Encuentros sobre hielo.

26 6 5
                                    

Mariana llegó a casa después del agitado y confuso encuentro en el bar. El sol del mediodía ya había dado paso a una suave luz dorada, anunciando la llegada de la tarde. Al abrir la puerta, el familiar aroma del hogar la envolvió, dándole una sensación de calma.

—¡Hola, Rosa! —saludó, intentando que su voz sonara despreocupada mientras colgaba su bolso en el perchero de la entrada.

Rosa, la ama de llaves que había trabajado para la familia Ávila durante años y era como una madre para Mariana, salió de la cocina con una sonrisa acogedora.

—Hola, mi niña. ¿Cómo te fue? —preguntó, con un tono maternal.

Mariana forzó una sonrisa y se encogió de hombros.

—Bien, solo fui a dar una vuelta para despejarme un poco —dijo, evitando los detalles de su encuentro en el bar.

Rosa la miró con preocupación, pero no insistió.

—Me alegra escuchar eso. Justo estaba terminando de preparar la comida. ¿Te sirvo ahora?

—Sí, por favor, Rosa. Estoy hambrienta. Vamos al comedor.

Ambas mujeres se dirigieron al comedor. Mariana tomó asiento mientras Rosa traía platos de comida. La mesa estaba perfectamente puesta, con una ensalada fresca, pollo asado y una guarnición de verduras al vapor.

—Gracias, Rosa. Todo se ve delicioso —dijo Mariana con sinceridad mientras empezaba a servirse.

—Para ti siempre, mi niña —respondió Rosa, tomando asiento también.

Comieron en silencio por unos minutos, disfrutando de la comida. Mariana, sintiéndose un poco más relajada, decidió compartir una de sus ideas con Rosa.

—Rosa, he estado pensando en hacer algo diferente esta tarde, pero no estoy segura de con quién ir —dijo, rompiendo el silencio.

—¿Qué tienes en mente, Mariana? —preguntó Rosa, intrigada.

—Me gustaría ir a una pista de hielo a patinar. Hace mucho que no lo hago y creo que sería divertido. Pero no sé a quién invitar. —Mariana jugueteó con su tenedor, mirando su plato.

Rosa sonrió con calidez.

—Eso suena maravilloso. Siempre te ha encantado patinar. ¿Por qué no invitas a una amiga?

Mariana suspiró.

—He estado tan ocupada con el trabajo que no he tenido tiempo de mantener muchas amistades. Y Carla está ocupada hoy. Realmente no sé a quién más podría llamar.

Rosa pensó por un momento, su expresión mostrando la preocupación de una madre.

—Bueno, siempre puedes ir sola y disfrutar del tiempo para ti misma. A veces es bueno desconectarse y hacer algo solo para relajarse.

Mariana asintió lentamente, considerando la idea.

—Tienes razón, Rosa. Quizás eso es justo lo que necesito. Un tiempo para mí misma, lejos de todo.

Rosa sonrió, satisfecha con su consejo.

—Estoy segura de que lo disfrutarás. Y si cambias de opinión y quieres compañía, siempre puedes llamarme. No soy una patinadora, pero puedo animarte desde la banca.

Mariana rió, la tensión del día comenzando a desvanecerse.

—Gracias, Rosa. Eres la mejor.

Terminaron de comer en un ambiente mucho más relajado. Mariana ayudó a Rosa a recoger la mesa, disfrutando de la rutina familiar que siempre la hacía sentir más centrada.

Más allá del exito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora