Capítulo 3: El príncipe almeja (III)

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La habitación del erudito está muy limpia, incluso debajo de la cama no hay polvo. En cuanto a por qué He Xiao Cang sabe esto, es naturalmente porque había fisgoneado por todos los lugares que pudo fisgonear y, por cierto, dejó de paso todo el barro y la arena que había conseguido en el patio.


Sin embargo, aunque no había polvo, había mucho desorden, y muchas piedras amontonadas en un rincón. Aunque, He Xiao Cang no sabía de dónde había recogido el erudito esas piedras, pero no cabía duda de que su presencia lo enfureció mucho ya que: tuvo que voltear las piedras para encontrar su perla, sólo para ser acribillado por ellas.


He Xiao Cang, que volcó el montón de piedras tras ponerse a cuatro patas, se atragantó y quedó enterrado en ellas. Le tomó un tiempo animarse nuevamente y luego comenzó a ordenarlas.


Había muchas rocas hermosas, pero el erudito las había amontonado en desorden ...... He Xiao Cang, que se considera un espíritu demoníaco amante de la pulcritud y con buen gusto, y al ver caer la montaña de piedras, empezó a ayudar a ordenarlas.


Un montón de rojos, un montón de amarillos, un montón de transparentes y otro montón de grises...


Como un espíritu de almeja que recién tomó forma hoy y nunca antes había conocido a nadie, He Xiao Cang tiene una virtud, es decir, es bueno para divertirse, y un defecto, que olvida ocasionalmente las cosas al estar divirtiéndose.


Ordenar las piedras fue muy interesante. Por cierto, de paso, apiló cuidadosamente las botellas y frascos que el erudito había amontonado en la esquina. Al final, casi se olvida de buscar su preciada perla, y cuando se acordó, ya estaba amaneciendo...


Mirando estúpidamente a la ventana que dejaba entrar la luz, He Xiao Cang se quedó aturdido por un tiempo antes de pensar que debería volver al tanque.


"¿Eh? Ya está amaneciendo......", sonó de repente la voz del erudito, y He Xiao Cang rodó y se arrastró hacia el exterior, para luego zambullirse de cabeza en el tanque.


Después de sumergirse, se arrepintió de nuevo. Claramente quería encontrar su preciada perla antes de escapar de vuelta al arroyo, pero ahora no fue bueno, ¡No solo no encontró su perla, sino que incluso se olvidó de escapar!


He Xiao Cang estaba enfurruñado en su caparazón de almeja: no sabía qué había sucedido, pero había vuelto a su forma original.


"Oye, obviamente cerré la puerta ayer, ¿por qué está abierta ahora? ¿Está bien mi mejillón?" Sonó la voz dudosa del erudito, que seguía acercándose al tanque de agua.


He Xiao Cang se acurrucó y luego sacó con cuidado un pequeño trozo de su carne para observar la situación; no sabía que la puerta debía cerrarse, sería malo si el erudito descubriera algo.

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