CUANDO BAILAS, PUEDES DISFRUTAR EL LUJO DE SER TÚ MISMO

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CAPÍTULO 12

CUANDO BAILAS, PUEDES DISFRUTAR EL LUJO DE SER TÚ MISMO

CANCIÓN: GIVE ME LOVE- ED SHEERAN

CONRAD

No puede ser. Jamás vuelvo a tocar ningún otro peludo en lo que me reste de vida.

— ¿Entiende ahora señor Atwood? Sí su hermano no se presenta puede pasar la noche aquí. — La oficial de policía del otro lado de mi celda parece burlarse de mí.

—Entiendo. — ¿Qué tan malo puede ser? Después de todo tengo este cuarto solo para mí, y al menos tiene una banca, una bolsa en una esquina que seguro sí la toco terminaré con una infección, y... santo Dios, necesito salir de aquí.

— ¡Ya le dije que me deje pasar!— La irritante y ahora familiar voz del otro lado logra inquietarme.

— ¿Qué pasa afuera?— Por un segundo dudo de la disposición de la oficial para responderme.

—La señorita que estaba con usted insiste en pasar a verlo, dice que usted no ha tomado al perro, afirma haber sido ella.

—No le haga caso. Sus ideas y su boca no coordinan. — Cierro aún más mi abrigo, ya que aquí adentro parece estar helando, y la gripa que hasta hace unas horas me tenía en cama no está ayudando. —¿No hay alguna patrulla que la pueda llevar a su casa?— La oficial me mira como sí le acabara de decir un chiste.

—Por supuesto, ¿y no quiere su alteza también un café?

—Bien ya entiendo. — Ineptos.

—Pero que- — Un estruendo sobresalta a la oficial y a mí, pero solo uno de los dos ha ido a ver de qué se trata.

Se escuchan algunos cuchicheos, pero no logro distinguir nada demasiado claro, más allá de eso.

—Bien, lo logró señorita, bienvenida a su celda. — La oficial regresó con Bailey de la mano, increíble, lo peor es que parece feliz por estar a punto de ser encarcelada.

—Hola. — La castaña me sonríe feliz.

— ¿Hola? ¿Está usted loca Bailey?— Me he hecho a un lado cuando se abrió la celda para que ella pasara, la oficial desapareció en seguida.

—No podía dejarlo aquí solo, después de todo, fue mi culpa. Aunque ojalá me hubiera podido llevar al cachorro. — Definitivamente le perturba más no haber adoptado a esa bola de pelos que estar aquí.

—Debió haberse ido a su casa.

—Pues estoy aquí. Así que sí vamos a estar un tiempo en este lugar, ¿Por qué no me cuenta algo?— Me llevo la mano a la cabeza masajeándola, aunque para ser honesto me siento mucho mejor después de comer lo que ella había preparado en mi departamento. Ignoro su comentario, y solo veo cómo se sienta en la banca, subiendo sus pies, y recargando su cabeza en la pared. — Bueno, entonces yo empiezo. ¿Sabe por qué quiero un cachorro?— Busca mi mirada, pero yo solo levanto mis cejas en señal de desconocer la respuesta, ella lo toma como señal para avanzar con su relato. — Cuando tenía seis, mi papá me traía de regreso de la escuela, caminamos por una calle que solíamos evitar porque generalmente estaba muy sola, solo que ese día papá necesitaba llegar más rápido a su trabajo, yo me había metido en problemas, así que había pedido un permiso.

— ¿Usted en problemas?— Una sonrisa apenas visible se forma en mi rostro.

—Shh. Silencio déjeme terminar. — ¿Qué no quería que hablara?— Escuchamos un chillido, y corrí a ver qué era. Era un lindo cachorrito, lo tuve todo ese día, jugamos, reímos, y nos hacíamos compañía ambos, pero por la noche papá me dijo que no podíamos conservarlo, no teníamos los recursos para cuidarlo bien, así que se lo llevó a su jefe, y nunca más lo vi. Estuve enojada con papá mucho tiempo, hasta que entendí que eso fue lo mejor. — Sus ojos se han cristalizado, aún hay dolor en su voz. Esperé unos segundos antes de responder, no quise interrumpirla, de nuevo.

LIBÉRAME, AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora