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Era un día tranquilo, el cielo azulado se inundaba de nubes blancas y puras, ahí estaba la ex-arconte hydro, ahora una humana normal que vivía en total normalidad estaba saliendo a las dos de la tarde apurada, bueno, se había quedado dormida y hoy...

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Era un día tranquilo, el cielo azulado se inundaba de nubes blancas y puras, ahí estaba la ex-arconte hydro, ahora una humana normal que vivía en total normalidad estaba saliendo a las dos de la tarde apurada, bueno, se había quedado dormida y hoy tenía una reunión muy importante con Neuvillette. Llegó con cinco minutos de atraso totalmente avergonzada y pidiendo disculpas por todas partes, ahí estaba, el dragón hydro sentado en su escritorio.

― Ah.. Señorita Furina. ― Suspiró, algo aliviado.

― Disculpa su señoría Neuvillette. ― Se recompuso y se sentó frente al juez.

― Te envié esta carta y pedi que llegases aquí por una razón. ― Afinó su voz. ― Usted merece.. un pequeño regalo de mi parte. ―

Furina lo miró dudosa, pero se mantuvo firme ante la mirada seria del dragón. No sabía muy bien la razón del regalo, pero sonreía ansiosa por saberlo.

― Entonces señorita Furina, acepta? ― La chica asintió alegre.

Entonces, sacó de su escritorio una pequeña caja, que contenía? solo el mismo Neuvillette sabía, ansiosa, abrió la caja, dejando ver un precioso collar de perlas blancas, sus ojitos se iluminaron unos segundos y se lo colocó apenas lo vio.

― No es bonito? ― Se alegro por la dama. ― Ahora puedes retirarte, ojalá vernos en otra ocasión, Furina. ― Ambos sonrieron, a pesar de empezar temprano atardeció muy luego y de la nada ya eran las nueve de la noche.

― Me iré a casa.. adiós Neuv! ― Se despidió con una elegante reverencia y partió a correr.

Por la calle, una oscura y vacía calle rondaba la albina a pasitos cortos, sus botines se hacían sonar por el silencioso lugar. Por ahí, rondaba un lindo minino blanco de manchas naranjas, Furina sonrió y se acercó al gato, acariciando su cabeza y espalda, a su cabeza volvieron recuerdos vagos de la mujer que delató su identidad, tragó saliva y miro a sus espaldas con discreción.

― Uf.. nada. ― Suspiró aliviada y se levantó, a oscuras horas debía haber llegado hace un rato.

― Señorita Furina. ―

Se escuchó el susurro, levantando alertas en la albina, miro su alrededor asustada.

La chica de hebras blancas buscó por cada esquina, buscando la posible voz que le llamaba su atención, justamente, por la espalda la voz se hizo presente en su oído, susurrando un "shhh~" bastante coqueto que se esfumó con el viento.

― Q-Quién anda ahí!? ― chilló, ya casi dejando correr lágrimas del pánico. Al voltear la mirada solo logro diferenciar en el piso una pequeña carta de al parecer "invitación", la carta estaba decorada a los colores de Furina con un sello rojo, que simulaba un lindo pero elegante corazón.

Tomó la carta con indiferencia y huyo despavorida a su hogar, entrando y cerrando con llave por si las dudas, se acurrucó en su cama sin siquiera leer la carta. Despertó como cualquier día a las tantas de la tarde, sin haber desayunado observó por unos instantes la carta que ayer dejó inconclusa, suspiró y la abrió con sumo cuidado para no dañar el precioso envoltorio.

" Buenos días, tardes o noches, momento en el que leas esta carta, Te habla alguien muy peculiar que quiere conocerte. Sería un gusto verte."

La carta deja una firma de letra incomprensible, muy refinado y bonito, Furina se rascó la nuca desconcertada, no sabía quién era su admirador y eso la ponía nerviosa e incómoda.

Salió de la casa a comprar sus fideos diarios, su almuerzo diario, no tenía mucho dinero y el poco que le sobraba lo estaba ahorrando en una decoración nueva para su hogar. Suspiró mientras esperaba en la larga fila de la panadería mientras pensaba en la noche anterior, aquella voz se le hacía suavemente conocida, pero no pudo haber sido.

― Señorita Furina? ― Despertó de sus pensamientos al oír la voz del vendedor, quién ya tenía la orden "de siempre" de Furina, eran unos fideos instantáneos con una bolsa de 2 panes.

Salió, consumida por la duda y pánico, partió camino a su casa que no quedaba muy lejos, entró y se acercó al microondas para calentar su almuerzo, no era mucho de cocinar, no sabía realmente. Así que se le dificultaba enormemente alimentarse como alguien normal, ya no tenía a nadie quien le cocinara o algo así, así que decidió simplemente empezar a comprar comida instantánea que le permita alimentarse y seguir viva.

Al menos, eso quería.

"Es bueno.. pensar positivo." se dijo varias veces, durante años y décadas. Ahora que es libre, su pensamiento ha cambiado demasiado.

 Ahora que es libre, su pensamiento ha cambiado demasiado

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¿sєñσriτα ƒυriทα? - ArlefuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora