Capítulo 2: El Amor Eterno de Clara y Miguel

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Los días pasaban con una lentitud medida por el reloj de pared que colgaba sobre el escritorio de Samuel. Cada tictac era un recordatorio del tiempo que seguía su curso implacable. A menudo, el eco de esas campanadas resonaba en su alma como un lamento. Samuel encontraba consuelo en las cartas que escribía, en los fragmentos de amor que plasmaba en cada hoja de papel. Cada historia era una ventana a un mundo diferente, un respiro en la monotonía de su propia soledad.

Clara volvió al despacho de Samuel una semana después de recibir la carta. Esta vez, su rostro estaba iluminado por una sonrisa radiante. Al verla, Samuel sintió un calor en el pecho, una chispa de alegría que no había experimentado en mucho tiempo. Clara le contó cómo Miguel había recibido la carta y cómo había respondido con una pasión renovada. Le mostró la respuesta de Miguel, una carta llena de promesas y sueños compartidos.

"Quiero que me ayudes a escribirle otra vez," dijo Clara, sus ojos brillando con una emoción palpable. "Quiero que sepa lo feliz que me hace y cómo espero con ansias el día en que podamos estar juntos sin barreras."

Samuel asintió y tomó su pluma. Mientras Clara hablaba, su voz se convirtió en una melodía, y sus palabras se transformaron en imágenes vívidas en la mente de Samuel. Recordó la intensidad de su propio amor, la manera en que Isabel llenaba sus pensamientos y sus sueños. Con cada palabra que Clara pronunciaba, Samuel se sumergía más en sus propios recuerdos.

"Querido Miguel," comenzó a escribir Samuel, "tu carta ha sido un faro de luz en mis días. Saber que sientes lo mismo que yo, que compartes mis sueños y mis esperanzas, me da una fuerza que no sabía que tenía. Contar los días hasta que podamos estar juntos se ha convertido en mi mayor consuelo. Quiero que sepas que cada amanecer es una promesa de un futuro contigo, y cada anochecer es una oportunidad para soñar con nosotros. Con amor eterno, Clara."

Al entregar la carta a Clara, Samuel sintió una conexión profunda con ella. No era solo su cliente; se había convertido en una amiga, una compañera en la búsqueda del amor verdadero. Clara se despidió con una sonrisa, prometiendo volver pronto.

Después de que Clara se fue, Samuel se quedó en su despacho, mirando por la ventana la lluvia que comenzaba a caer. Las gotas golpeaban el cristal con una cadencia hipnótica, y Samuel se permitió perderse en sus pensamientos. Recordó la primera vez que vio a Isabel, una tarde lluviosa como esa, cuando la ciudad parecía un laberinto de sombras y luces difusas.

Isabel había entrado en su vida de manera inesperada, trayendo consigo una energía que transformó su mundo. Recordó sus risas compartidas, las largas caminatas bajo la lluvia, y las promesas susurradas en la intimidad de la noche. Pero también recordó el dolor de su partida, el vacío que dejó en su corazón.

Con la lluvia como su única compañía, Samuel decidió escribir una carta para Isabel, una carta que nunca sería enviada pero que necesitaba escribir para aliviar su alma. Tomó su pluma y comenzó a escribir, dejando que sus emociones fluyeran libremente.

"Querida Isabel," escribió, "la lluvia de esta noche me recuerda a ti. Cada gota es como un eco de nuestro amor, un reflejo de los momentos que compartimos. No pasa un día sin que piense en ti, en lo que pudo haber sido. Aunque ya no estés aquí, tu recuerdo sigue vivo en mi corazón. Te extraño más de lo que las palabras pueden expresar, y aunque sé que nunca volverás, te llevo conmigo en cada carta que escribo. Con amor eterno, Samuel."

Samuel guardó la carta en un cajón, junto con otras que había escrito para Isabel a lo largo de los años. Cada una era un testamento de su amor, un recordatorio de que, aunque ella no estuviera físicamente presente, su espíritu seguía siendo una parte integral de su vida.

Esa noche, mientras el sonido de la lluvia llenaba el silencio de su despacho, Samuel se dio cuenta de que, a través de las historias de amor que escribía, estaba sanando su propio corazón. Cada carta era una pieza de un rompecabezas más grande, una forma de reconectar con la humanidad y con el amor, incluso en medio de su soledad.

La historia de Clara y Miguel continuaba desarrollándose, y con cada carta, Samuel sentía que estaba ayudando a construir algo hermoso y duradero. Aunque su propio amor había quedado atrapado en el pasado, sabía que estaba creando un legado de amor y esperanza que trascendería el tiempo.

Con esa certeza, Samuel apagó la vela en su altar, cerró su despacho y se preparó para un nuevo día, listo para recibir nuevas historias, nuevos suspiros y nuevas oportunidades para llenar el mundo con amor, una carta a la vez.

Cartas del Corazón PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora