Mariana sonrió y miró a Rosa antes de pedirle:
—Rosa, ¿podrías traerme unos tenis, por favor?
Rosa asintió amablemente y subió rápidamente las escaleras. Mariana se volvió hacia Carla, tomándola de la mano y guiándola hacia el sofá.
—Ven, siéntate —dijo Mariana con una sonrisa.
Ambas se sentaron en el sofá, y Mariana miró a Carla con curiosidad.
—¿Qué te apetece hacer hoy? —preguntó Mariana, observando a Carla con interés.
Carla se encogió de hombros, sonriendo con calidez.
—Lo que tú quieras está bien para mí, Mariana. Con estar contigo, ya soy feliz.
Mariana se rió suavemente, encontrando encantadora la sinceridad de Carla.
—Bueno, podemos hacer algo creativo —sugirió Mariana—. Podríamos tomar un helado y probar sabores que nunca hemos probado antes. Y en el parque, podríamos recolectar algunas flores y hacer diademas de flores. Cosas así.
Carla la miró con ojos brillantes.
—Nunca he hecho una diadema de flores. No sé cómo se hace —confesó Carla.
Mariana se encogió de hombros, divertida.
—Yo te enseño. Puede que sea muy seria, pero tengo muchos trucos divertidos bajo la fachada, Carla.
Justo en ese momento, Rosa bajó con los tenis y se los entregó a Mariana. Ella se los puso con cuidado, agradeciéndole a Rosa con un abrazo y un beso en la mejilla.
—Gracias, Rosa. Nos vemos luego.
—Cuídense mucho y disfruten —respondió Rosa con una sonrisa, mientras observaba a ambas salir de la casa.
Mariana y Carla se dirigieron al carro, donde Juan ya las esperaba. Mariana se acomodó en el asiento trasero y le indicó a Juan:
—Llévanos al parque central, por favor.
Juan asintió y puso el coche en marcha. Mientras se acercaban al parque, comenzaron a notar la presencia de algunos periodistas y fotógrafos que reconocían el coche. Mariana suspiró, acostumbrada a este tipo de atención, y le dio una mirada tranquilizadora a Carla.
—Ignóralos —dijo Mariana—. Vamos a disfrutar nuestro día.
Llegaron al parque y, efectivamente, la prensa y algunos curiosos comenzaron a tomar nota de su presencia. Sin embargo, Mariana y Carla los ignoraron y se dirigieron directamente al puesto de helados.
—¿Qué sabores vamos a probar hoy? —preguntó Mariana con entusiasmo, mirando la lista de helados.
Carla se rió, sorprendida por el entusiasmo de Mariana.
—Nunca he probado el helado de lavanda. ¿Y tú? —sugirió Carla.
—Yo tampoco. Vamos a probarlo —decidió Mariana.
Pidieron dos conos de helado de lavanda y comenzaron a saborearlos mientras caminaban por el parque. La heladería recibió más atención de lo usual debido a la presencia de Mariana, quien era bien conocida.
Mientras paseaban y reían, ambas disfrutaban del sabor inusual del helado. Mariana observó los campos de flores y tuvo una idea.
—Vamos a recolectar algunas flores para hacer nuestras diademas —dijo, señalando un área con flores silvestres.
—¡Perfecto! —respondió Carla, siguiendo a Mariana con entusiasmo.
Mariana y Carla se agacharon para recoger flores, eligiendo las más coloridas y hermosas. Sin darse cuenta, varias personas alrededor tomaban fotos y, especialmente, algunos paparazzis capturaban cada momento. Para ellos, era inusual ver a Mariana en un estado tan relajado y feliz, sin la máscara profesional que siempre llevaba.
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Más allá del exito.
RomanceLa vida de Mariana Ávila, una exitosa empresaria cuyo mundo está definido por el poder, la seriedad y una historia marcada por el dolor. A pesar de su éxito, Mariana ha construido murallas alrededor de su corazón, incapaz de confiar en el amor despu...