26: aceptación

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William

Lizeth, no había un solo momento en que no pensará en ella. En su forma de ser. En su amabilidad. Su genuidad. Ella era tan pura y hermosa. El día en el que provoqué sus lágrimas, me sentí como un imbécil, es decir, lo fui, lo soy. Pero, eso tan solo me hizo abrir los ojos una vez más: todo lo que está a mi alrededor se marchita. Cuando conocí a Lizeth, ella radiaba luz, y ahora, desde que ella me conoció, he atenuado su brillo. Ella no merecía eso. Ella merecía estar con alguien que la hiciera brillar aún más, y esa persona no era yo. Así de triste y dolorosa era la situación para mí.

Hay veces que quería convencerme a mí mismo de que ella no me gustaba, pero no se puede negar lo inevitable: ella me encantaba. Todo de ella. Lo parlanchina que era, su dulce y genuina sonrisa. Y lo confirme con la llegada de Amelia.

—Te extrañe demasiado, Willy. —Sonrió Amelia.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—¿Cómo que qué hago aquí? —Se ofendió—. Estoy aquí para consolarte.

—No tenías que besarme.

—Ahhh respecto a eso creí que tú y yo aún... —Pensó— A quien quiero engañar, ¿cierto? Tu y yo dejamos de ser novios desde hace tiempo.

—Lo siento.

Ella sonrió de manera melancólica.

—No te preocupes, esa fue una de las razones por la que llegué, necesitaba darle un cierre a esto, y tú ya se lo diste. Pero, esa no fue la razón principal. Veras... siento todo por lo que...

—No es necesario que continúes, de verdad —la interrumpí—. Aunque agradezco tu intención.

Ella sonrió.

—Ven acá. —Extendió sus brazos—. Un abrazo de viejos amigos.

Le sonreí, ella intentaba animarme.

—Eres una persona muy fuerte, ¿sabes?

—Gracias —le agradecí su sinceridad.

—Tu puedes con esto y con más.

No podía evitar que mis ojos se tornaran lagrimosos. Amelia, a pesar de todo, era una muy buena amiga. Y ahí estuvo, consolándome por un buen rato.

—Cambiando un poco de tema, pude darme cuenta de algo, esa chica, la pelinegra, es muy especial para ti, ¿cierto?

Eso era algo que llevaba pensando hace mucho tiempo, quería negarlo, pero mis sentimientos pudieron mucho más que la razón.

—La amo —admití.

—Pero no quieres dejarla entrar a tu mundo, ¿cierto?

—No merezco que ella entre a mi mundo.

Amelia negó.

—Es verdad que has cambiado radicalmente, aquella sonrisa que tenías ya no es la misma. Pero, déjame decirte algo Willy, no eres una mala persona. Solo cuéntale y ella lo entenderá.

—Sé que entenderá, y es por ese motivo que no quiere que se involucre, puede salir lastimada, no, ya la lastime.

Amelia suspiró.

—El tiempo te dirá cuál es el camino correcto, ya verás. —Amelia volvió a extender sus brazos—. Ven, un abrazo de despedida.

Le correspondí el abrazo.

Inevitable no mirarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora