La comunicación es un aspecto muy importante en la historia de la humanidad; muchos dirían que fue clave para su evolución. La comunicación se logra gracias al mensaje y a quien lo lleva, el mensajero. Aún recuerdo el primer mensaje que me marcó de por vida. El 4 de mayo de 1975, cuando solo tenía 8 años me encontraba jugando en la sala de mi pequeña casa en el pueblo de Goodsprings, Nevada. Mi madre vino desde México hasta los Estados Unidos buscando una mejor vida aquí conoció a mi padre y parecía que llevarían una vida tranquila hasta que mi padre se enlistó en las fuerzas armadas para pelear en tierras lejanas. Era una linda tarde yo me encontraba jugando con mis coches de juguete cuando alguien tocó la puerta. "Ricardo, ve a ver quién es," dijo mi madre desde la cocina, corrí hasta la puerta y la abrí de golpe esperando que fuera mi padre, del otro lado de la puerta estaba un hombre vestido formalmente con el típico traje militar lleno de medallas, en sus manos llevaba una caja y sobre la caja una bandera de los Estados Unidos, grité a mi madre para que viniera, al ver lo que portaba aquel hombre ella se llevó las manos a la boca mientras las primeras lágrimas brotaban de sus ojos, yo no entendía qué pasaba, ella tomó la caja y sacó el pañuelo favorito de mi padre y empezó a llorar desconsoladamente. Ver a mi madre así me dio cierto temor corrí a abrazarla para darle mi apoyo o al menos para que no llorara cuando alcé la vista hacia el hombre, no pude ver ni una pizca de empatía en sus ojos no hizo nada, ni siquiera intentó consolarla.
El día del funeral de mi padre llegaron muchos hombres que nunca había visto. "Fue un gran hombre, murió con honor, era un gran amigo," esas eran las palabras que escuché todo el tiempo. Mi madre aún lloraba al lado del ataúd de mi padre, me tomó de la mano y me acercó para darle un último adiós, aún lo recuerdo; parecía estar durmiendo. Algo inusual que pude ver es que sus manos y brazos estaban vendados; se notaba debajo del traje que le habían puesto, además de unas grandes ojeras no sé si era porque ya estaba muerto o porque no dormía seguido, pero verlo así me marcó.Empecé a desarrollar un miedo a los mensajes, especialmente cuando alguien tenía que decirme algo en persona. Prefería mil veces que me lo dijeran por mensajes o escrito sin importar lo importante que fuera. Me causaba terror que alguien se acercara para decirme que tenía noticias para mí. Hoy, después de 22 años de lo acontecido, intento vivir.
A mis 18 años decidí abandonar mi pueblo y buscar oportunidades en San Francisco. Desde entonces vivo en esta ciudad, sosteniéndome como fotógrafo para un periódico de deportes, Me la pasaba junto a mi compañero fotografiando a los beisbolistas, pagan bien por buenas tomas. El día de hoy decidimos pasar por un bar que nos quedaba de paso, Scott, mi compañero, es un aficionado al alcohol, estábamos bebiendo de lo más tranquilo cuando él dijo: "Amigo, ¿realmente te veías trabajando para un periódico deportivo cuando eras niño? Porque yo no. Yo quería... la verdad, nunca supe qué quería. ¿Qué me dices tú, Ricardo?" Yo agité un poco mi bebida y alcé la vista hacia el techo del bar. "Creo que solo quiero una vida tranquila. La verdad, nunca pensé en algún trabajo. Mi madre quería que fuera abogado; debiste ver su cara cuando le dije que sería fotógrafo." Scott se empezó a reír y se puso a beber nuevamente. "Vaya, somos la decepción de nuestras madres," exclamó mientras seguía bebiendo. Después de un rato decidimos que ya era mucho alcohol por el día de hoy, Scott me tomó del hombro y me abrazó. "Ricardo, ¿puedes llevar las fotos tú solo, por favor? Estoy muy cansado," realmente se le escuchaba cansado, por lo que le dije que no había ningún problema, tomé la mochila de Scott porque él llevaba las fotos y también me llevé la cámara paré un taxi para mi amigo borracho y le pedí al taxista que lo llevara hasta su casa dándole la dirección.
Aunque ya estaba anocheciendo, pude notar cómo el cielo se llenó de nubes; estaba por llover, una gota de lluvia cayó directamente en mi frente; era la señal de que empezaría la lluvia. Corrí hasta una parada de autobús donde había un espacio para refugiarse de la lluvia, el techo apenas lograba cubrirme de la lluvia, mis zapatos y una parte de mi pantalón estaban empapados, una espesa niebla empezó a envolver la parada. Ningún coche atravesaba, y la lluvia se detuvo, de entre la niebla, un hombre emergió caminando en la acera en la que estaba, se detuvo justo frente a mí ahí noté algo que hizo que una horrible sensación recorriera mi cuerpo. El misterioso hombre estaba vestido igual que aquel militar que nos informó sobre la muerte de mi padre, no podía ver bien su cara; sentía que cada vez que intentaba verle a los ojos, mi vista se nublaba. "Tal vez era la lluvia," pensé. El hombre giró hacia mi dirección y mi corazón empezó a latir a mil, el estaba por decirme algo por lo que mii fobia a los mensajes se estaba haciendo presente; podría decirme algo malo y no sé si podría con ello, el dijo: "Él va a despertar." Yo me froté los ojos intentando entender la situación. "¿Quién va a despertar?" pregunté al sujeto. "Él" fue su única respuesta, este hombre me estaba dando un mensaje, uno muy raro, mi miedo se calmó ya que parecía más como si alguien me estuviera jugando una broma, cuando estaba a punto de preguntarle quién era, sonó el claxon del camión aquel hombre ya no estaba, y en su lugar estaba el camión frente a mí, no había niebla y había coches circulando, no podía comprender lo que pasó. "¿Va a subir o qué?" preguntó el chofer del bus. Subí enseguida y me senté en uno de los primeros asientos.
