El invierno llegó al "Café de las Estaciones," y con él, una quietud que parecía contener todos los secretos del universo. Seraphina y yo nos sentábamos junto a la chimenea, nuestras manos entrelazadas. El café estaba más vacío que de costumbre, y las luces parpadeaban como estrellas lejanas.
"¿Recuerdas cuando nos conocimos?" pregunté, mirando la esquina donde ella solía tocar el piano.
Seraphina asintió. "Fue en otoño. Las hojas caían, y tú entraste por esa puerta con tus ojos llenos de curiosidad."
"Y tú estabas allí, tocando esa melodía que se convirtió en nuestra banda sonora", añadí.
Ella sonrió. "¿Crees que el amor puede ser eterno?"
"Quizás no eterno, pero sí atemporal", respondí. "Nuestro amor trasciende las estaciones y los años."
Seraphina se levantó y fue al piano. Sus dedos acariciaron las teclas, y la música llenó la habitación. Era el cuarto movimiento, la parte de la sinfonía que nunca había tocado antes. Las notas eran un torbellino de emociones: alegría, tristeza, gratitud.
Cuando terminó, volvió a sentarse a mi lado. "Esta es nuestra historia completa", dijo. "Nuestro amor en todas las estaciones, desde el primer encuentro hasta este momento."
La miré a los ojos. "Seraphina, ¿crees en los finales abiertos?"
Ella rió. "Creo que los finales son solo el comienzo de algo nuevo."
Los inviernos en el "Café de las Estaciones" eran como un suspiro contenido. Las luces parpadeaban, y el aroma a canela y vainilla llenaba el aire. Seraphina y yo nos sentábamos junto a la chimenea, nuestras manos entrelazadas, como dos almas que habían encontrado su hogar.
"¿Recuerdas cuando me mostraste la sinfonía completa?" le pregunté, mirando el piano en la esquina.
Seraphina asintió. "Fue un momento mágico. Cada nota era un recuerdo, una emoción."
"¿Y el cuarto movimiento?" pregunté. "¿Por qué lo guardaste hasta ahora?"
Ella sonrió. "Porque el invierno es el tiempo de los secretos. El cuarto movimiento es nuestro final abierto."
La música fluyó de sus dedos, y las notas eran como copos de nieve danzando en el aire. Era un adiós y un reencuentro, una promesa de que nuestra historia no tenía fin.
"¿Qué significa para ti?" pregunté.
Seraphina se acercó y me besó. "Significa que siempre habrá un próximo capítulo. Que nuestro amor seguirá escribiéndose, incluso cuando las estaciones cambien."
Los inviernos en el "Café de las Estaciones" eran como un suspiro contenido. Las luces parpadeaban, y el aroma a canela y vainilla llenaba el aire. Seraphina y yo nos sentábamos junto a la chimenea, nuestras manos entrelazadas, como dos almas que habían encontrado su hogar.
Un día, cuando la nieve cubría las calles y los cristales de las ventanas, Seraphina llegó al café con una expresión preocupada. Sus ojos verdes, que solían brillar como las hojas de otoño, ahora estaban nublados.
"Alex", dijo, "he recibido una oferta para tocar en una gira internacional. Es una oportunidad única, pero significa estar lejos durante meses."
Mi corazón se apretó. "¿Y nosotros?"
Ella tomó mi mano. "No quiero perderte, pero también quiero seguir mi pasión. ¿Qué hacemos?"
Las notas de la sinfonía parecían más complicadas que nunca. El amor y la música se entrelazaban, y yo no sabía cómo resolver esta disonancia.
"Seraphina", dije, "la música es parte de ti. No puedo pedirte que renuncies a eso. Pero también quiero estar contigo."
Ella sonrió tristemente. "Quizás hay una solución. ¿Y si escribimos nuestra propia melodía? Una que nos acompañe en la distancia.".
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"El Café de las Estaciones"
Romansauna historia de amor entre una pianista y un escritor