe y acercar sus labios a los suyos.

—¡Ya basta de estupideces! —Harfuch empujó a su coordinador hasta que este se estrelló contra una pared—, sabes que no me gustan tus joterias. Déjame en paz.

Harfuch se volvió para irse de ahí, pero Carlitos le puso una mano en el hombro y fue la gota que derramó el vaso.

Omar se volvió de repente con el puño cerrado listo para asestar un golpe contra la odiosa y lujuriosa cara de Carlitos Gómez. Pero en vez de eso el golpe fue dirigido a la pared justo a centímetros de la cara del chico. La pared acabó rota.

Ambos siguieron caminando dando zancadas hasta la puerta principal. Unas enormes puertas antiguas de madera de roble que Harfuch intentó abrir y empujar sin éxito. Así que le asestó una patada potente y las puertas se abrieron de par en par. Pero una voz hizo que todo se detuviera:

—Si te atreves a dar un paso afuera, puedes irte despidiendo de tu carrera política para siempre —era el dirigente del partido quien le hablaba—. No debes olvidar que la unidad es más importante que cualquier cargo político. Así que vas a obedecerme sin poner excusas. Y lo que te ordeno es que te tragues esa actitud de niño berrinchudo. Y cuando lo logres quiero que hagas las paces con Miguel Torruco.

El dirigente y Carlitos sintieron que se les enchinaba la piel cuando Harfuch se volvió y tenía los ojos rojos, la respiración agitada que hacía que sus hombros subieran y bajaran a gran velocidad, pero lo que más aterraba era su enorme sonrisa burlona y la sangre que brotaba de sus puños.

Secreto en la campaña | Harfuch x Torruco | YAOI HarfucoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora