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੨ ֹ 🌙 𝖫ֹ𑄝ׁ𝗌ֹ𝚃᳕ᩧ 𖦹ᥒֹׅ 𝗒ׅׄ֟𖹭𝗎࣪
. ⏝͜.⏝͜︶⃘🧥⃘⃘︶͜⏝͜.⏝ .La Preparatoria Cheongdam, en el corazón de Seúl, era un campo de batalla constante. Las expectativas eran altas, y el ambiente académico, competitivo hasta el extremo. Entre los muchos estudiantes que buscaban destacar, dos nombres resonaban con fuerza, aunque por razones completamente opuestas: Kim Minjun y Kang Taeyong.
Minjun, con su semblante serio y siempre enfocado, había hecho de la excelencia académica su única misión. Desde que quedó huérfano, los libros y el estudio se convirtieron en su refugio. Era conocido por su disciplina inquebrantable, y rara vez se le veía sin un libro en las manos. Pero esa soledad autoimpuesta lo alejaba de la mayoría, un hecho que no parecía molestarle. De hecho, prefería la compañía de las páginas a las conversaciones superficiales.
Taeyong, por otro lado, destacaba por su carisma y su apellido. Hijo de un poderoso CEO, parecía tenerlo todo: dinero, estatus y un séquito de seguidores dispuestos a complacerlo en todo momento. Pero bajo esa fachada de despreocupación, se escondía un joven atrapado bajo las expectativas de su familia, especialmente de su padre, un hombre frío que veía en él poco más que una extensión de sus propios logros y quien daría la cara por él como su futuro heredero. Y aunque Taeyong rara vez lo admitía, esa presión constante lo desgastaba.
El timbre resonó en los pasillos, marcando el inicio del receso. Minjun, como era su costumbre, recogió sus libros de forma meticulosa. Cada hoja, cada bolígrafo, debía estar en su lugar antes de dirigirse a su refugio personal: la biblioteca. Mientras caminaba por el pasillo, las conversaciones a su alrededor pasaban desapercibidas. Hablaban del próximo examen de matemáticas, de los chicos más populares… prácticamente, los chismes que circulaban por la escuela. Nada de eso le importaba; su único enfoque era mantenerse en la cima. Todo lo demás era una distracción innecesaria a la que no estaría dispuesto a someterse.
Al llegar a la biblioteca, se dirigió al rincón más apartado, donde siempre se sentaba. La luz del sol se filtraba suavemente por las altas ventanas, dándole una sensación de paz que rara vez encontraba en otro lugar. Mientras sacaba sus apuntes, organizados pero abundantes, comenzó a repasar para el próximo examen, dejando que el silencio lo envolviera.
En un pasillo de la preparatoria, cerca de un rincón alejado del ruido y la gente, Taeyong caminaba hacia la cafetería, acompañado por su habitual séquito de esclavos –o amigos–. Aunque su postura relajada indicaba que estaba en control de todo, su mente estaba en otro lugar. Había perfeccionado la habilidad de parecer despreocupado, pero en el fondo, había algo que sólo él sabía llevar consigo. Algo que ni con sus palabras o acciones demostraría ante nadie. Porque en un campo de batalla, los valientes mueren primero, los débiles temen por su vida y sólo los más fuertes sobreviven. Taeyong creó esa imagen de él en un mundo donde todo estaba al alcance de su mano, menos lo que realmente necesitaba.
Cuando pasaron junto a la biblioteca, algo llamó su atención. Desde su posición, pudo ver a Minjun, solo en su rincón habitual, sumergido en sus libros. Una curiosidad inesperada lo invadió por un momento, aunque rápidamente la disimuló.
—¿Quién es ese? —preguntó, fingiendo desinterés, mientras lanzaba una mirada rápida hacia la biblioteca.
Uno de sus amigos lo miró de reojo, sorprendido por la pregunta.
—Ese es Kim Minjun —respondió, encogiéndose de hombros—. Un genio total, y de nuestra clase. No hace nada más que estudiar. Es un aburrido, ¿no? Vive en los libros.
Taeyong no respondió de inmediato, solo continuó su camino hacia la cafetería, fingiendo que el comentario no le interesaba. Pero en su mente, la imagen de Minjun no desaparecía. ¿Cómo podía alguien aislarse tanto del mundo?
Más tarde, esa misma tarde, ambos recibieron un aviso inesperado. El director de la preparatoria solicitaba su presencia en su oficina. Minjun fue el primero en llegar, con su habitual aire de indiferencia, aunque su mente se inundaba de preguntas. Mientras esperaba, observó los diplomas colgados en las paredes, los reconocimientos de la escuela, y se permitió un momento de orgullo interno. Pero lo que realmente capturó su atención fue un informe sobre el escritorio del director, uno que parecía indicar que algo más grande estaba en marcha.
Minutos después, Taeyong entró, con su característico aire de confianza. Se lanzó en la silla frente al escritorio del director, sin disimular su desinterés.
—Minjun, Taeyong, gracias por venir —comenzó el director, con una sonrisa que parecía saber más de lo que decía—. Los he convocado porque quiero que trabajen juntos en un proyecto especial. Es para la competencia nacional de investigación, y la escuela tiene grandes expectativas de ambos.
Minjun se mantuvo en silencio, evaluando la propuesta con la precisión de siempre. Un proyecto de esta magnitud podría asegurar su futuro académico. Era justo el tipo de reto que necesitaba. Taeyong, por otro lado, levantó una ceja, claramente incómodo con la idea.
—¿Por qué nosotros dos? —preguntó Taeyong, sin molestarse en ocultar su desinterés.
—Porque ambos tienen habilidades excepcionales, aunque en áreas distintas —respondió el director, cruzando las manos sobre el escritorio—. Podrían aprender mucho el uno del otro. Además, será una excelente oportunidad para demostrar que pueden trabajar en equipo.
La tensión entre ellos era palpable. Aunque Minjun no dijo nada, su mente ya estaba formulando una estrategia. Taeyong, en cambio, parecía más molesto que intrigado. No obstante, ambos sabían que no podían rechazar la oferta. El prestigio de la competencia nacional y lo que implicaba para sus futuros era demasiado tentador como para dejarlo pasar.
Cuando salieron de la oficina, la distancia entre ellos era evidente. Para Minjun, Taeyong representaba todo lo que él despreciaba: arrogancia sin esfuerzo, privilegios sin mérito. Para Taeyong, Minjun era un tipo obsesivo, rígido, alguien que no entendía que la vida era mucho más que un buen promedio.
El choque entre ambos no era una cuestión de si sucedería, sino de cuándo.
¡🅶ꭈαᥴꪱαა թ𖹭̲ꭈ Ɩᥱ𝖾ꭈ!
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