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Cellbit estaba… feliz.

De buen humor, como pocas veces le habían visto.

Bagi lo notó, Baguera lo notó, incluso Tina y Jaiden, quienes decidieron no cuestionar nada puesto que habían recibido sin esperarlo una explicación.

Pues hacía tres días, cierto mexicano había hecho una publicación que a más de uno (o más bien, más de unos miles) de sus seguidores en instagram dejó completamente impactados.

Una fotografía.

Nada demasiado explícito en realidad, solo una taza de café y su mano estirando el dedo meñique hacia una mano ajena al otro lado, como si intentara alcanzarla. Con esta, la descripción ‘Saudade’.

Baguera recuerda que eran las tres la mañana cuando recibió la notificación, teniendo que taparse la boca con ambas manos cuando reconoció al segundo a quien pertenecía aquella segunda mano, además, la descripción estaba en portugués, no había que ser un genio para descifrarlo.

Cellbit por su parte recuerda haberla visto al día siguiente mientras desayunaba, afortunadamente en soledad puesto que, como siempre, hacia todo demasiado temprano, y aunque no fue capás de reconocerse a sí mismo, vaya que reconoció el mantel en la fotografía, pues era el mismo sobre el que había cenado el día anterior.

Ni siquiera se cuestionó en qué momento Roier había tomado aquella foto, pues solo podía pensar en que el chico había subido algo haciendo alusión a él.

Aún creyendo que Cellbit ni siquiera lo vería.

Por ello, aún días después de lo sucedido, el chico no podía dejar de sentirse en las nubes.

“Tierra llamando a Cellbit, tierra llamando a Cellbit ¿me escuchas?”

Jaiden ríe, viendo a la rubia mover ambos brazos justo frente al brasileño sin que este se inmute.

“¡Lo perdimos, enfermera!”

“¡Llamen al doctor cupido!” continúa Bagi, arrojando una bola de papel a su hermano lo cual sí capta su atención.

“Creo que necesita otra dosis de Roier para volver en sí” añade Tina.

“Uuuhhhh!” corean las chicas cuando lo ven sonrojarse.

“Cresça, sim?” responde.

“Otra dosis de Roier y creo que se nos va” ríe Baguera.

“Uuuhhhh!” vuelven a corean.

“Cala baixo, porra”

“¡Roier!” grita Jaiden.

“Uuuhhhh!” responden en grupo, a lo que el chico opta por lo único que puede hacer.

Acerse bolita contra la mesa.

“Hermano, solo acepta que te gusta”

“Eles vão tirar sarro de mim!”

“¡Entonces si le gusta!”

“¡Uuuhhh!”

Y contradictoriamente al bochorno que siente y al sonrojo en sus mejillas… sonríe.

De la forma más absurda posible porque es literalmente increíble para él poderse sentir de aquella forma.

“Obviamente le va a gustar ¿Por qué no les cuentas de la pequeña serenata de esta mañana?”

“¡Santo Dios! ¿Qué?” grita la francesa, golpeando la mesa y al igual que el resto inclinándose sobre sus asientos para mirar al chico en espera de respuesta.

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