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 inspirado en Caperucita roja (?).

ฅ⁠^⁠•⁠ﻌ⁠•⁠^⁠ฅ

— ¡Pero que grande! 

— Es para metértela mejor.

Fueron las últimas palabras que el jovencito de larga cabellera añil escuchó de aquél extraño chico albino con orejas similares a las de un lobo decorando en su cabeza, seguido por una esponjosa cola del mismo color que provenía de...¿Su cintura?

No sé.

Aquél chico que decía ser el mismo lobo extraordinario que se topó por el bosque Chinju durante su camino hacia el Santuario Narukami. Su tía, Makoto, junto con su madre, Ei ordenaron al menor que fuera a alcanzarle a la Sacerdotisa del gran Santuario una cesta con sus novelas favoritas, un poco de tofu frito, tierno y jugoso como a ella le gustaba. Pues Miko había enfermado y se sentía demasiado mal desde hace casi una semana, obviamente esta al ser una gran amiga de su madre le envió una carta de disculpa por no poder asistir a su reunión planeada desde semanas atrás para compartir una taza de té.

Le habían repetido miles de veces que no hablara con extraños y que tenga cuidado al pasar por el bosque Chinju. Kunikuzushi siempre solía ser un chico obediente a las ordenes que le indicaba su familia, sin embargo pareció incumplir aquella regla cuando un extraño lobo que parecía provenir de las nieves con ojos rojizos en llamas junto con una pequeña línea rojiza llamativa entre su blanco pelaje, y era casi o más de su misma estatura lo detuvo de una forma... Demasiado espeluznante e intimidante para el joven príncipe.

Había oído desde pequeño leyendas donde la Sacerdotisa le contaba desde que era pequeña solo para asustarlo, lo cual lo lograba perfectamente en ese tiempo. Recordaba que en algún momento la kitsune le contó acerca del lobo que rondeaba por el bosque Chinju en busca de sus presas y de sus enemigos, siempre exagerando la parte donde los devoraba y nunca más se volvían a ver a aquellas personas.

Pero solo eran leyendas par asustar a los niños. Eso creía Kunikuzushi y el 99% de la población.

Solamente que dejó de creer que eran solo leyendas desde ese mismo día. Su capa rojiza que cubría la mayor parte de su cuerpo y su rostro, le quedaba algo grande ya que la mayor parte del tiempo donde estuvo viajando desde la ciudad hasta el santuario, su capa se estuvo arrastrando por toda la tierra, e incluso a veces se tropezaba con la misma, y aunque fuera algo molesta al momento de usarla, amaba aquella capa que fue un obsequio de la arconte dendro para él en su cumpleaños. Por lo cual apreciaba demasiado aquella capa roja.

Aunque al momento de intentar escapar del lobo feroz que lo acorraló en el bosque, rasgó un poco su capa entre los arbustos. Dejándola sumamente rasgada por la parte baja una vez que logró salir del bosque.

Aunque nunca se percató que dejó demasiados rastros de él en ese bosque donde aquella bestia de ojos carmesís lo esperaba.

¡D-déjame! exclamó el menor mientras removía una y otra vez entre los brazos de aquél extraño joven de cabello albino, intentó varias veces intentar golpearlo pero fue totalmente inútil, el lobo tenía buenos reflejos le era fácil luchar con él.

Kunikuzushi desde un inicio que estuvo a pocos pasos del lugar donde vivía la kitsune se le fue extraño que nadie se encontrara en la zona donde solían visitar rotundamente turistas de otras regiones, era como un desierto solitario. Pero lo que más le fue sorpresa fue cuando no encontró a la Sacerdotisa en la cama donde debía estar, enferma. En cambio se encontró a aquél muchacho con extrañas orejas decorando su cabello paseando por la casa que le pertenecía a Miko.

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⏰ Última actualización: Jun 08 ⏰

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