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Según la opinión de Wooseok no podía existir ninguna maravilla más grande que observar los ojos de Jimin teñirse de pasión justo en el mismo momento en que alcanzaba el clímax que él mismo le proporcionaba. Sus brazos fueron incapaces de sostenerlo por más tiempo y terminó derrumbándose sobre su amado, pero tuvo la suficiente mente fría como para rodar un poco de costado para no aplastarlo con su peso. Al sentir su movimiento de retirarse él con suavidad lo apretó con fuerza contra su cuerpo, reacio a estar medianamente separados, aunque sus cuerpos seguían íntimamente unidos. Para solucionar ese problema Wooseok se puso de espaldas al colchón y apretó el cuerpo del joven, rubio ahora, contra el suyo.

Ninguno de los dos dijo algo, pero las palabras eran absolutamente innecesarias en aquel momento, lo único verdaderamente importante era paladear el glorioso sabor de su nueva vida.

Nueva vida. Era curioso cómo sólo hasta ese momento era conciente del cambio que acababa de ocurrir, que sólo hasta que lo tenía entre sus brazos tras experimentar el más dulce de los placeres era que finalmente podía darse cuenta de que las vidas de ambos acababa de cambiar unas horas antes.

Enderezó un poco el rostro para fijarse en la mano que Jimin tenía apoyada posesivamente en su pecho, aunque sería más específico decir que su atención la enfocaba en el par de anillos, uno sencillo anillo dorado, de oro de 14K, que era de pedida de matrimonio y el otro lujoso, con un diamante enmedio del anillo, completamente de oro que portaba en su dedo anular, de 24K. Como si quisiera terminar de encajar unas piezas del rompecabezas elevó su mano derecha para contemplar su propia sortija de boda.

Enterró su barbilla en la coronilla de Jimin, queriendo inundar sus fosas nasales con el dulce aroma de su esposo. Su esposo. Todavía le parecía desconcertante cómo Jimin se despertó aquella mañana siendo Park Jimin y horas después era Jung Jimin, porque su exigente chico, con complejo de Stitch, le dejó muy claro que quería tomar su apellido como propio; no por una razón de importancia, a final de cuentas ya casi todo mundo sabía que él no era un huérfano cualquiera sino...ligeramente importante, sino porque quería entrar en su propia familia y no que él entrara a la suya. Una cosa un tanto confusa para él si era sincero, pero a Jimin parecía importarle así que aceptó.

A través de la ventana entreabierta se colaba el rumor de las olas y el aroma salado del mar; podían haber elegido cualquier lugar para pasar la luna de miel pero ambos decidieron que el mejor lugar posible era regresar a la misma playa en que pasaron sus días de escapada. Fue en ese lugar donde las cosas cambiaron definitivamente para ellos, el lugar en que finalmente fueron capaces de bajar las barreras lo suficiente como para creer en lo que estaba pasando.

-¿En que piensas?

La voz de Jimin lo tomó por sorpresa, tan perdido como estaba entre sus recuerdos, pero sonrió al escucharle. Quizá era una cuestión absurda emocionarse tanto por escuchar una pregunta tan simple pronunciada con ese deje cariñoso que teñía la voz de Jimin, pero ¡joder! Por años pensó que un futuro así era imposible, que estaría condenado a amar en secreto por siempre a ese enano del demonio, con complejo de bratz y de Stitch, condenado a estar atado irremediablemente a él sin una sola esperanza. Nadie debería criticarlo por sentirse como un idiota afortunado por haber logrado conquistar al chico al final

-¿Qué en qué pienso?-hizo un sonido de vaguedad mientras movía perezosamente su mano a lo largo de la columna de su esposo-En que nos hemos acabo la botella de champagne y tú no probaste una sola gota

-Oh. Es cierto que no pude probarla pero... tú lo hiciste por ambos. Y tuvo un mucho mejor uso que haberme tomado una copa de ella

Dulce VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora