Una historia de invierno (Voltron)

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Una semana... una dolorosa semana desde que Shiro desapareció. Allura, Coran y los demás paladines creían que su líder había muerto; pero Keith se negaba aceptarlo. En todo ese tiempo salió en el León Rojo a buscarlo entre los escombros donde pelearon y derrotaron a Zarkon, pero tenía el mismo resultado: nada.

—Vamos, Shiro. Sé que estás en algún lado —murmuraba para sí Keith como un mantra para no perder la esperanza.

Empezaba hacerse tarde y Allura lo había estado llamando en las últimas cinco horas que regresara al castillo de los leones. Las primeras dos horas habían sido con gentileza y preocupación, pero a partir de la tercera hora su voz empezó a endurecerse hasta convertir la petición en orden, a la cual el paladín rojo no tuvo más opción que obedecer.
Regresó al castillo, salió cabizbajo de León Rojo y caminó por el hangar hacia el Centro de Control. Pasó frente al hangar de León Negro y sintió una opresión en el pecho por lo que aceleró el pasó mientras contenía las lágrimas que amenazaban con salir.

Entró y vio a todos sus compañeros mirándolo. Todos lo miraban con tristeza y lástima, sobretodo Lance, Hunk y Pidge ya que ellos conocían la relación que el chico tuvo con el piloto estrella del Cuartel Galáctico Garrison. Keith agradecía la preocupación de sus compañeros, pero odiaba que todos lo miraran con lástima; de ese modo siempre lo hacía la gente desde que perdió a su padre y lo enviaron al orfanato.

—Keith —el chico levantó la mirada. Allura se acercó a él, pero manteniendo una distancia prudente, ya que le preocupaba cómo reaccionaría el chico—, sabemos que estas preocupado por Shiro. Pero debes entender que tu búsqueda...

—Sé a donde quieres llegar, Allura. Pero no estoy de humor para sermones

—Mi intención no es sermonearte, lo único que quiero es que entiendas que tu obsesión por buscar a Shiro está llegando demasiado lejos...

Keith le dio un puñetazo al respaldo de su asiento, provocando que los presentes se sobresaltaran. Allura no entendía, nadie entendía el dolor que estaba sintiendo ante la pérdida de Shiro; no lo había vuelto a sentir desde que desapareció en la misión Cerberos y lo habían dado por muerto. No quería volver a experimentar ese sentimiento... no otra vez.

Sabía que al dejarse llevar por sus emociones terminaría diciendo o haciendo algo que hiriera y/o molestara a los demás, así que salió del lugar ignorando las voces de sus amigos.

Llegó a su habitación, arrojó su casco y se tiró boca abajo en la cama. Sin que pudiera evitarlo las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas; estando solo se permitía llorar, de niño había aprendido a la mala que nunca debía dejar que la gente lo viera vulnerable. Casi nunca lloraba, así que estaba seguro que era la tercera vez en su vida que lo hacía: cuando su padre murió, la misión Cerberos y ese momento. En su mente aparecieron recuerdos de lo que vivió con Shiro desde que lo conoció hasta la noche antes de la misión: su ayuda para ingresar a la academia Garrison, su apoyo en sus estudios, cuando le dijo que nunca lo abandonaría, cuando conoció a Adam...

Abrió los ojos de golpe (ni siquiera se había dado cuenta de que los cerró) a la vez que se sentaba en la cama. En realidad, en su vida había llorado cuatro veces y en esa vez había descubierto lo que sentía por Shiro:

Caminaba por los pasillos de la academia Garrison enojado, la cabeza abajo y las manos en los bolsillos. Otra vez el nerd presumido de James Griffin lo molestó y tuvo que esforzarse mucho para no golpearlo, era un adolescente y no podía seguir dejándose llevar por sus emociones, las cuales siempre le habían ocasionado problemas. No lo han expulsado gracias a Shiro, pero ya no quería depender de él, ya le debía demasiado. Igualmente el mayor era el único que lo conocía muy bien y por ende era el único que podía tranquilizarlo.

Historias One-Shot: Relatos cortos de varios fandomsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora