Miles

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—¡No me toques, coño!— le grité al poli que me metía en en coche de policía.

No podía hacer mucho. Tenía las manos atadas con esposas. Cerraron la puerta de un portazo y se subieron los dos polis al coche.

—Putos polis...— murmuré.

Oí a uno de ellos reír, al copiloto.

—Siente mal cuando te pillan, ¿eh?

—Siente peor cuando te están matando...— dije, mientras una sonrisa algo siniestra se formaba en mi cara.

—No me das miedo, ¿sabes?— contestó el policía mientras comía un donut.

—Puto gordo.— le dije.

—Aparte de asesino, ¿Gordofobico eh? Joder, lo tenemos todo aquí.

El otro poli se rio y yo solo rodé los ojos. Miré por la ventana del coche, mirando a la gente andando por la calle, algunos con la mirada pegada en el coche policial, ya que llevaba las sirenas puestas. Poco después, volví a mirar al frente y hablé:

—¿Y de qué os sirve atraparme? Sabéis que tarde o temprano me escaparé de la cárcel, ¿no?

—Di lo que quieras, de todas formas, si te escapas te volveremos a pillar.— me contestó el policía que conducía.

Le di una patada a su asiento y luego otra patada a la del copiloto. Ellos solo soltaron risas. Alguien empezó a hablar por la radio policial, yo solo escuché mientras intentaba soltarme las esposas. 

—Billy ha escapado, repito, Billy ha escapado.— una voz femenina hablaba.

—¿Cómo que Billy?— pregunta el policía que conducía al otro.

El policía que iba de copiloto, cogió la radio rápidamente.

—¿Billy Jawner?— preguntó por la radio policial.

—El mismo.— le respondió la voz femenina.

—Oh Dios, oh mierda, oh joder...— el copiloto golpeó el salpicadero.

—¿Qué te pasa?— le preguntó el policía que conducía.

—¿Es que no sabes quién es Billy Jawner?

—No, ¿debería?

—Hombre, si eres policía, supongo que deberías saberlo.— comenté.

—¿Acaso tu sabes quién es?— me preguntaron a la vez.

Yo asentí confuso. Obviamente sabía quien era Billy Jawner. El hombre que asesinó a una mujer y dos niños por venganza. Le conocí personalmente días antes de que le detuviesen. En parte, yo le ayudé a asesinar, ya que yo le dije cuando, con que y como matarlos, y solo le hablé por mensaje, hasta que lo conocí y días después, lo arrestaron.

—Ese hijo de puta mató a mi esposa y a mis dos sobrinos, que mi esposa los estaba cuidando ya que mi hermano y su mujer se fueron de luna de miel.— dijo el policía copiloto. 

La voz se le quebró un poco, y me hizo gracia, así que reí en bajito, y los policías me escucharon.

—¿Te parece gracioso, eh?— me preguntó el que conducía.

—Mucho, porque yo ayudé a Billy.— dije, ya iba a ir  a la cárcel, me daba igual todo.

El policía que iba de copiloto, giró su cabeza para mirarme furioso, y empezó a sacar su arma mientras yo mantenía una sonrisa burlona.

—Te juro que yo lo mato...— dijo respirando exageradamente.

—Chad, relájate, no puedes matarle, recuerda.— dijo el que conducía.

—Chad... Vaya nombre de mierda.— dije, y el copiloto me disparó en la pierna. Yo solté un gruñido.

—¡¿Qué coño Chad?!— gritó el que conducía.

—Ya está.— contestó Chad.

Puse mi mano en mi pierna para parar el desangrado, mientras gruñía del dolor pero con una sonrisa. Golpee su asiento con la pierna buena y me limpié la sangre en los asientos donde yo estaba.

—Como el agente se entere de que le disparaste, te despide y a lo mejor vas a la cárcel.— dijo el otro poli mientras me miraba para asegurarse de que estaba vivo.

—Solo le disparé en la pierna, joder...— respondió Chad.

—¿Solo? Chad, heriste a una persona que no intentó agredirnos en ningún momento, no tienes derecho.

—¡Ayudó en el asesinato de mi familia! ¡No me digas que no tengo derecho a dispararle por favor!— gritó Chad.

Solté una pequeña carcajada mezclada con un gruñido de dolor. Chad me miró furioso y yo levanté las manos en forma de inocencia, aunque no tenía ninguna.

[...]

Antes de llegar a la comisaría, pasamos por el hospital para que me sacasen la puta bala de la pierna y me desinfectasen y toda esa mierda. Luego, fuimos a la comisaria. Primero me metieron en el interrogatorio, aunque no se para que si ya sabían todo lo que había hecho. Me dejaron allí como por unos 5 minutos, hasta que entraron 4 policías bien armados y una chica detrás. Era guapa, bueno, como la mayoría de chicas. Le miré de arriba a abajo y me di cuenta de que era una inspectora. La mujer se sentó frente a mi y yo crucé los brazos y me eché hacia atrás en la silla.

—Hola Nathaniel.— me dijo la mujer seria, pero su voz era muy dulce.

—Llámame Miles.— dije.

—Bien, Miles, sabes porque estas aquí, ¿cierto?— me pregunto, que pregunta más estúpida.

—Obviamente...— dije con un poco de desdén.

—Bien, entonces sabrás la condena que te cae, ¿cierto?— sigue preguntando.

Yo asiento con la cabeza. En realidad, no lo sabia con certeza, pero siempre quiero tener la razón, aunque no me entere de la mitad de las cosas. Me fijé en sus ojos. Color azul cielo. Parecían dos pequeños diamantes. 

—Y vas a tener ayuda psicológica también y...

—No.— dije cortante.

La inspectora entre cerró los ojos y suspiró.

—No pienso que venga aquí una persona y que me empiece a tratar como si fuera tonto, ¿sabes? Porque para tontos estarán los demás, pero créeme que yo no soy tonto.— seguí hablando.

—Solo te van a intentar ayudar.— me contestó ella.

—Prefiero pudrirme en la cárcel.

—Bueno, mira, me da igual si te gusta o no, si quieres o no, no me importa, vas a tener ayuda psicológica y todo eso de igual manera, ¿si?— dijo ella furiosa.

No respondí. Le miré a los ojos tratando de intimidarla, no funcionó. Acerco su cara a la mía sin miedo. No se me ocurrió otra cosa que pegarle una hostia. Se aparto rápido tocándose donde le pegué con la mano. Dos de los policía bien armados que habían ahí, me cogieron de los brazos y me pusieron las esposas agresivamente. Me llevaron a mi celda y me encerraron ahí, como a un perro, donde solo podía ver por un pequeño agujero de la puerta de acero.

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⏰ Última actualización: Aug 05 ⏰

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