El hecho no me dejó tranquilo. ¿Quién era ese hombre? ¿Y quién va a despertar? ¿El diablo? ¿Quién? Decidí ignorar lo que acababa de pasar. Llegué hasta mi trabajo, entregué las fotografías, y de ahí no sucedió nada más hasta que llegué a mi pequeño departamento. Al entrar, tiré mis cosas al sofá y me recosté en el piso, me quedé viendo el techo un buen rato, solo porque sí. La ventana de la cocina empezó a sonar por el viento; esta se golpeaba con el marco una y otra vez. Me levanté con mucha pereza para cerrarla, pero cuando me acerqué una ráfaga entró por la ventana, este viento tan fuerte movió todos los papeles que tenía sobre la mesa y tiró muchas cosas que tenía sobre los muebles, un viento muy fuerte, si me lo preguntas. Cerré la ventana como pude y corrí a la sala viendo el cuchitril que se había hecho por el viento. Ver tantos papeles regados me ponía muy nervioso, pero estaba realmente cansado. Fui hasta mi habitación y me acosté en mi cama sin siquiera cambiarme de ropa. Estaba conciliando el sueño, pero de repente empezó a temblar levemente, me levanté de golpe, pero noté que no estaba temblando, al volverme a acostar sucedió lo mismo. Sentía que empezaba a temblar, pero al levantarme se notaba que nunca tembló. Salí de mi habitación; eran las 11 de la noche, salí fuera de mi departamento y una vecina estaba apenas llegando al suyo. "Disculpe, vecina, ¿sintió que tembló de casualidad?" Le pregunté en voz baja para no despertar a ningún vecino. Mi vecina, ya algo mayor, volteó hacia atrás y hacia mí. "No, vecino, no ha temblado; quizás debería dejar el alcohol," tremenda la señora. "Jajaja, sí, muchas gracias, linda noche." Me metí a mi departamento de nuevo y me senté en el sofá nuevamente. Decidí ignorar lo que estaba sucediendo, pero desde el momento que me senté, me empecé a sentir observado, como cuando alguien te ve fijamente y te pone incómodo, me acerqué a la ventana pero era imposible que alguien me viera; estaba en el cuarto piso. No había nadie en las ventanas de los otros departamentos pero ese presentimiento de que alguien me veía no se iba. Por primera vez desde que era un niño, quise dormir con las luces encendidas. Esto ya era muy raro. Yo no creo en fantasmas, y nunca creeré. Estaba por dirigirme a mi cuarto cuando escuché que algo había caído. Era una caja que estaba llena de cinta amarilla. La reconocí al instante; era la caja que tenía las cosas de papá, la caja que entregó aquel hombre a mamá. Ella me la entregó; me dijo que no quería tenerla porque ver sus cosas le partía el corazón, tomé la caja y la puse sobre la mesa y con ayuda de un cuchillo de cocina pude abrirla. Dentro había fotografías de él y su pelotón, algunas cosas como anillos, basura y su pañuelo favorito. Tomé el pañuelo y sentí mucha tristeza, recordando la poca infancia que tuve con él, siempre llevando este pañuelo, blanco y sedoso. De alguna forma se podía sentir muy puro. Estaba por devolverlo cuando, entre las fotos, vi unas muy peculiares. Eran fotos de los brazos de mi padre, tenían marcas muy raras y parecía que su piel estaba irritada. Detrás de las fotos había mensajes escritos en cursiva: "Estoy muy cerca y ellos lo saben". Un leve escalofrío recorrió mi cuerpo, tomé la siguiente fotografía. Mostraba el mismo escenario, sus brazos llenos de marcas, y con otro mensaje en la parte de atrás: "Recibí el mensaje". ¿Un mensaje? ¿Qué mensaje recibió? La ventana de la cocina se abrió de golpe, interrumpiendo mis pensamientos. Me levanté a cerrarla nuevamente y, cuando me giré, ahí estaba nuevamente el hombre vestido de militar, me eché hacia atrás y tomé un pequeño cuchillo para cortar el pan que estaba ahí. Las luces empezaron a parpadear, el cuarto se puso frío y aquel hombre habló: "Él va a despertar", esa simple frase hizo que mi cuerpo comenzará a temblar, tenía los pelos de punta y el frío se apoderó de mi, sentía muchas ganas de salir corriendo pero decidí armarme de valor, me acerque lentamente sosteniendo aún el cuchillo con ambas manos evitar que esté temblará. "¿Quién eres tú?" Aquel se giró, viendo hacia la pared. "Soy el Mensajero".
ESTÁS LEYENDO
El mensajero
HorrorEl miedo es común, pero algo que nos aterra son las malas noticias, aquellas que nos toman por sorpresa y más aquellas que portan desgracias.