Narra Hinata
Todos los días eran difíciles en el hospital, pero hoy especialmente se me estaba complicando cumplir hasta con la más mínima indicación. Y sabía muy bien la razón. La sonda estaba haciendo efecto, y yo claramente había subido de peso. No sabía a ciencia cierta cuanto, sólo que no quería probar ni un sólo bocado de comida, el más mínimo pensamiento relacionado con eso me producía arcadas. Estaba asqueado, con los alimentos, con mi cuerpo, conmigo mismo.
Esta mañana había decidido correr las gasas que tapaban el espejo del baño, y la imagén que este me devolvió no hizo más que shockearme y empeorar mi situación. Nunca me había sentido tan feo y gordo en toda mi vida. Mi única meta era ser delgado, más alla de las de ser un buen jugador de voley y todo eso, pero había fracasado. No tenía ganas de nada, ni siquiera de hablar con Kageyama, no quería que nadie viera el aspecto horroroso en el que me encontraba. Mucho menos iba a comer y seguir alimentando esta monstruosidad que parecía crecer dentro de mí.
Cada vez que le preguntaba a las enfermeras cuando me sacarían la sonda nunca obtenía respuesta. Creo que ni ellas lo sabían. Supuestamente era hasta subir un poco de peso, pero si me lo preguntan a mí, ya había subido el suficiente, ni siquiera eso, había subido muchisimo.
La puerta sonó dos veces antes de que la enfermera de la mañana entrara sin esperar respuesta, viendo con molestia mi bandeja del desayuno todavía llena de comida.
-Hinata, debes comer, ya pasó mucho tiempo, y se te va a juntar con el almuerzo.
Yo no respondí, dispuesto a ignorarla.
-Sino comes, todo lo que está en el plato será triturado y pasado por tu sonda.- me amenazó severa.
Volteé a verla enojado. Todo se sentía tan mal, mi cuerpo, la textura de la ropa, esta cama del hospital, las ásperas sábanas, el color de las paredes, incluso mi personalidad. Nada parecía estar en su lugar.
-¿Cuando me van a sacar esta cosa? -exigí saber.
-Si comes bien, en un par de días.
-Vengo comiendo bien hace días y todavia no lo hacen, ¿cuando me van a sacar esta cosa? -repetí la pregunta, elevando el tono de mi voz, pero ella permanecía en silencio. Me reí con sorna.- Un par de días.- murmuré.- Dos días es un par de días, cuatro también, seis, ocho, treinta, sesenta, vamos no soy un genio de las matemáticas pero puedo seguir.
Ella suspiró, negando con la cabeza.
-Pon de tu parte y come, y cuando menos te lo esperes ya no tendrás la sonda.
-¡Quiero saber cuanto! -grité furioso.- ¡¿Cuanto?! ¡¿Cuanto?! ¡¿Cuanto?! ¡¿Cuanto?! ¡¿Cuantooooooo?! -continué repitiendo incesantemente hasta que la enfermera se hartó y se fue enojada, no sin antes murmurar un "pendejo caprichoso".
Una vez la puerta se cerró, comencé a tratar de calmar mi respiración, para después comenzar a llorar. Estaba harto, harto de todo, muy cansado, quería irme a casa. Agarré los sanguchitos de miga y comencé a revolearlos contra las paredes, lo mismo con el vasito descartable de café con leche. Y esa manzana horneada que más que horneada tenía aspecto de podrida. La puerta se abrió justo en ese momento, con la manzana estrellándose contra la cabeza de Kageyama.
Me paralicé en mi lugar.
-¡Tarado! ¿Qué mierda te pasa?- cerró la puerta de la habitación disgustado, se notaba que estaba muy molesto.- Me pudiste haber sacado un ojo.
-¡Es una manzana horneada Kageyama! ¡Horneada! -levanté mis brazos con exageración.
Él me miró mal mientras se limpiaba los restos de pulpa de su cabello oscuro.
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¿Quién sacó mi té? ; Kagehina
Teen FictionKageyama vuelve a tener una recaída y llega al Centro de Trastornos Alimentarios de California. Hinata está allí desde hace meses, y no tiene mejoras. ¿Qué sucederá cuando el té de Kageyama sea sacado del microondas?