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La tensión en el aire era palpable mientras Esteban se acercaba a Francisco, quien estaba visiblemente perturbado por lo que acababa de suceder. Sin decir una palabra, Esteban se puso a su lado y esperó en silencio a que un taxi se detuviera. Cuando finalmente uno se acercó, Esteban abrió la puerta y le indicó a Francisco que subiera primero.

–Te dejo en casa– Dijo Esteban con una sonrisa.

Después de cerrar la puerta del coche, subió al asiento de en frente.

Francisco se sintió abrumado por el gesto de Esteban. Mientras el taxi avanzaba por las calles iluminadas de la ciudad, el silencio entre ambos era tenso pero reconfortante a la vez. Finalmente, Francisco rompió el silencio.

–Lo siento– Dijo arrepentido –No quería arruinarte la fiesta–

–La mejoraste, ya estaba aburrido– Dijo Esteban.

–Pero te peleaste con Marco– dijo Francisco.

–Hace tiempo lo quería agarrar a piñas– Dijo riendo. –Me cumpliste un sueño–

La risa de Esteban rompió la tensión en el aire, y Francisco no pudo evitar sonreír también.

–Es un tarado– dijo Fran mirando por la ventana.

–Lo se, pero no entiendo que te hizo– giro su cabeza para mirar al chico.

–Estabamos saliendo, éramos casi una pareja, decia que estaba enamorado de mi– Esteban estaba sin creerlo.

–A ver a ver– Respondio Esteban interrumpiendo al chico –Pero si él tiene novia–

Francisco soltó un suspiro pesado y trato de continuar solo que no sabía cómo formular las palabras.

–¡Si! Lo sé, lo sabía, siempre lo supe, pero me prometió que iba a terminar con ella... Es más, me dijo que ya la había dejado– Soltó por fin. –Los vi, juntos, ví como paseaba con ella del brazo por todo lado y no sabes cuánto me dolió no ser ella–

Esteban miro con tristeza a Fran, tenía los ojos perdidos y cristalizados, llenos de ira y dolor. No entendía como esos ojos tan bellos podían estar tan llenos de sentimientos. En unos minutos Francisco pidió que el carro se detuviera, Esteban le pidió al señor conductor si podía esperarlo unos minutos. Bajo junto a Fran y lo acompaño hasta la puerta.

–Respecto a lo que estábamos hablando... Te mereces algo mejor que el idiota de Marco– Dijo Esteban con una sonrisa.

–Lo se, lo se– Dijo Fran abriendo la puerta de su casa. –Fue un gusto coincidir con vos Esteban– Francisco estiró la mano a Esteban.

–Lo mismo digo Fran– tomo la mano de Francisco, el toque de la manos provocó una pequeña descarga eléctrica lo que los obligó a alejar sus manos lo más rápido posible.

Ambos rieron ante la situación cómica, y Esteban cayó en cuenta de que nunca había escuchado un sonido más bello que la risa de Francisco.

Tiempo después se despidieron, Esteban camino de regreso al coche y subió. Francisco cayó en cuenta que quizás sería la primera y última vez que lo vería porque a ningún se le ocurrió la idea de cambiar números.

Mientras el taxi se alejaba, Esteban se preguntaba si debería haber intercambiado números, si debería haber hecho algo más para mantener contacto con Francisco.

...

Por obvias razones Esteban y Marco no habían vuelto a hablar. Habían pasado aproximadamente 3 semanas desde el pleito, no había vuelto a saber de Fran pero el eco de su risa lo escuchaba siempre en un recuerdo presente y presioso en su mente.

La ausencia de noticias de Francisco dejaba a Esteban con un sentimiento de vacío y arrepentimiento. Cada vez que recordaba su encuentro, lamentaba no haber intercambiado números o haber intentado mantener contacto de alguna manera.

Había tratado de ubicarlo de todas las maneras existentes, el único amigo en común que tenían era Marco, Esteban ya no hablaba con Marco y dudaba que el quisiera darle su número de cualquier manera.

Esteban se encontraba en una encrucijada, preguntándose si debía dejar las cosas como estaban o si debía tomar medidas más activas para buscar a Francisco. A pesar de su deseo de volver a verlo, también se sentía reacio a entrometerse en la vida de Francisco, especialmente después de lo que había pasado con Marco.

Sin embargo, la idea de dejar pasar la oportunidad de volver a conectar con alguien que había dejado una impresión tan profunda en él le resultaba difícil de aceptar. Decidió que valía la pena intentarlo, aunque fuera un poco incómodo o arriesgado.

–Vamos, acéptame el café Esteban– dijo la muchacha de cabello castaño, esa chica siempre le había rogado por una salida y Esteban siempre la rechazaba.

–Reni, estoy muy cansado– dijo mientras seguia escribiendo en su computador.

–Dale, te prometo que no molesto mas– dijo la chica sonriente, Esteban solo suspiro profundo y por fin accedió. La felicidad en la cara de Renata no tenía precio.

Esteban y Renata fueron hasta el estacionamiento de la universidad porque ahí se encontraba el carro de Esteban, Renata le había dicho que no irán muy lejos.

Al llegar al coche, Esteban se detuvo un momento antes de abrir la puerta. Miró a Renata y se dio cuenta de lo agradecido que estaba por su compañía en ese momento. Quizás no era Francisco, pero Renata estaba allí, haciendo que olvidé por un segundo los ojos color oliva de Fran.

Con una sonrisa, Esteban abrió la puerta del coche y dejó que Renata se sentara en el asiento del copiloto. Mientras conducían hacia el café, Esteban se permitió relajarse y disfrutar de la conversación ligera con Renata. Por un instante.

–Te juro, es lo más bonito que he visto– Dijo Renata, había perdido la cuenta de cuántas veces había hablado de su gato. –¿Tenes gatos?–

–Soy alérgico– a Renata le cambio la cara totalmente –¿Que pasa?–

–El café, es un café de gatos...– Esteban vio con ternura la cara de Renata. –hay otro lugar si quieres ir mejor ahí–

–No te preocupes, ¿Que es lo peor que podría pasar?– Sonrío para tratar de calmar a Renata. –Igual siempre llevo mis pastillas conmigo–

Esteban estacionó el coche cerca del café de gatos y ambos entraron, siendo recibidos por el sonido suave de ronroneos y el aroma del café recién hecho. A pesar de su alergia, Esteban no pudo evitar sonreír al ver la emoción en el rostro de Renata al interactuar con los adorables felinos.

Esteban se arrepintió al instante, aún que no era nada que no se solucionará con un par de pastillas. Estaban sentados frente a frente. Renata jugaba con un pequeño gato, Esteban solo se limitaba a observar. Escucho los pasos de alguien acercarse, llevaban 15 minutos viendo el menú en la espera de que alguien apareciera a tomar su orden. Esteban nunca olvidará esa voz.

–Bienvenidos a Catpuccino, ¿Puedo tomar su orden?– pregunto una voz amable.

Esteban nunca pudo estar más agradecido de aceptar esa salida.

𝘾𝙪𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙩𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘𝙞...| 𝙁𝙧𝙖𝙣𝙘𝙞𝙨𝙘𝙤 𝙭 𝙀𝙨𝙩𝙚𝙗𝙖𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora