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–Creo que nunca más volveré a bañarme sola-declaró con una sonrisa y sus manos firmes en mis caderas al salir del baño, le rodeé en cuello con mis brazos besándola cortamente «Bueno, de ti no me puedo quejar» recorrí su cuerpo con la mirada mordiéndome el labio inferior, apesar de que ya lleva su ropa de dormir puesta yo conozco muy bien lo que hay debajo de ella; la gloria en su piel y el paraíso en su sabor, Lalisa Manoban es el pecado y la absolución, la tormenta y la calma, la libertad y un lugar al cual pertenecer, ella es completamente mía y a mí no me gustaría ser de alguien más–Entonces podemos alegrar mucho la noche-loó cayendo de espaldas a la cama conmigo entre sus piernas, eliminé la escasa distancia que nos separaba convirtíendonos rápidamente en un manojo de brazos y piernas, no se podía distinguir donde terminaba una y comenzaba la otra.

–¡La policía está aquí!-me levanté con el pecho apretado al escuchar las sirenas de unas patrullas y ver las luces bicolor colarse por las rendijas de las ventanas «Métete al closet y no salgas sin importar lo que escuches ¡ahora!» chilló en un tono más grave cuando quise protestar, me volví un ovillo en una de las esquinas ocultándome detrás de la ropa oyendo como le ponía el pestillo por fuera justo antes de oír la madera de la entrada crujir al ser destrozada. Los ruidos en el exterior lograban encogerme más en mi lugar intentando controlar mis temblores, se escuchaban gritos, cosas rompiéndose y discusiones a las que no conseguía entender. Dos hombres me encontraron dejándome paralizada por unos minutos para en segundos sacarme a tirones–¡Lisa, ayúdame por favor!

Incluso antes de que pudiera terminar de gritar tenía a ambos hombres sobre mí manteniendo mi cuerpo contra el suelo, busqué a Lisa con la mirada y cuando la encontré un sentimiento de pánico se apoderó de mi ser haciéndome jadear al perder el aliento. Se encontraba inconsciente a unos metros de mí con la cabeza y el rostro ensangrentado; me removí todo lo que mi fuerza me permitió liberándome por unos minutos, aunque al estar lo suficientemente cerca como para saber que aún respiraba volvieron a sujetarme sacándome a empujones de la habitación no sin antes esposarme las manos a mis espaldas.

Una vez afuera allí estaba mi padre recostado a una de las patrullas con una maldita sonrisa arrogante mientras el que traía a Lis al hombro la tiró dentro del auto y uno de los que me llevaba a mí me empujó por la otra puerta.

–Listo capitán ¿ahora qué quiere que hagamos?-el policía al mando le preguntó e hice todo por contener las lágrimas, él no me puede ver débil, Lisa me necesita más que nunca y de esta salimos las dos o ninguna. Como pude la atraje hacia mi regazo manchando el pantalón del pillama con su sangre, planté un pequeño beso en sus labios manteniendo nuestras frentes unidas; ella tiene que despertar, no me puede dejar sola.

–Pueden irse, a partir de aquí yo me encargaré de ellas y recuerden, ni una palabra de esto a nadie-les advirtió haciendo sonar un grupo de llaves para luego subirse al lado del piloto y ponerse en marcha sin dejar de observarme por el espejo retrovisor. Se detuvo en un almacén a las afueras del pueblo donde me obligó a bajarme y cambió las esposas por unas sogas aún más apretadas cuando estuve en la silla que me ordenó antes de hacer lo mismo con Lili–Está más muerta que viva-contuve el aliento sin querer creerle, porque la verdad es que ha perdido mucha sangre y no se ve bien, en serio no puedo perderla. Desenfundó su arma colocándola sobre un tanque metálico cerca de nosotros antes de acercarse a mí nuevamente–Ni lo sueñes, aunque lograras alcanzarla nunca tendrías el valor de dispararle a tu propio padre-desdeñó cuando vió que tenía la mirada clavada en la pistola y me detuve un minuto a pensarlo ¿sería capaz de matarlo?

–¡Aléjate de mí, me das asco!-le escupí la cara con todo el desprecio cuando trató de sujetarme el rostro–No tienes ningún derecho a tocarme ¡eres un maldito enfermo!-vociferé intentando soltarme logrando únicamente lastimarme con las amarras, me dio una cachetada para que me calmara y apreté los dientes sintiendo el sabor metálico cubrir mi paladar. Por favor Lili despierta, te necesito, ahora más que nunca, no me abandones.

–¿De dónde te salió la repentina valentía cariño?-inquirió con sorna tirando de mi cabello hacia atrás para que lo mirara–Nunca pudiste detenerme y ahora no será la diferencia. ¿Realmente creíste que podías escapar de mí y de todos los policías de la organización?-cuestionó riéndose como el miserable desquiciado que es–Ni aunque cruzaras todo el maldito país te salvarías de que te encuentre-dejé de escucharlo observando unos metros más atrás, su cabeza descolgada con una mancha oscura de la sangre seca en la mitad de su rostro y parte de su ropa ya me preocupaba que estuviera inconsciente por tanto tiempo–Te acostaste con esa perra ¿verdad?-masculló restregando su asqueroso rostro en mi cuello para después morderme el hombro hasta el punto de hacerme daño–Esto es para que vean que eres mía, no importa cuanto huyas o te escondas-su lengua se deslizó por mi gargando provocándome arcadas mientras subía sus manos por mis piernas, las apreté para evitar que llegara más lejos tratando de regular mi respiración; no quiero que me toque, no puede tocarme, nunca más–tú me perteneces-las separó de golpe sacándome un grito ahogado, me revolví ocasionando todo el ruido posible para que alguien me escuchara, esta vez no lo dejaré lastimarme sin luchar. Me dio una cachetada comenzando a gritar también para que me callara, aunque lo único que logró fue que me removiera aún más provocando que retumbara por todo el almacén, sin embargo con el sonido de un disparo todo quedó en silencio.

Huyendo del demonio (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora