PIZZA GUY
Son las seis de la tarde, Carlos va en su pequeña motocicleta esquivando los autos con prisa, haberse detenido a un grifo por gasolina le había quitado valiosos minutos y si perdía esta entrega su sueldo de la semana no le alcanzaría para cubrir los gastos. Solo esperaba que al menos la pizza se mantuviera caliente.
Dobló por una esquina siguió la calle hacia abajo, adentrándose en la zona residencial de la ciudad, las enormes casas con bonitos jardines y camionetas lujosas estaciones en sus veredas siempre fueron algo que le causaba incomodidad mirar, tal vez por la voz constante en su cabeza que le decía "Jamás llegaras a tener algo como eso, así que ni te molestes en soñar".
Al fin encontró el número que buscaba, estaciono su vieja moto frente a la gran casa, se acercó con el par de cajas de pizza y toco el timbre.
Esperó un par de minutos, mirando el reloj de su muñeca a cada segundo que pasaba, lo único que quería era terminar con eso y por fin poder volver a casa. Estaba harto y cansado.
Después de lo que a Carlos le pareció una eternidad, por fin la puerta se abrió, dejando ver la figura de un joven de cabello castaño y ojos claros, un tono verde que brillaba en dorado con la luz del sol en el atardecer, quien recibió la pizza con una pequeña sonrisa.
─ Buenas tardes, su pizza.
Carlos le tendió ambas cajas, ignorando el revoloteo en el estómago cuando aquel bonito muchacho las recibió, rozando su mano con la suya. Otra vez la tímida sonrisa en el rostro del castaño se hizo presente. Carlos sintió encogerse.
─ Aquí tiene, puede quedarse con el cambio.
Un billete de 50 dólares le fue entregado, y el moreno tuvo que contener un jadeo de asombro y emoción, ese dinero extra sin duda le sería útil.
─ ¡Gracias! Que disfrute su pizza.─ Le dijo con alegría contenida, girando para volver a su moto.
El muchacho castaño no supo qué fue lo que pasó en ese momento, tal vez fue por el brillo exuberante en los ojos color café chocolate, o el ligero sonrojo en sus morenas mejillas, o tal vez, la bonita sonrisa que le había dedicado al repartidor al despedirse. Solo fue consciente de su acto de torpeza cuando las palabras ya habían escapado de su boca.
─ Igualmente...
Carlos dejó de caminar al escuchar aquello, y agradeció haber estado de espaldas para que el otro no viera su expresión enternecida. Giro un poco la cabeza y le sonrió en respuesta para luego seguir caminando hacia su motocicleta.
El castaño se quedó parado en la puerta un rato más, sentía su rostro caliente y su corazón palpitante golpeando fuertemente contra su pecho. Pensó en lo extraño que había sido todo, por un momento hasta el hambre se le había ido.
Desde ese día, el monegasco llamaba cada martes y viernes, solo para ver al repartidor de ojos bonitos color chocolate estacionarse frente a su casa y regalarle una de esas brillantes sonrisas mientras le entregaba sus pizzas.
"Sera la proxima vez" se repetía al cerrar la puerta, estando seguro que aquella próxima vez por fin se atrevería a empezar un platica mas decente con el peli negro, o al menos preguntarle su nombre.
"Si la próxima vez..."